sábado, 16 de junio de 2012

José Mª Sánchez Hernández, amigo inolvidable


José Mª Sánchez Hernández, el ejemplo de un maestro

Dicen en pedagogía que el ejemplo de un maestro para un niño es una lección de primera. Y no lo olvidará jamás. Porque es como la lluvia que lo va empapando. Como hace con la tierra.

Érase una vez un maestro que se llamaba José María Sánchez Hernández. Había nacido en un pueblecito de la provincia de Ávila. Allí, en contacto directo, con la naturaleza, aprendió lo importante que era el agua para las semillas que su padre sembraba todos los años: las hacía crecer y desarrollarse. Veía como caía del cielo y en una muestra suprema de humildad desaparecía entre las tierra. Sin necesidad de proclamar a los cuatro vientos:

-¡Estoy aquí! ¡Soy el agua! ¡Mirad que buena soy!

No, no tenía necesidad de alharacas, ni vocinglerías; no veía preciso llamar la atención para hacerse tierra con la tierra.

Luego, si, flores y flrutos, agradecidos, exhibían sus galas al aire en homenaje a su memoria: a la memoria del agua, rescatándola del olvido; ya se sabe: es de bien nacidos el ser agredecidos.

Pues bien, esa lección de humildad que le proporcionó el agua en la leche de su infancia, no la olvidó nunca, jamás, José Mª Sánchez Hernández.

Luego, más tarde, se hizo maestro de niños; y sindicalista que es una especie de maestro de trabajadores; e internacionalista como consecuencia de lo que le había mostrado el agua, allá, en su pueblo, que era como todos los pueblos del mundo; generalmente pobre; practicó ese internacionalismo solidario dentro de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui.

En todas esas facetas de su vida de hombre predicó el ejemplo de humildad. Con la misma incesante, continua y pertinaz insistencia de lluvia de hechos para que fueran empapando su entorno. Sin necesidad de una palabra más alta que otra, si acaso un breve chaparrón del que casi siempre se arrepentía.

Y llegó el día. Que siempre nos llegará a todos: la hora de desaparecer. Pero su salida del mundo de los vivos fue breve, fugaz. Como la lluvia en penetrar en la tierra hasta empaparla. Volvió, regresó, retornó a su ser de carne y hueso: al hombre, a la Humanidad solidaria, a la humilde generosidad del agua que vuelve para hacerse flor y fruto. Vino para reencarnarse en otros seres. Lo tenía todo previsto: había donado todos sus órganos.

De modo que... a lo mejor, tal vez, quizás... quizás nos sonría desde alguno de los que pasa a nuestro lado.

Posiblemente.

Y es que no podemos olvidarte, José Mª Sánchez Hernández, amigo, compañero, camarada.

Nos empapaste con tu ejemplo.

Dicen en pedagogía que el ejemplo de un maestro es una lección de primera. Para los alumnos. Y no lo olvidará jamás. Porque es como la lluvia que lo empapa. Como hace con la tierra.

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