viernes, 19 de diciembre de 2008

Kaddur M'Jamsadchi: 'Para ser feliz'

Una receta 'para ser feliz' (*) de Kaddur M'Jamsadchi (1)
Para ser feliz (*)

Por Iswe Letu

//Qué hace falta para ser feliz (+)
Qué me falta para vivir feliz
//La salud
Salud en la lucha
//Una salud total
Una salud germinal
//De carne y sangre
De temple y caudal
//De perfume y amor
De mina y temblor
//Y los montes en flor
Y los cánticos a flor
//Y el aire purificado de 'Min Yibalina' (2)
Y el aire magnetizado de mi rebelión.

//Y el pueblo de pie deshaciendo las tormentas.
Y el pueblo en pie recogiendo la cosecha.
Y el proletariado erguido asaltando la banca.

Y los busco sin encontrarlos en parte alguna.


Kaddur M'Jamsadchi (1)
_________
(*)Poema de Kaddur M'Jamsadchi

(+) Con dos rayas inclinadas (//) los versos de Kaddur

(1) Nació el 8 de agosto de 1933 en Aumale (hoy rebautizado como Sur-Al-Ghozlan), al sudeste de Argel. Ha escrito en francés y árabe, para la radiodifusión argelina, dramas como Les vipéres y L'orgueil du male y el cuento Le coq du bûcheron. Sus poemas, novelas y artículos han aparecido publicados en Simoun, Revolution Africaine, Dialogues, Poésie Vivante, Atlas-Argerie y en diversas antologías. Sos obras principales son: La dévoilee, (teatro, Rodez, Éds. Subervie, 1959); Le silence des cendres (Novela, Rodez, Eds. Subervie, 1963) y Oui Algérie (poemas, 1966)

(2) Min Yibalina (Min Djibalina): 'De nuestras montañas', palabras iniciales en árabe de un himno revolucionario argelino.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Corrido: En la plaza de Mixcalco

Corrido: En la plaza de Mixcalco

En la plaza de Mixcalco
al sonido de la diana
fue matado aquel valiente
a la luz de la mañana.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Julio Fausto Aguilera: En el desierto

Tu agua
Ligeia
no tiene propietarios
ni señores.

Si dueño tiene
tu agua,
es, solo, el que se ahoga de sed
en el desierto.



(Guatemala, 1965)

Julio Fausto Aguilera: En el desierto

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Luis de Góngora: Aurora de ti misma

Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y mas perlas no des,
porque al sol le está mal
lo que a la aurora bien.


Luis de Góngora

viernes, 3 de octubre de 2008

El 'Beharko litzateke' de Jon Arzalluz Eguiguren

Beharko litzateke,
berharko,
iletargiz ere,
kriseilua piztu leihondoan
ez gaitezen
gau osoan
lotara erori...
Beharko litzaioke,
beharko,
kontuz kontuz,
lema bat erantsi
ukabil zoro horri
jakin dezan noiz eta nori
esan EZ, (sic)
eman derrebes...
Beharko dugu,
beharko,
ezin duguta bestela,
burni zirbilez idatzi
tornu gainera
borrokaminez
makurturik...
Ta...
beharko dugu
handik,
hik eta guk,
zuek eta nik,
adiskidetasun onean
sendo lotuta elkarri,
altza hegalari...
Beharko dugu gero,
noski, beharko,
festa eder bat prestatu
bihamunerako,
eguskia etxe oretan sarturik
guztiok kanpora gaitzanerako...

__________

(traducción al castellano por el autor: 'Aún / en pleno día / encendemos la candela / en el umbral / de la ventana. / Pongámosle / dos remos al barco / para que / hasta con temporal / pueda / navegar / sobre las olas. / Y / ya que no podemos / de otra forma, / encorvándonos / sobre el torno / con ánimo / de lucha, / escribamos / con virutas / de hierro. / Levantémonos, / los dos / , / y / con /unión (fraterna) (*sic) / firme / amiga / y fuerte / volemos. / Y... / organicemos una fiesta / para mañana, ¡ya!, / cuando el sol / entre a raudales / en las casas / y / nos / lance a todos / a la calle.')

viernes, 19 de septiembre de 2008

Un homenaje a 4 víctimas del franquismo?

"La familia García Lorca acepta que se abra la fosa del poeta"

"No impediremos exhumar los restos de Federico"

Siempre Lorca. El grandísimo poeta. Ahora transformado en casi cacique de ultratumba. Pero... el cacique, claro, no es él, sino su familia. Que gestiona su memoria y dineros... 'Acepta', 'no impediremos'... pero, bueno, ¡¿qué se habrán creído ellos?!... ¡¿los amos del mundo?!, exclamamos preguntándonos.

Remedamos, así, a D. Eusebio García Luengo, que, cuando oía hablar de la Residencia de Estudiantes como la de Dalí, Buñuel y Lorca, tronaba indignado: '¡Hombre, no!, de ellos solo, ¡no!; hubo más, muchísimos más en ese edificio.

Al igual que, en el lugar donde se supone que yacen los restos de Lorca, hay muchísimos más asesinados a los que enterraron los fascistas de mala manera. ¡Entre mil y tres mil! ¡Cazi na!

Junto a al poeta granadino enterraron a otros tres asesinados antifascistas; a saber: dos banderilleros de la CNT, los señores D. Joaquín Arcollas Cabezas y D. Francisco Galadí Melgar y un maestro republicano, D. Dióscoro Galindo González.

D. Dióscoro Galindo González, maestro rojo y cojo, que surge vencedor de ultratumba a recordarnos que fueron los maestros de niños un colectivo especialmente reprimido por el franquismo: asesinados, encarcelados, condenados a trabajos forzados, expulsados del trabajo... (no olvidamos, nosotros, nunca, a Amado Hernández, -del que nos habló el amigo Pepe Cancio- un maestro de Argujillo, municipio de la provincia de Zamora, vilmente asesinado y enterrado en algún lugar de por allí, )...

Fue tal la represión sobre los maestros que se dice que la guerra de 1936/39 la perdieron los maestros y la ganaron los curas. A D. Dióscoro Galindo González, lo asesinaron por ateo (así reza la resolución de la condena). Al exhumarlo es como rendir homenaje a todos los maestros asesinados y represaliados. Ya es hora de rindir homenaje a las víctimas del franquismo. A estas. Y a todas. Y no solo a D. Dióscoro... ¡Hombre, no! No solo a él.

Ya se hizo un inicio de homenaje a las víctimas del franquismo en la década de 1980 que firmaron muchas organizaciones y partidos mayoritarios pero que, al mismo tiempo, estos mayoritarios, hicieron lo posible, entonces, por ahogar el homenaje por debajo. No pudieron. Nos estamos refiriendo sobre todo al PSOE y al PCE (ahora practicamente extraparlamentario) Si. Esos que ahora no apean de los labios a las víctimas del franquismo. Bueno... bienvenidos sean. Pero es una prueba de que nos les ha servido de nada sus zancadillas.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Iswe Letu: 'Un agujero de negr@ y blanc@'

Un agujero de negr@s y blanc@s

Por Iswe Letu

Norman Mailer en sus 'Crónicas presidenciales' comenzó por definirlo así: "El orificio, el magnífico orificio". Aquí se paró como queriendo justicar el apelativo de 'magnífico' a ese agujero, a ese orificio. Aunque, bien mirado, los agujeros si son negros, para un negro, al que durante siglos se le machacó con que lo negro era asqueroso, inmundo, le parecerá 'magnífico' por ser él mismo de ese color. Alguno dirá que esa concepción es muy chovinista. Y tiene razón. Como pueden parecernos negativos otros agujeros, como los orificios negros del universo, por aquello que nos dicen de que se engullen todo lo que está en su entorno, desapareciéndolo. Lo ponemos conscientes de nuestra ignorancia en estos asuntos celestiales. Pero, quién sabe, quizás son hoyos donde se deposita toda la basura del espacio. Una especie de orinal estelar y... como no queremos parecer escatológicos y dada nuestra desinformación supina, nos callamos. Lo que si entendemos es cuando se nos dice 'dejó un agujero negro negro de 1.000.000 de euros'; sabemos que ese hoyo o agujero u orificio de color azabache que para un chovinista negro de la raza negra sería 'magnífico' por su mismo color, para el que lo dejó es magnífico su contenido: 1.000.000 de euros. Y en este caso coinciden el chovinista y el sustractor: a ambos le parece magnífico el orificio negro.

