Julia Aguirre: El Baile de la Palma
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Cuando murió tu primer hijo
el compadre Emilio hizo el ataud
y doña Pura las palmas.
En la vela
en una mesa pequeña el ataud y las palmas,
a un lado el candil.
Los vecinos sentados en unos bancos.
Vos llorabas, María.
Don Ciriaco y sus hijos
con guitarras y bandolinas
le hicieron el baile de la palma al niño muerto.
Las parejas bailaron
frente al ataud pequeño.
/
Taller de Poesía de Palacagüina
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*
Poesía Libre. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua) Años IV. Número 10, enero de 1984.
Responsable: Julio Valle-Castillo
Consejo Editorial:
Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)
En 1997 Najmeh Shobeyri, por primera vez en castellano, presentó a la gran poetisa iraní Forugh Farrojzad en la revista 'Caminar conociendo' (ya cerrada hace algún tiempo) y tradujo 3 poemas: 'regalo', 'muñeca de cuerda' y 'renacer'. En este blog encontrará numerosos escritos de la poetisa iraní y de otros poetas.
viernes, 30 de octubre de 2009
jueves, 29 de octubre de 2009
Celso Emilio Ferreiro: El Martir
Celso Emilio Ferreiro: El Martir
No diré que vamos a vengarte,
amigo muerto por el hierro airado.
Han trascurrido ya tantos años,
tantos traidores han ya pasado
y días de tristeza, tantos,
que ya no sabríamos en quién vengarnos.
Te diré solamente que te recordamos
y que hacemos por seguir tus pasos,
pero por otros caminos que no lleven
a los bosques de los cuchillos largos.
Poesía Libre. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua) Años IV. Número 10, enero de 1984.
Responsable: Julio Valle-Castillo
Consejo Editorial:
Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)
No diré que vamos a vengarte,
amigo muerto por el hierro airado.
Han trascurrido ya tantos años,
tantos traidores han ya pasado
y días de tristeza, tantos,
que ya no sabríamos en quién vengarnos.
Te diré solamente que te recordamos
y que hacemos por seguir tus pasos,
pero por otros caminos que no lleven
a los bosques de los cuchillos largos.
Poesía Libre. Revista de Poesía. Ministerio de Cultura, Managua (Nicaragua) Años IV. Número 10, enero de 1984.
Responsable: Julio Valle-Castillo
Consejo Editorial:
Carlos Calero (Monimbó); Juan Ramón Falcón (Condega); Marvin Ríos (Niquinohomo); Cony Pacheco (Subtiava); Gonzalo Martínez (Bluefields); Gerardo Gadea (Ejército Popular Sandinista)
jueves, 15 de octubre de 2009
Juan Ramón Jiménez: la niña chica
Juan Ramón Jiménez: La niña chica
La niña chica era la gloria de Platero. En cuanto de la veía venir hacia él, entre las lilas, con su vestidillo blanco y su sombrero de arroz, llamándolo dengosa:
—¡Platero, Plateriiillo!—, el asnucho quería partir la cuerda, y saltaba igual que un niño, y rebuznaba loco.
Ella, en una confianza ciega, pasaba una vez y otra bajo él, y le pegaba pataditas, le dejaba la mano, nardo cándido, en aquella bocaza rosa, almenada de grandes dientes amarillos: o, cogiéndole las orejas, que él ponía a su alcance, lo llamaba con todas las variaciones mimosas de su nombre:
—¡Platero! ¡Platerón! ¡Platerillo! ¡Platerete! ¡Platerucho!
En los largos días en que la niña navegó en su cuna alba, río abajo, hacia la muerte, nadie se acordaba de Platero. Ella, en su delirio, lo llamaba triste:
-¡Plateriiilo!... Desde la casa oscura y llena de suspiros, se oía, a veces, la lejana llamada lastimera del amigo. ¡Oh estío melancólico!
¡Qué lujo puso Dios en ti, tarde del entierro! Setiembre, rosa y oro, como ahora, declinaba. Desde el cementerio ¡cómo resonaba la campana de vuelta en el ocaso abierto, camino de la gloria!... Volví por las tapias, solo y mustio, entré en la casa por la puerta del corral y, huyendo de los hombres, me fui a la cuadra y me senté a pensar, con Platero.
(De 'Platero y yo', nº LXXXI)
Nos ha recordado la muerte de nuestra madre un día de septiembre. No lo hemos podido evitar.
La niña chica era la gloria de Platero. En cuanto de la veía venir hacia él, entre las lilas, con su vestidillo blanco y su sombrero de arroz, llamándolo dengosa:
—¡Platero, Plateriiillo!—, el asnucho quería partir la cuerda, y saltaba igual que un niño, y rebuznaba loco.
Ella, en una confianza ciega, pasaba una vez y otra bajo él, y le pegaba pataditas, le dejaba la mano, nardo cándido, en aquella bocaza rosa, almenada de grandes dientes amarillos: o, cogiéndole las orejas, que él ponía a su alcance, lo llamaba con todas las variaciones mimosas de su nombre:
—¡Platero! ¡Platerón! ¡Platerillo! ¡Platerete! ¡Platerucho!
En los largos días en que la niña navegó en su cuna alba, río abajo, hacia la muerte, nadie se acordaba de Platero. Ella, en su delirio, lo llamaba triste:
-¡Plateriiilo!... Desde la casa oscura y llena de suspiros, se oía, a veces, la lejana llamada lastimera del amigo. ¡Oh estío melancólico!
¡Qué lujo puso Dios en ti, tarde del entierro! Setiembre, rosa y oro, como ahora, declinaba. Desde el cementerio ¡cómo resonaba la campana de vuelta en el ocaso abierto, camino de la gloria!... Volví por las tapias, solo y mustio, entré en la casa por la puerta del corral y, huyendo de los hombres, me fui a la cuadra y me senté a pensar, con Platero.
(De 'Platero y yo', nº LXXXI)
Nos ha recordado la muerte de nuestra madre un día de septiembre. No lo hemos podido evitar.
Etiquetas:
Juan Ramón Jiménez,
Literatura Española,
Poema
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