Decíamos que Mailer se había parado en lo de 'magnífico' para justificarlo entre paréntesis con las siguientes palabras: "(permítaseme este donaire, en gracia a que no quisiera molestar a los fantasmas del Tiempo (sic), cuyo espíritu encarno en este escrito)" Para continuar insistiendo: "el orificio, repito, moreno". 'Moreno, como las tumbas, las cunetas, los hoyos, los pozos, adonde iban a concurrir todo lo que en el mundo ha sido. Todo lo que la materia viva desprecia por caduco, inservible o viejo para, reciclándolo, volver a florecer. Tal vez por eso el escritor lo magnificaba escatologizándolo, al ser como era, como somos, herederos de lo que otros dejan en el camino en herencia. O para conocerse a si mismo en la forma y el color de los demás: "de apariencia de púrpura -prosigue- en algunos casos, marchito verdosamente en otros". El paso del tiempo que va haciendo mella en el sujeto y que en una pirueta engañadora lo verdea, sin engañarlo del todo, con esa 'alegre otoñada' en palabras de Machado (D. Antonio) pero otoñada al fin aunque parezca verdosamente primavera. Y no es un juego de palabras y si no lean lo siguiente: "flor, cizaña, perfume y peste, catedral y cabaña". Efectivamente, como el sueño del esclavo negro (o de cualquier esclavo) lleno de luminosidades, arcoirisado de libertades y roto por la realidad del dolor. Es decir siempre lleno de "placer y carroña". Ambivalencia del orificio magnífico, de este agujero de mala fama: "músculo, agujero, almorrana y sepulcro". Y mas, mucho más importante: "Es el ejecutor final que existe en nuestro interior que valoriza cuanto pasa a través del cuerpo".

martes, 9 de septiembre de 2008

José Mª Amigo Zamorano: Luchando contra el olvido

José Mª Amigo Z. versiona o parafrasea o interpreta, eso si libérrimamente, el poema 92 (pag.146) de la antología titulada 'Poesía Anónima Africana' del cubano Rogelio Martínez Furé.

"...
¡A tu salud!
Cuando llegue la hora, dijiste.
Siento que le hora está llegando.
Y te oiré en la puerta hablar:
-¡Oh!, dime, hijo, lo que hiciste:
¿Cerraste mis fríos párpados?
¿Rapaste cabellos y uñas?
¿Me cubriste con cariño? ¡Di!
¿Hiciste gastos en bebidas?
¿Entonaste mis alabanzas?
¡Habla, es tu padre quien lo pide!
Y yo, su vástago, responderé
con la cabeza arrebolada
por una emoción momentánea:
-Cuando tu partiste del país
(allí reinaba la tristeza)
adonde mi madre y tu esposa
enjardinó aquellos corrales
alegrando con sus arcoiris
esa realidad cenicienta,
yo, tu hijo, ¿me perdonarás?
no cerré tus ojos helados,
ni corte cabellos y uñas,
ni te abracé con mi cariño
o pagué bebida a los borrachos.
Pero, a mi modo, canté tus loas
a mi espíritu entristecido
prefiriendo el recordarte
así, cogiéndome la mano,
caminando hasta las eras,
por la tarde, a trillar la mies;
o coger tu botella de vino,
fresca, del arroyo cercano...
Es un secreto, loa única,
personalísima para ambos,
que te voy a desvelar aquí:
Seguí la tradición del vino.
Para demostrártelo ahora
echaré un trago de optimismo
como lucha contra el olvido.
¡Recordándote siempre, padre!
¡A tu salud!

sábado, 9 de agosto de 2008

Lo valioso del secuestro de Txomin Goñi Tirapu

Cuando por los años 1974-75, del siglo pasado, la policía fue a detener a Txomin Goñi Tirapu, no lo hallaron y de rabia le dijeron a su madre:


-No se preocupe señora, ya se lo enviaremos fiambre.

Esta policía que, cruelmente, decía eso a su madre, no debía ser muy perpicaz cuando no torturaba, porque, poco después, llegaba Txomin, vivito y coleando, a su casa, en Martutene (Donostia) donde entonces vivía con su familia.

Al comunicarle que lo andaba buscando la pasma franquista, abrió una ventana que daba al Urumea (la ría donostiarra) y cogiendo una barca (que él y sus hermanos construían de polister) desapareció ría abajo.

¿Por qué lo querían detener? ¿Había matado? ¿Robado? ¿Secuestrado a alguien? No. Lo deseaban enchironar por su militancia en el FRAP que, entre sus postulados, tenía el de derribar el regimen franquista e instaurar una republica popular federativa. Ese era su delito. Es decir: lo querían encarcelar por sus ideas.

El tiempo pasó y su idea de España, como República Popular Federatica, no se llevó a cabo. Unos partidos, como el Partido Comunista de España (PCE), el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y grupos poderosos del franquismo, consensuaron una monarquía heredera de la dictadura de Franco, traicionando el sentir popular.

Y aquí estamos, ahora, cuando vemos, en un vídeo, [ http://www.dailymotion.com/video/x301qu_proceso-a-txomin-goni-tirapu_news ]a Txomin Goñi Tirapu cómo es detenido, a la fuerza, por la policía municipal de un pueblo de Asturias, Llanes, en España, en el pleno del ayuntamiento, a la vista de unos impertérritos concejales de las fuerzas políticas que contribuyeron a consolidar al monarca nombrado por el dictador fascista Franco.

Pero, ¿por qué han secuestrado, así, a este luchador? ¿Había matado, robado o secuestrado a alguien? En absoluto. Y tampoco por actividades directas contra la monarquía. La lucha de ahora abarca un círculo más reducido, es menos política y más pegada al terreno. Sencillamente, lo han detenido por ser secretario de AVALL, una asociación de vecinos que luchan contra las corruptelas municipales, las edificaciones ilegales y otros delitos. Lo detienen por querer que las cosas se hagan, como dice la voz popular, 'como Dios manda'. Es decir: bien.

Lo que tiene de ejemplar este secuestro, es que demuestra al pueblo, una vez más, lo que puede esperar de esta monarquía y de su constitución. Eso es lo verdaderamente valioso.

¡Txomin, estamos contigo!

sábado, 2 de agosto de 2008

El Poemen poema de Jon Arzallus Eguiguren

Para un Homenaje a las Víctimas del Franquismo, que a mediados de la década de 1980/90 del siglo pasado se hizo, se editaron dos antologías poéticas: La Memoria y la Sangre y la Antología Poética Vasca. Para esta última se compuso un collage sacando versos de poetas que salieron en 'La Memoria y La Sangre'. Luego no salió editada esta composición. Para recordar a esas victimas, para luchar contra el olvido y para que el trabajo de traducción de Jon Arzallus no permanezca arrumbado en un cajón, publicamos esta composición en euskera que, repetimos, tradujo al castellano.


Ahazteari gogor (Poemen poema)

Ahazte erazka urratzeko,
oroimena eta ixuritako odola
laguntzeko,
ingude gainean darion
soinua lez aldarrikatzen dugu:
antología hau.
Geure hilengatik eskatzen dizuegu
eta ludia isilduko da!
Hildakoen kopa garratz bakartiarengatik,
hilen hagal babesgabeagatik!
Lantza herdoilduz heriotza zeharpasa
eta gure bila datoz berriro
sufrikarioa eta bere mantua
baina ez dugu amor eman oraino.
Gerrate bat galdu zela diote.
Etorkizunik gabeko gizon aldrek izatea,
galdu zuten.
Auskalo nola zebilen garaietan
tajotik bizi eta txiro izatea,
egun bederen
milagro handiagoa da oraino
arrain eta ogiena baino,
zerbait mahairaino ekarri eta
denei iristeraino luzatzea hura.
Ixtean beti norbait
hiltzen duen
urrezko ate justuaren
kontra jarraitzen dugu;
gapirio, giltza eta katea
guztien ere kontra.
Beharko litzateke konta:
nola soldatu bat hil zenean,
urrun,
itsasoa leihoraino igo
eta agazkiaren kontra
egin zuen negar.
Behar zen kontatu baita.
Hara begi atzarri
azken irudien biltzaileak
75 eko irailaren 27 ko
bost bihiburu gazteenak.
Hilen dantza madarikatuaren putza
polbora goizalbakoa!
Gose luzeen aldi motz.
Betiko gogoan geldituak.
Bizkarreaan daratzat. Ez duk ikusten?
Kateaz eta sufrikariozko ibai hantua.
Aldabahots beldurgarri gauekoen,
heriotze luze horma artekoen denborak
(Nolako Miguel sailak!)
Oinaze, izatedun guztiaren ziztari
iraunkorra;
gizon, gizalba bera eskuhartzen
bahitzen, bortxatzen
eta erraietako argia ere
ohozten diozutenak.
Zenbat ginga argik ez gaitu
kutxilo ametsetan murgildu
desfile triunfarien aurrean.
Gaur ordea heroearen ametsak derabiltzagu,
trebatua bait du bihotza
izuikaren ingudegain,
guri izenak ipintzeko
Jaun Bere Fusilarisimoak
utzitakoetan.
Aldiz, itsua bait da odola
eta hor daude hilak
gogaikarrriko arrendeika;
mamuen kabixuloa bixilekutzat
hartu duten ezezagunak,
oinazeak eta turturak
eskuloturik,
Frankok berak
Espainietako kaudillo,
sutegiko ingude eta mailu zenak,
bonbardeoek,
Konbatiente liluratien oihuek
eta mendiak bete hilek
kondekpraturiko
errementari zenak erasotakoak.
Izugarri sinplea da gainerakoa guztia:
ur naturala iturriaren irudikoa
(eguntxintean karraxiak. Larrugorritan bizkarrak.
Gainerakoan dena berez...
Hilerrietako murrailak pirikortez betedira.
Bekokietan daukagu hildakoen zigilua
pisuago existentzia baino.
Zeren ez bait da
hildako bat bakarrik
hildako balio duenik.
Har ezazue bestela baten sabia lodia,
bota itsasora
eta ikusiko duzue nola
ekaitzak baretzen dituen!
Beste bat izan zen ordea,
haien bizitzako historia
eta beste bat
itsasontziarena ere.
Lugorriari loturik dagoen
aspirileko arrosarena bezain zaila
izan zen garaipen bakoitza,
zeren ez bait da
borobila gure lurra
patio karratu bat baizen
arte tzarrez korapilatua
(garrote makurra
martxoaren bila, Puig Antich)
Elur sailak ebakiz
zetorren udaberria
eta egunak haanrrak baino lehen
geratu zen ixuria
betiko.
Garbitu ta garbitu
jarraitu zuten harakinek;
Sanson Carrasco, tatar eta arloteek,
mentura guztien.
Ezdut ahaztuko harakina
herri bat osoa duzula hila.

Hitzondoa
Halabaina biktimek
badute ganibeta,
hala dio egun berriak,
ala adazka berdeak eta
hala lore dirdiratiak.
Ez gaude bilutsik.
Lurra bera bezain handi
bait da gure ametsa.
Xoriak isildu baino lehen
altzako da ahotsa:
Begira aurrera, ene semeok,
oihuak korrituko du Iberia
hezurrik hezur.
Begira aurrera!
Jaso gogoan eta idatzi berriro
histiriako hormetan.
Azken negozotinekin
kuzkurturiko ukabilak.
Begira aurrera!
Linu ta olibaren,
asfaltoa eta makinen semeok.
Nirnari daude oraino izarrak.
Hor dirau, nozki, alanbresareak.
Ordea egun batez
gurekin egongo zarete
zeuok gura zenuten lez.
Ez da gelditu borroka.
Eskuetako kataiok berok
nahi ditugu eten denok.
Eta jakin!
Jakin gero ondo!
Eta grabatu oroitzapenaren
begi zabalietan!
Hori posible soil soilik
kontahala odol errkek
ebaki dutelako heriotza bitan.
Abestu du etxe guztiak
sugeak ihesegitean.
Ara Mateix,
Hainbat ziurtzari
neurria hartzeko unean
gaude agian:
baztertu bait da odola ilunpetara.
Eman diezaiogun Nerudarekin bukaera.
Ezagutuz egin dezagun bidea
unkituz zuzentasuna,
zorroztasuna izan dadin
pozaren baldintza
eta menderaezinak zaitezen horrela.

viernes, 6 de junio de 2008

José Mª Amigo Zamorano: "La carrera ciclista"

En el pueblo estaban de fiestas. Se había organizado para ese día una carrera ciclista. La plaza mayor fue invadida por automóviles con bicicletas en las bacas. Poco a poco fueron llegando ciclistas con sus llamativos y multicolores ropajes. Los vecinos se arrimaban a las vallas para ocupar los sitios mejores a lo largo de la calle principal.



Para los entendidos la carrera era importante ya desde hace años: Pero este ño lo era aun más porque el premio se había incrementado considerablemente y se habían acercado figuras relevantes del ciclismo como moscas a la miel.

Una de ellas atraía las miradas de los espectadores. Sobre todo chicas. Era un ciclista de tez morena, faz angulosa, barba tan cerrada que, a pesar de estar bien rasurado, se le notaba el negreo en su cara. Mirada penetrante y sonrisa irónica. En ese momento se frotaba sus piernas morenas de músculos pronunciados por el ejercicio del pedaleo.

Cerca de él, junto a las vallas, unas chicas reían y lo provocaban con piropos:

-¡Morenazo! ¡Guapo! ¡Tío bueno!...

No hacía mucho caso acostumbrado, como estaba, a ese tipo de demostraciones.

Se le acercó un compañero y se levantó para hablarle. Miró casualmente hacia donde estaban las mozas. Una de ellas, aunque sonreía como las otras, le pareció diferente: pelo corto, cara muy blanca y redonda, ojos verdes, grandes y luminosos. Mientras charlaba con el otro ciclista sus miradas se cruzaron y ella se encendió, coloreándosele la cara como un tomate. Tanto que a él le pareció hermosísima. ¡Vamos, que se quedó prendado de la moza! Y a pesar de los llamamientos a que se pusieran en la línea de salida se le quedó grabada la cara.

Se colocó en el lugar que decidieron en el equipo. Hasta el fondo de la calle a ambos lados de las aceras se había colocado muchíma gente. Al ser las fiestas anuales del pueblo de cuando en cuando se oía la musiquilla de algún tiovivo, de los autos de choque o de vaya usted a saber que chiringuitos. Por donde extendía su vista destacaban por encima del público numerosas casetas de feriantes: a los puestos de churros o de fritangas, se unía ahora otros para preparar cocina turca o marroquí, y la venta ambulante de ropa de gentes hispanoamericanas: bolivianos, peruanos, ecuatorianos... hombres, mujeres y niños de rasgos andinos, pequeños, morenos... de ojos ligeramente achinados...

Miró hacia el punto donde había visto esos ojos verdes y luminosos. Pero ya no estaban las chicas. Se acercaba el coche de policía indicando que pronto comenzaría la carrera. El concejal de deportes dio la orden de salida. Eran varias vueltas por calles del pueblo. El sol calentaba de lo lindo.. Al principio todos los ciclistas se lo tomaron con lentitud. Gozaban de las bellezas que les deparaba el pueblo al tanto que calibraban las dificultades del trayecto. En un tramo podían apreciar la impresionante mole del castillo y un fondo de valles cubiertos de pinares y robles.

Y, allí, encima de un risco, la vio. Era ella, la de los ojos verdes. Un ciclista le pasó rozando, se le puso delante y cuando quiso recrearse con la moza venía una curva que cerraba la vista del risco. Se quedó un poco defraudado.

Pronto olvidó este episodio, porque estando, como estaba, dispuesto a ganar se dio cuenta que algunos de los que corrían con él y que conocían el peligro de la velocidad que adquirían en momentos precisos se habían colocado más adelante y tenía que pasarlos o como mínimo colocarse lo más cerca posible para vigilarlos y cortar de raiz una escapada que después podía ser insuperable. Aun quedaban vueltas, pero no tenía que dejarse abandonar. Su experiencia le indicaba que cualquier liberalidad de pensamiento podría ser fatal paar una consecución positiva de la carrera ciclista. El era un profesional. Y a mucha honra. Tenía que concentrarse y nada ni nadie distraerlo del objetivo principal: ganar la carrera. Ni esa moza por muy hermosa que fuera. Que lo era. Pedaleó cun fuerza. El públicó le ovacionó y pronto se colocó paralelo a esos que sabía eran sus contrincantes más notorios.

-Te habías rezagado -le dijo uno.

-¡En qué estarías pensando! -exclamó otro.

-En dos buenas tetas -espetó el tercero riéndose.


Permaneció mudo, en parte porque venía una curva y en parte para no servir de chacota a sus compañeros muy amigos, aunque contrincantes.

En la curva creyó verla. No, no era ella. Por cierto, esa si tenía buen tetamen, pensó para si. Era curioso que no se hubiera fijado en esa parte de la anatomía de la moza de los ojos verdes. Lo atribuyó al hecho, cierto, de la hermosura de sus ojos que le atrajeron como un imán. Porque a él, precisamente a él, la delantera nunca le pasaba inadvertida. No había otra razón. Cuando volviera a verla, si la veía, que la vería. De eso no tenía ninguna duda. Ya haría ella por buscarlo, se fijaría en esos apéndices mamarios. Se sonrió para sus adentros. Y su razonamiento no nacía de una petulancia propia de de un ciclista que se cree el dios del mundo. Ni hablar. Surgía de la experiencia de otras carreras en otras localidades. Luego, sacaba esa conclusión del enrojecimiento de su cara. Una muestra de la atracción que la moza había sentido hacia él.

Pedaleó con ansia y se colocó a la cabeza del pelotón. Calculó que estarían por la mitad de la carrera. Era el momento en el que se va diezmando el grupo. Las fuerzas van fallando en los individuos peor preparados y se retrasan. Sienten un agotamiento que por momentos se transforma en angustia y se ven morir. De ahora en adelante cada vuelta era un tormento dificil de soportar. Muchos no podrían ni con su alma por muy etérea que fiera. Lo más seguro es que solo cuatro o cinco, como siempre, resistirían el ritmo acelerado al frente del pelotón. Esos eran los peligrosos. A esos tenía que tener a raya. Naturalmente ganaría. Como siempre. Alguno podría pensar que se repetía al decir, como decía, 'como siempre'. Pero era la pura verdad. No podía utilizar otra locución porque esta era la que resumía su historia en el el ciclismo. Si, siempre ganaba. En todo.

Para corroborar sus reflexiones, allí estaba. Era ella. La moza. Le ofrecía una botella de agua que agradeció. Lo agradeció por muchas cosas: porque tenía necesidad de agua, porque era una prueba del atractivo que tenía con las mujeres, porque necesitaba verla y también, por qué no, para calibrar el grosor, el volumen, la medida exacta de su delantera a la que antes no había prestado atención. En este caso el resultado no daba igual. Lo decía por la canción de los mozos y mozas del pueblo entonaban y llegaba a sus oídos: 'Hemos venido a emborracharnos y el resustado nos da igual ¡Alcohol, Alcohol, Alcohol!'. No podía é, el ciclista, el campeón, concordar con el estribillo: a él no le daba igual que la chica de ojos verdes, grandes y luminosos, tuviera buene pechera o fuera lisa como una tabla. En este caso el tamaño si que importaba. Su inspección con la mirada, claro, (la otra vendría después), logró una calificación más que notable. Los genitales lo captaron. Daba gracias en esre caso a que estuviera subido en una bicicleta y que los trajes fueran tan ajustados que no permitían el movimiento de su miembro viril. De lo contrario su vergüenza le saldría por todos los poros de su piel.

Estos pensamientos por poco casi le cuestan salir derrotado en la carrera. Se retrasó y cuando sonó la sirena de la policía municipal estaba lejos de sus contrincantes. Costole Dios y ayuda lograr que su rueda pisase la meta con unos centímetros por delante de los otros. Pero lo logró. Como siempre.

Después de descansar se dijo:

-Ahora, a por el otro triunfo.

Tenía pensado quedarse tarde y noche a la fiesta del pueblo. Pasó con sus compañeros por un bar. La vió. Allí estaba. En un bar. Hermosa. Cara redonda. Pelo corto. Ojos verdes. Luminosos. Reía. Lo miraba. Pero, ¡ay!, para su desgracia, estaba en brazos de otro.

Fdo: José Mª Amigo Zamorano


viernes, 30 de mayo de 2008

Aimé Cesaire: 'Hábil tallador de pedernal'

(En recuerdo y homenaje a Miguel Ángel Asturias)


hábil tallador de pedernal
sembrador al voleo de semillas de oro en la densa
crin de la noche hipocampo
cultivador demente de diamantes
mellador de hachas como ningún árbol de la selva
Miguel Ángel se sentaba en el suelo
y ponía un amuleto en el huesecillo de sus palabras
cuatro palabras de sol blanco
cuatro palabras de ceiba roja
cuatro palabras de coralillo

Miguel Ángel se tomaba un buen trago
de aguardiente de estrellas maceradas por nueve noches
que hervía en la garganta no extinta de los volcanes
y su tráquea de obsidiana

Miguel Ángel contemplaba en el fondo de sus ojos
las semillas que alcanzaban gravemente su perfil de árboles

Miguel Ángel acariciaba con su pluma
la gran bóveda de los vientos y el remolino polar

Miguel Ángel iluminaba con pinos verdes
la cabeza azul de los papagayos en la noche

Miguel Ángel bañaba con sangre de estrellas lácteas
de venas esmaltadas y frondas de luz
la huella gris
de la hora del día de los días del tiempo de los tiempos

y luego
Miguel Ángel desataba sus músicas severas
una música de arco
una música de olas y jícaras
una música de ríos que gimen
puntuada por cañonazos y frutos del curupay
y los buriles de cuarzo tamborileaban
las agujas de jade despertaban a los cuchillos de pedernal
y los árboles resinosos
Miguel Ángel hechicero de los versos relucientes

el samán se tambaleaba con sus locos brazos enredados
con todos sus dijes de máquinas extraviadas
con la risilla del mar en calma
en el cuello cosquilludo de las caletas
y la amistad minuciosa del Gran Viento

cuando las flechas de la muerte alcanzaron a Miguel Ángel
no lo encontraron yaciente
sino erguido en su gran estatura
al fondo del lago que se iluminó

Miguel Ángel hundió su piel de hombre
y se puso su piel de delfín

Miguel Ángel se quitó la piel de delfín
y se volvió arcoiris

Miguel Ángel se desvistió la piel de agua azul
vistió su piel de volcán

y se instaló montaña siempre verde
en el horizonte de todos los hombres -



De Poesía completa© Editions du Seuil— Traducción de Una Pérez Ruiz

lunes, 28 de abril de 2008

Más palabras (*) a las del homenaje a José Mª Sánchez Hernández

Homenaje a José María Sánchez Hernández


Lugar: Salón de Actos del I.E.S. “López Aranguren” Fecha: 25 de abril de 2008. Hora. 19:30 - Ávila, 10 de abril de 2008







Si, José Luis, ese compañero de CCOO, nos comunicó, por teléfono, la noticia de tu muerte, y se nos puso un nudo en la garganta y no supimos qué decirte.

Ahora, sí, te las vamos a decir; para ser más exactos te las vamos a leer, porque no somos de los que hablamos en público sin inmutarnos, sino que necesitamos el apoyo de un papel, de estas cuartillas; ya nos vas a perdonar si lo leemos entrecortadamente, si la emoción nos agarrota, si las palabras se nos quiebran, si la lengua se nos traba, pero tu comprenderás que no somos de piedra. Y más teniendo aquí presentes a tu esposa Tere y a tu hijo Aitor.


Ahora, si, como decíamos antes, queremos decirte algunas cosas, José Mª Sánchez Hernández, amigo, compañero, camarada (así nos llamabas, porque lo éramos por encima de siglas, de partidos, de bandos, de banderías de izquierdas vividoras de política), maestro de niños y de adultos, José Mª Sánchez Hernández, sentías, sentíamos, como una bofetada en el rostro las injusticias de este muladar hediondo que es este mundo capitalista.

Decimos lo de las injusticias del mundo porque, aunque habías nacido en Ávila y habías dado clases a niños en Granada, todo ello dentro de España, era tu espíritu... como decírtelo... un espíritu del Hombre; del Hombre sin fronteras, ni razas; y, por lo tanto y como consecuencia, de la liberación del Hombre; y, por lo tanto y como consecuencia, de la miseria del Hombre; que quiere decir, sobre todo, de la clase obrera y de los pueblos más oprimidos del mundo.

Intentaste paliar el sufrimiento, poner un grano de arena en pos de la felicidad, a tu manera, de esos pueblos. Te comprometiste con el pueblo saharaui. Y por eso, en tu casa, disfrutaron, por ejemplo, algunos niños saharauis, a los que acogías, durante años; eras un hombre solidario; un hombre hospitalario; a nosotros también nos acogiste; nos diste hospitalidad; y no solo eso, cuando llegamos, desde Euskadi, a Castilla, hartos de estar allí, nos ayudaste.

Decimos hartos no porque estuvièramos hartos del pueblo vasco y su lucha; nunca se nos ocurriría hablar mal de ese pueblo, ni de sus 'borrokas' (luchadores), de sus 'abertzales' (patriotas), no; hemos admirado siempre su lucha, su resistencia; pero aun admirando su dignidad, su combate, esa no era nuestra lucha, ese no era nuestro anhelo; nosotros no éramos independentistas, ni 'abertzales', ni 'borrokas' en su sentido de la palabra, no; éramos luchadores por la República; nunca nos gustó esta monarquía, heredada del franquismo; hemos visto con desconfianza que, el jefe del estado, el rey, coronado por el dictador Franco, sea jefe de los ejércitos de tierra, mar y aire; porque, es un decir, si por una casualidad democrática ocurriera, como el 14 de abril de 1931, que el pueblo se manifestara por una república, ¿qué haría el jefe de los ejércitos de los ejércitos de tierra, mar y aire, que es jefe de estado y rey?... ¿se estaría quieto?...

Sabemos que esto, ahora, es una pregunta de ciencia ficción, pero ciencia en última instancia; de esto hablamos en numerosas ocasiones, ¿te acuerdas?... y por eso y por mas cosas éramos republicanos...

Pero nos hemos apartado, un poco, de nuestra llegada a Castilla donde tu nos acogiste...

Antes de seguir, amigo, compañero, camarada, José Mª Sánchez Hernández, tenemos que decir que, cuando hemos declarado nuestra admiración por el pueblo vasco y sus luchas, sus 'borrokas', sus 'abertzales', no nos estamos refiriendo a las acciones de Eta, que nunca hemos aprobado, por aquello que dice la Internacional de que 'ni en dios ni el reyes ni en tribunos está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor', nosotros mismos, pero no solo por eso sino porque sus atentados terroristas no hacen mas que fortalecer a la más negra reacción derechista, al españolismo más rancio; cuando hablábamos de esa admiración, nos estábamos refiriendo a sus tesón independentista, sus empeño en conservar su lengua, sus costumbres, su idiosincrasia...

Decíamos que, cuando nos acogiste, también nos aconsejaste, nos acompañaste para que no camináramos como extraños; y cuando nos vimos solos ante la represión del Director Provincial de Enseñanza, de cuyo nombre no queremos acordarnos, por haber publicado un artículo de opiníón, solo por eso, tú, con otros compañeros de CCOO, nos arropasteis; es más estuviste a nuestro lado cuando los inspectores, de la alta inspección del estado, se lanzaron como buitres a interrogarnos; y, por último, cuando la depresión nos hundió, por un tiempo, en un pozo oscuro, nos llamabas por teléfono, casi diariamente, animándonos a seguir, a no dejarnos derrotar así como así, del mismo modo que Sancho le aconsejaba a Don Quijote en el lecho de muerte, a no dejarse morir.

Y ahora amigo, compañero, camarada... nosotros no hemos podido hacer nada por ti... ya no vendrás nunca, jamás, a visitarnos como nos habías prometido, no acudirás ya más a ayudarnos, a aconsejarnos, a animarnos... porque la Muerte, la Gran Hija de los Dioses, vestida de negro o de blanco, descorazonadora siempre, con su guadaña llegó y sin ninguna piedad, te llevó.

¡Qué pena, madre, qué pena! Porque la primavera venía cortando trozos de hielo. Dejaba ya asomar tímidamente las flores. ¡Qué pena, madre, qué pena! Porque el 14 de Abril se acercaba. Y el Primero de Mayo estaba, con sus rojas banderas, a la vuelta del último recodo, con sus rojas banderas de dignidad y de combate. ¡Qué pena, madre, qué pena!... que antes de que todo estos acontecimientos primaverales llegaran a ocurrir, te derramaste para siempre...


Pero no te has ido, no, amigo, compañero, camarada, permanecerás en el recuerdo para derrota de esa Gran Hija de los Dioses, de esa impía guadañadora, porque este homenaje es un arma contra 'el olvido oxidado que todo lo entierra'.

Ya el 14 de Abril gritamos, en tu honor, un ¡Viva la República! Y este 1º de Mayo, sus rojas banderas de dignidad y de combate, de la lucha obrera y proletaria, flamearán en tu recuerdo. Y ahora, amigo, compañero, camarada, José Mª Sánchez Hernández, permítenos que para cerrar este recordatorio, nos dirijamos a tu compañera, a tu querida esposa Tere y a tu querido hijo Aitor, para, con palabras de otro camarada, del poeta Pablo Neruda, en su oda al 'Cactus de la Costa', os haga desterrar el desconsuelo, la desesperanza, la tristeza, la amargura, la soledad; decía así el poeta:

Oda al cactus de la costa (la ponemos aquí todo seguido, sin versos)


Pequeña masa pura de espinas estrelladas, cactus de las arenas, enemigo, el poeta saluda tu salud erizada: en invierno te he visto: la bruma carcomiendo el roquerío, los truenos del oleaje caían contra Chile, la sal tumbando estatuas, el espacio ocupado por las arrolladoras plumas de la tormenta, y tú, pequeño héroe erizado, tranquilo entre dos piedras, inmóvil, sin ojos y sin hojas, sin nidos y sin nervios, duro, con tus raíces minerales como argollas terrestres metidas en el hierro del planeta, y encima una cabeza, una minúscula y espinosa cabeza inmóvil, firme, pura, sola en la trepidante oceanía, en el huracanado territorio. Más tarde agosto llega, la primavera duerme confundida en el frío del hemisferio negro, todo en la costa tiene sabor negro, las olas se repiten como pianos, el cielo es una nave derribada, enlutada, el mundo es un naufragio, y entonces te escogió la primavera para volver a ver la luz sobre la tierra y asoman dos gotas de la sangre de su parto en dos de tus espinas solitarias, y nace allí entre piedras, entre tus alfileres, nace de nuevo la marina primavera, la celeste y terrestre primavera. Allí, de todo lo que existe, fragante, aéreo, consumado, lo que tiembla en las hojas del limonero o entre los aromas dormidos de la imperial magnolia, de todo lo que espera su llegada, tú, cactus de las arenas, pequeño bruto inmóvil, solitario, tú fuiste el elegido y pronto antes de que otra flor te desafiara los botones de sangre de tus sagrados se hicieron flor rosada, pétalos milagrosos. Así es la historia, y ésta es la moral de mí poema: donde estés, donde vivas, en la última soledad de este mundo, en el azote de la furia terrestre, en el rincón de las humillaciones, hermano, hermana, espera, trabaja firme con tu pequeño ser y tus raíces. Un día para tí, para todos, saldrá desde tu corazón un rayo rojo, florecerás también una mañana: no te ha olvidado, hermano, hermana, no te ha olvidado, no, la primavera: yo te lo digo, yo te lo aseguro, porque el cactus terrible, el erizado hijo de las arenas, conversando conmigo me encargó este mensaje para tu corazón desconsolado. Y ahora te lo digo y me lo digo: hermano, hermana, espera, estoy seguro: No nos olvidará la primavera.
-------


(*) Nota:
Este texto es una ampliación de las palabras que pronunciamos en el homenaje a José Mª Sánchez Hernández. Todo esto nos hubiera gustado decir. Y aunque lo esencial lo leímos, hubo algunas cosillas que se nos quedaron en la mente y aquí dejamos constancia escrita de ellas. Tampoco leímos la oda entera, sólo los 7 últimos versos, como hubiera sido nuestro deseo de haber sabido, con más tiempo, que este homenaje se iba realizar. Aquí la pones completa.


viernes, 25 de abril de 2008

Palabras en el homenaje a José Mª Sánchez Hernández

Hola Yolanda, como te dije esta mañana, a esa hora no podemos ir. Y lo sentimos. A mi esposa, además, le cuesta ahora andar porque tiene dolores en el pie derecho. De modo que todo se une para impedir asistir a ese justo homenaje a un buen hombre, compañero amable, amigo sin tacha y camarada donde los haya. Comunicárselo a su mujer e hijo.


He escrito estas palabras que van a continuación por si consideráis oportuno leerlas:


"Cuando José Luis, el compañero de CCOO, me comunicó por teléfono la noticia de su muerte se me puso un nudo en la gargante y no supe qué decir.
Ahora, si, ahora quiero decirte unas cosas, José Mª Sánches Hernández, amigo, compañero, camarada (así me llamabas, porque lo éramos por encima de siglas, de partidos, de bandos, de banderías vividoras de política), José Mª Sánchez Hernández, sentías, sentíamos, como una bofetada en el rostro las injusticias del mundo.

Tú intentaste paliar el sufrimiento, poner un grano de arena en pos de la felicidad de los pueblos, a tu manera. Te comprometiste con la clase obrera y los pueblos oprimidos. Y por eso en tu casa disfrutaron algunos niños saharauis a los que acogiste durante años; eras un hombre solidario; un hombre hospitalario; a mi también me acogiste; me diste hospitalidad; y no solo eso, cuando llegué de lejos me ayudaste, me aconsejaste, me acompañaste para que no caminara como un extraño; y cuando me vi solo ante la represión del Director Provincial, tú, con otros compañeros de CCOO (no todos, sería una exageración por mi parte), me arropaste; también estuviste a mi lado cuando los inspectores, de la alta inspección del estado, acudieron a interrogarme; por último, cuando la depresión me hundió, durante un tiempo, en un pozo oscuro, me llamabas por teléfono, casi diariamente, animándome a seguir, a no dejarme derrotar; a seguir luchando.

Ahora amigo, compañero, camarada... ya no vendrás nunca, jamás, a visitarme, a ayudarme, a aconsejarme, a animarme... porque la Muerte, la Gran Hija de los Dioses, vestida de negro o de blanco, desmoralizadora siempre, con su guadaña llegó y sin piedad alguna, te llevó.

¡Qué pena, madre, qué pena! Porque la primavera venía cortando trozos de hielo. Dejando asomar tímidamente las flores. ¡Qué pena, madre, qué pena! Porque el 14 de Abril se acercaba. Y el Primero de Mayo estaba, con sus rojas banderas, a la vuelta del último recodo, con sus rojas banderas de dignidad y de combate. ¡Qué pena, madre, qué pena!...

Pero no te has ido amigo, compañero, camarada, permanecerás en el recuerdo para derrota de esa Gran Hija de los Dioses, porque este homenaje es un arma contra 'el olvido oxidado que todo lo entierra'.

Ya el 14 de Abril grité en tu honor un ¡Viva la República! Y el 1º de Mayo, sus rojas banderas de dignidad y de combate flamearán en tu recuerdo. Y ahora, amigo, compañero, camarada, José Mª Sánchez Hernández, ya lo escribió otro camarada en una oda, el camarada Pablo Neruda: 'Y ahora /te lo digo /y me lo digo:/hermano, hermana,/espera,/estoy seguro:'/No nos olvidará la primavera.'


...


Me comunicaron la noticia de su muerte cuando leía un poema de Thomas Rahandraha titulado El Poeta que termina de la siguiente manera y os lo pongo aquí como notas de un recuerdo final para el amigo, compañero, camarada...


"hablarás
a ellos también, le dirigirás la palabra
hasta los confines de mares y noches
para que venga el alba, para que brote el día
y que de nuevo para ellos
fluyan cánticos nuestras fontanas
y manen savia nuestros bosques
para que estériles o feraces
nuestras montañas sean
para que la tierra sea
y fervor nuestros anhelos
y lealtad nuestros corazones
y hombres nuestros varones
tu ser es palabra que reconcilia con la vida
habla..."




viernes, 18 de abril de 2008

José María Amigo Zamorano: Una Meada en la Ópera

Una meada en la ópera

Fue un acontecimiento muy comentado en la ciudad: La ópera fue un fracaso ruidoso, nunca mejor dicho. La noticia corrió de boca en boca: cuando llegó al cenit de dramatismo todo el público prorrumpió en una sonora carcajada. Sin embargo, los cantantes siguieron como si nada hubiera ocurrido. Eso si, un poco corridos por la vergüenza.

Los espectadores, a veces, quedaban en silencio. Pero en cuanto salía a escena el nuevo cantante, la hilaridad no podía contenerse en su magín y salía desbordando por donde le daba la gana.

Una señora con sombrero de plumas azules y vestido de terciopelo del mismo color, de variante azul prusia, se puso roja como un tomate y... rió, rió y rió y... no pudiendo contener sus esfínteres se orinó, se orinó y se orinó.

Se meó, como se dice vulgarmente, patas abajo. Y no encontró otra forma de disimularlo que ponerse en pie para que el líquido y cálido elemento resbalara piernas abajo en dirección al suelo del patio de butacas, sin empapar su azulada y prusiana vestimenta de terciopelo.

Ese gesto fue imitado por otras excelsas damas quienes, sin duda, se hallaban en situación de urgente micción.

Provocaron, asi, que sus acompañantes y el resto del público se levantara de sus asientos para reir con mas comodidad y mear más a gusto sin estropear sus burgueses o aristocráticos oropeles.

De modo que la risa se hizo más sonora. Mas estruendosa.


El cantante, que no entendía esa risa escandalosa y tan general cuando atacaba el solo dramático de un dolor casi infinito por la muerte de su amada, recogió su voz con arrojo, con valentía, como en un puño y la lanzó adelante, hacía esos atildados burgueses y aristócratas en un torrente sublime, en una cascada de tonalidades que hizo historia en el arte del bel canto.

Pero eso... sería más tarde, mucho más tarde.


Ahora la risa se enseñoreaba de las enjoyadas señoras y de los rechonchos y calvos señores que se regocijaban con el tic del cantante.


Éste había sido contratado recientemente, tras una dura selección y un fatigoso casting. Los responsables se alegraron de haber descubierto un artista sobresaliente de entre el pueblo más pobre. Y así lo habían presentado ante la sociedad: una piedra preciosa surgida del barro. Le dieron, en esta ópera, un papel que, aunque secundario, era fundamental en el desarrollo de los acontecimientos del drama operístico.


Sólo la desgracia para él vino a torcer su arte. Cuando, como ya hemos dicho, iba a comenzar su lamento amoroso, los nervios se mostraron de la manera más cruel y grotesca transformando su boca y uno de sus ojos en un rictus y temblor incontenible sin que él fuera consciente. Y, de la fiereza que debería tener su rostro tiznado de negro, su cara rupestre, se transformó en una incomparable careta cómica.


Los espectadores ya no se sentaron.


Terminó la función entre risas, en parte por la faz del cantante y en parte por la comicidad de sus meadas. Burguesas y aristocráticas, pero meadas al fin.

Cuando el local se vació, todo él se llenó, inmediatamente, del olor de los meados.


El cantante se quedó sin trabajo, volvió al barro y lloró en brazos de su mujer e hijos. No volvió a saberse nada de él.


Pasados unos nueves meses muchas damas parieron. Y si uno tiene la curiosidad de acercarse al juzgado, para leer los nombres de los niños nacidos ese año, verá que muchos de ellos tienen nombres de personajes de la ópera representada aquel día de la gran risotada.


Ahora, como se hizo un registro sonoro de la opera, se reconoce, toda ella, y sobre todo el solo dramático, como una verdadera joya de arte.

Los burgueses y aristócratas compran la grabación, añorando aquella meada en la ópera.

Y se ríen.

jueves, 17 de abril de 2008

Aimé Césaire muere a los 94 años


HA FALLECIDO A LOS 94 AÑOS
Césaire Aimé: el poeta de Martinica que formó parte del movimiento de la 'negritud'
Se negó a reunirse con Sarkozy cuando éste era ministro del Interior francés
Defendió la identidad cultura africana tanto en su vida literaria como política


Aimé Césaire, promotor de la identidad cultural negra. (Foto: AFP)
Actualizado jueves 17/04/2008 16:23

EFE
PARÍS.- El poeta y político de Martinica Aimé Fernand David Césaire (1913), fallecido a los 94 años de edad hoy jueves 17 de abril de 2008, pasará a la historia por haber puesto su actividad literaria al servicio de sus ideas, profundamente anti-coloniales y definidas en el término de 'negritud'.
El concepto lo utilizaría por primera vez en su libro de poemas 'Cahier d'un retour au pays natal' ('Cuaderno del retorno al país natal', 1947), afirmando que "soy de la raza de los oprimidos". Lo hacía afinado en el contacto con otros estudiantes de colonias francesas, como el senegalés Léopold Sédar Senghor -padre de la independencia de Senegal- y el guayanés Léon-Gontran Damas.
Además de ese emblemático libro, la publicación en 1950 de su 'Discurso sobre el colonialismo', amplificó el eco de sus posiciones en el Caribe y África, además de contribuir a dar a su obra un carácter universal.
Césaire entendía la 'negritud' como una reacción a la asimilación cultural que imponía el colonialismo francés y como un fomento del sustrato africano de la cultura de su tierra, desprestigiado por el racismo colonial blanco.
En la defensa de esos valores empeñó parte de su vida, tanto en su literatura, centrada en la poesía -aunque también cuenta con piezas de teatro, ensayos y obras históricas- como en su dilatada carrera política.
Su entrada en política se produjo de la mano del Partido Comunista Francés (PCF), con el que conquistó en 1945 la alcaldía de Fort-de-France, un puesto que no abandonó hasta 2001. En la actualidad ostentaba todavía el cargo de alcalde honorario de la ciudad.
Descontento con la posición del PCF frente a la revuelta de Hungría, dejó la formación en 1956, un año antes de fundar el Partido Progresista Martiniqués (PPM), con el que reivindicaba la existencia de una comunidad martiniquesa y apostaba por una amplia autonomía, no por la independencia.
De su puño y letra salió la ley que transformó en departamentos franceses las antiguas colonias ultramarinas Martinica, Guadalupe, Guayana y Reunión, una labor que le valió críticas entre los sectores independentistas de su isla.
Entre 1946 y 1993 fue elegido y reelegido por la circunscripción de Martinica diputado en la Asamblea Nacional francesa, en la que primero estuvo con el PCF, posteriormente con los no inscritos y, desde 1978, con el Partido Socialista.
Respetado en Martinica y en la Metrópoli, Césaire mantuvo su posición anti-colonial hasta los últimos días de su vida.
En 2005 expresó de forma pública su oposición a una ley que reconocía el papel positivo de la presencia francesa en Ultramar por considerarlo colonialista y, por ello, se negó a reunirse con el entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy.


martes, 8 de abril de 2008

Jean-Joseph Rabearivelo: Viejas canciones de Imérina


Jean-Joseph Rabearivelo


Viejas canciones de Imérina
(Traducción de Rogelio Martínez Furé)


Si yo fuera hormiga treparía; si fuera pájaro, volaría y sería cual otra rama en la cima de ese árbol, y de allí intentaría ver de lejos a la hija del hombre: ¿estará enferma, estará sufriendo? Hace ya bastante tiempo que no se la ha visto.



Vieilles chansons des pays d'Imérina

martes, 1 de abril de 2008

Una nueva revista de Zamora: TZ, un estilo de vida

2008. Abril.
Estamos como se ve comenzando el siglo XXI. Esto se tiene que dar a conocer pronto de una forma u otro. No porque creamos que los principios de siglo marquen trayectorias, no. Lo mismo que sabemos que las fronteras tampoco hacen que, de por si, las naciones se diferencien por esa línea artificial. No. Simplemente produce en las mentes un efecto de cuestionamiento del tiempo pasado. Una especie de examen de conciencia de dónde venimos y que es lo que hemos hecho. Es natural que se vean lagunas, errores, o sencillamente cansancio por la repetición, hasta el aburrimiento, de lo que tenemos. Del ensalzamiento de las glorias pasadas. Ese repaso de lo que tenemos, de lo que nos rodea, nos hace descubrir lo nuevo, lo que surge, lo que ha ido brotando y pasaba inadvertido hasta que cobraba importancia tan notoria que nos hemos visto obligados a observarlo casi a la fuerza.
Algo de esto le debe de haber pasado a un grupo de personas de Zamora que acaban de sacar a luz una nueva revista rotulada 'TZ' (Todo Zamora) 'un estilo de vida'. En su editorial explican que quieren 'retratar una zamora dinámica que mira hacia el futuro'. De modo que recogerán tendencias y estilos de vaguardia; también tratarán acerca del vino siendo, como es, la tierra zamorana en parte vinícola; estará presente el deporte y deportistas de élite; el mundo del motor; o la formación continua del sector empresarial...
En resumen: quiere ser espejo de Zamora, sin olvidar, advierten, la memoria y las tradiciones de la tierra.
¿Qué mejor manera de ojear la revista que enseñando el sumario? Ninguna.
Aquí lo tienen:
4. Un renacentista (en la Zamora del siglo XXI)
10. El artista (en su rincón del siglo XVI)
16. Mascaradas de invierno (la Zamora mágica)
22. Cinco joyas (de la tapicería gótico-flamenca en la catedral de Zamora)
28. TZ de compras.
30. INZAMAC (Zamora en el exterior)
36. Nuevas terapias de salud.
40. Petra (octava maravilla del mundo)
46. C-CROSSER (confort y versatilidad)
52. TZ de restaurantes.
54. Nuevo plan contable.
58. ZAMARAT (chicas que vuelan alto)
62. Miranda do douro (ciudades de nuestro río)
64. Cómo nos ven.
66. Lo mejor del trimestre.
Al abrir la revista encontramos una entrevista al arquitecto Francisco Somoza; para inmediatamente visitar al artista Antonio Pedrero; sin soloución de continuidad nos introducen en el carnaval más añejo, más mágico, con sus máscaras casi de aldea africana.
Y del mundo pagano del carnaval al de las tapicerías gotico-flamencas de la catedral de Zamora. Quizás en algún número se atrevan a enseñarnos los grabados eróticos de los sillones de los canónigos de la catedral. Nosotros los vimos una vez en una revista y luego en la exposición 'Las ciudades del hombre'.
Mas adelante nos descubren una empresa de control de calidad cuyo radio de acción llega a Portugal y atravesando el charco hasta Bolibia y Chile; y para la vuelta del viaje y por si estamos revueltos del viaje una mirada a terapias de salud como la reflexioterapia; y vuelta a viajar: en este caso a una ciudad del río Duero, la portuguesa Miranda do Douro, porque saben, no hay duda, que Zamora ha mirado siempre al Duero y parte de su porvenir se halla en él.
El coche, la gastronomía, hasta la contabilidad, el baloncesto...
Supongo que les habrá extrañado un artículo. Seguro. Claro el que reza 'Petra, octava maravilla del mundo'. Pues sí. A mí también. No, no se trata de un lugar de Zamora. Es la Petra del Oriente. La fue a visitar Concha Pelayo, una de las almas de esta nueva revista. Volvió encantada. Y nosotros encantados de leer su viaje y su revista.

viernes, 28 de marzo de 2008

Los poetas negros de Orfeo Negro

Los poetas de Orfeo Negro

Los poetas nombrados en la antología que prologa con su Orfeo Negro Sartre son los siguientes:

León G. Damas:
nacido en la Guayana en 1912. Autor de Pigments (GLM., 1937), Graffiti y Black Label.

Gilbert Gratiant:
martiniqueño, nacido en 1901. Autor de Poemes en vers faux (1931)

Étienne Lero:
de la Martinica, nacido 1909 y muerto en París en 1939. Fundador de Légitime Defense. Autor de numerosos poemas.

Aimé Césaire:
martiniqueño. Diputado a la Asamblea Nacional francesa. Publicó Cahier d'un retour au pays natal (Bordas), Les armes miraculeises (Gallimard), Soleil cou coupé (K. éditer)

Guy Tirolien:
de Guadalupe. Nació en 1917.

Paul Niger:
igualmente guadalupeño. Nacio en 1917.

León Laleau:
nació en Haití en 1892. Diplomático. Ha escrito: La flèche au coeur (Parville, 1926), Musique nègre, Ondes courtes, Orchestre (Divan, 1931, 1933, 1937)

Jacques Roumain:
nacido en 1907 y muerto en 1944. Dejó Blois d'Ébene (1945) y Sale negre.

Jean Briere:
nacido en 1909. Autor de Le petit Soldat (1930), Chansons secrètes (1932), Black Soul (1947)

René Belance:
nacido en 1915. Escribió Luminaaires (1941), Survivances (1944), Épaule d'Ombre (1945)

Leopold Sédar Senghor:
nacido en el Senegal en 1906. Ex ministro de la República Francesa. Autor de Chants d'Ombre (Editions du Seuil, 1945), Hosties Noires (Idem, 1948), Chants pour Naett (Pierre Seghers)

David Diop:
nacido en Francia, de padre senagalés y madre camerunesa.

Jean-Joseph Rabéarivelo:
nacido en 1931 y muerto en 1937. Autor de La coupe de cendres (1924), Sylves (1927), Volumes (1928), Vientos de la mañana (Rio de Janeiro), Traduit de la Nuit (Editions de Mirages, Tunis, 1935), Vieilles chansons de pays d'Imerina (Tananarive, 1939)

Jacques Rabémananjara:
malgache, nacido en 1913. Autor de Aux confins de la nuit (Madagascar), Sur les marches du soir (Gap, 1940), Les dieux malgaches (París, 1942), Lyre a sept cordes...

Flavien Ranaivo:
malgache también. Autor entre otras de L'Ombre et le vent (Tananarive, 1947)

Estos son los poetas que aparecen en la antología recopilada por Leopold Sedar Senghor a la que hizo un prólogo titulado Orfeo Negro Jean-Paul Sartre y que hemos colgado en este blog.

jueves, 27 de marzo de 2008

Jean-Paul Sartre prologa a poetas negros: ORFEO NEGRO

Orfeo negro

por Jean Paul Sartre

I. - PROPOSICIONES

Pero... ¿qué creíais?... ¿Qué aguardábais escuchar, una vez apartado el bozal, a esas bocas negras?... ¿Pensabais que se pondrían a cantaros loas de alabanza a vosotros?... ¿O que veríais o leeríais en sus ojos la idolatría cuando esas testas se izaran, esas cabezas que vuestros progenitores, por la fuerza, habían inclinado hasta el suelo?...
He aquí unos hombres negros, levantados frente a nosotros, que nos miran; os convido a sentir, como yo, la sensación de ser observados. Porque el blanco ha disfrutado durante tres mil años de la prerrogativa de ver sin ser atisbado; era mirada sin macula; la luz de sus ojos extraía cada cosa de la sombra originaria. La blancura de su piel era también una mirada, luz sintetizada. El varón de raza blanca, blanco porque era varón, blanco como el día, como la verdad, como la virtud, alumbraba la creación como una antorcha. Descubría el fondo oculto, y blanco, de los seres.
Ahora esos hombres negros nos observan, nos miran, y nuestra mirada se reatrae en nuestros ojos; unos faros negros, a su vez, alumbran el universo, y nuestras caras blanquecinas ya no son más que unos pobres farolillos movidos por el aire. Un poeta negro(1), sin ocuparse siquiera de nosotros, murnura a la hembra que ama:

Mujer desnuda, mujer negra,
vestida de tu color que es vida...
Mujerr desnuda, mujer oscura,
fruto maduro de carne prieta, sombríos extasis de vino negro... (2)

y nuestra blancura nos parece un extraña pintura descolorida que impide a nuestra piel respirar: una armadura blanca, gastada en los codos y en las rodillas, bajo la cual, de poder quitárnosla, encontraríamos la verdadera carne humana, la carne de color de vino negro.
Nos creemos sustanciales al mundo, los soles de sus cosechas, las lunas de sus mares; sólo somos las bestias de su fauna. Ni siquiera bestias:

Esos señores de la urbe
esos señores como es debido
que ya no saben danzar de noche al claro de luna
que ya no saben caminar sobre la crne de sus pies
que ya no saben conntar cuentos en las veladas... (3)

Éramos antiguamente europeos de derecho divino. Pero ya sentíamos desmoronarnos nuestra dignidad bajo las miradas yanquis y soviéticas. Europa no era más que un accidente geográfico, la península que Asia lanzaba hacia el Atlántico. Al menos, confiábamos en recobrar un poquito de nuestra grandeza en los ojos domesticados de los africanos. Pero ya no hay ojos domesticados: hay miradas salvajes y libres que valoran nuestra tierra. Hay un negro que vagabundea:

Hasta el fin de
la eternidad de sus avenidas sin fin
con pesquisas... (4)

Y otro que vocea a sus hermanos:

Ay, ay, la Europa arácnida mueve sus dedos
y sus falanges de navíos... (5)

Escuchad:

el silencio cazurro de esta noche de Europa... (6)

donde

nada hay que el tiempo no deshonre. (7)

Un negro escribe:

Montparnasse y París, Europa y sus tormentos sin fin,
nos obsesionan a veces como recuerdos o como pesadillas... (8)

Y de improviso, a nuestra propia consideración, Francia es foránea. Ya no existe más que una remembranza, una alucinación, una neblina blanca que queda en el fondo de almas soleadas, un país suburbano torturado en el que no es agradable morar. Ha seguido hacia el norte, anclado próximo a Kamchatka. Ahora lo esencial es el sol, el sol de los trópicos y el mar ‘piojoso de islas’, y las rosas de Imangue, y los lirios de Iarive, y los volcanes de la MARTINICA. El Ser es negro, el Ser es de fuego, nosotros somos fortuitos y remotos, debemos justificar nuestros hábitos, nuestras técnicas, nuestra palidez de muchedumbres mal cocidas, y nuestra flora verde grisácea.
Esas miradas plácidas y mordientes nos roen hasta los huesos:

Escuchad el mundo blanco
Horriblemente exhausto de su esfuerzo inmenso
Sus articulaciones rebeldes crujir bajo las estrellas duras
Sus rigideces de acero azul horadando la carne mística
Escucha sus victorias trompetear sus derrotas
Mira su lamentable traspié y sus solemnes ficciones.
Piedad para nuestros vencedores omniscientes e ingenuos. (9)

Henos aquí terminados. Nuestros triunfos, tripas al aire, dejan ver sus vísceras, nuestro secreto fracaso. Si deseamos hacer explotar esta finitud que nos encarcela, ya no podemos contar con las prerrogativas de nuestra raza, de nuestro color, de nuestras técnicas. No podremos aliarnos a ese conjunto del que nos exilian esos ojos negros, sino quitándonos nuestras cotas blancas para tratar de ser, simplemente, hombres.
Pero si estas poesías nos sonrojan no es porque se empeñen. No han sido creados para nosotros: todos aquellos, los colonos, sus secuaces, que lean estos poemas, creerán leer, mirando por encima del hombro del otro, una misiva que no les está dedicada. Los poetas negros se dirigen a otros poetas negros, para hablarles de los negros; su poesía no es mordaz ni insultante: es una toma de conciencia.
“Entonces –dirán ustedes-, ¿por qué debería atraernos sino como documento? No podemos introducirnos en ella”. Yo querría enseñar por qué sendero se encuentra aproximación a ese mundo de lignita, y cómo esta poesía, cuya primera apariencia es racial, es finalmente una canción de todos y para todos.
En resumen, hablo aquí a los blancos, y querría explicarles lo que los negros saben ya: por qué debía ser obligatoriamente a través de una experiencia poética, cómo el negro, en su coyuntura actual, tomaría conciencia de sí mismo. Y, al revés, por qué la poesía negra de lengua francesa es, hoy en día, la única gran poesía revolucionaria.

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Notas:
(1)Todas las citas corresponden a poesías metidas en el libro antológico ‘La nouvelle poésie negre et malgache de langue française’, de Léopold Sédar Senghor (Edita Presses Universitaires de France, París, 1948)

(2) “Femme nue, femme noire
Vétue de ta coleur qui est vie…
Femme nue, femme obscure,
Fruit mur à la chair ferme, sombres extases de vin noir.”
Senghor

(3) “Ces Messieurs de la ville
Ces Messieurs comme il faut
Qui ne savent plus danser le soir au clair de lune
Qui ne savent plus marcher sur le chair de leur pieds
Qui ne savent plus conter les contes aux veillées…”
Tirolien

(4) “jusqu’au bout de
L’èternité de leurs boulevards sans fin
À flics…”
Damas

(5) “Hèlas! Hèlas! L’Europe arachnéene bouge ses doigts
Et ses phalanges de navires…”

(6) “le silence sournois de cette nuit d’Europe…”
Senghor

(7) “il n’est rien que le temps ne déshonore.”
Rabemananjara

(8) “Montparnasse et Paris, l’Europe et ses tourments sans fin
Nous hanterons parfois comme des souvenirs ou comme des malaises…”

(9) “Écoutez le monde blanc
Horriblement las de son effort immense
Ses articulations rebelles craquer sous les étoiles dures,
Ses raideurs d’acierbleu transperçant le chair mystique
Écoute ses victories proditoires trumpeter ses défaites
Écoute aux alibis grandiose son piètre trébuchement
Pitié pour nos vainqueurs omniscients et naïfs.”
Césaire

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II.-POESÍA Y REVOLUCIÓN

El proletariado blanco raramente utiliza el lenguaje poético para hablar de sus sufrimientos, de sus iras, del orgullo que le inspira su condición; y ello no es por azar. Y yo no creo, tampoco, que los trabajadores estén menos ‘dotados’ que nuestros hijos de familia: el ‘don’, esa gracia eficaz, pierde toda significación cuando se pretende decidir si está más difundido en una clase que en otra clase. Tampoco cabe pensar que la dureza del trabajo le quite la fuerza de cantar: los esclavos también echaban los bofes, pero conocemos cantos de esclavos.
Es preciso reconocerlo, pues: son las circunstancias actuales de la lucha de clases las que retraen al obrero de expresarse poéticamente. Oprimido por la técnica, quiere ser técnico porque sabe que la técnica será el instrumento de su liberación: sabe que si un día ha de poder controlar la administración de las empresas, sólo alcanzará ese objeto por medio de un saber profesional, económico y científico. Tiene, de lo que han llamado Naturaleza los poetas, un conocimiento profundo y práctico, pero la recibe por las manos antes que por los ojos: La Naturaleza es para él La Materia, esa resistencia pasiva, esa adversidad hipócrita e inerme que él trata con su herramienta. Y La Naturaleza no canta.
Al mismo tiempo, la fase actual de su lucha exige de él una acción continua y decisiva: cálculo político, previsiones exactas, disciplina, organización de masas. Racionalismo, materialismo, positivismo: esos grandes temas de su batalla diaria son los menos propicios a la creación espontánea de mitos poéticos. El último de esos mitos, la famosa ‘noche roja’, ha retrocedido ante las necesidades de la lucha: hay que concentrarse en los más inmediato, ganar esta posición, aquella otra, hacer elevar ese salario, decidir esta huelga de solidaridad, esa protesta contra la guerra de Indochina: solo la eficacia cuenta.
Y sin duda, la clase oprimida debe, ante todo, tomar conciencia de si misma. Pero esa toma de conciencia es exactamente lo contrario de una inmersión en nosotros mismos, tratase de reconocer en la acción, y por ella, la situación objetiva del proletariado, que puede definirse por las circunstancias de producción o de la distribución de bienes. Unidos y simplificados por una opresión que se ejerce sobre todos y cada uno, por una lucha común, los trabajadores no conocen apenas las contradicciones internas, que si bien fecundan la obra de arte, fañan la praxis. Conocerse es, para ellos, situarse con respecto a las grandes fuerzas que los rodean, determinar el sitio exacto que ocupan en su clase y la función que desempeñan en el Partido.
El lenguaje mismo que emplean está desprovisto de esos cerrojos falseados, de esa impropiedad constante y ligera, de ese juego de las trasmisiones que crean el Verbo poético. En su oficio emplean términos técnicos y bien determinados. En cuanto al lenguaje de los prtidos revolucionarios, Brice Parain ha demostrado que es pragmático: sirve para trasmitir órdenes, consignas, informaciones; si pierde su rigor, el Partido se deshace. Todo ello tiende a la eliminación del sujeto, cada vez más rigurosa. En cambio, es preciso que la poesía siga siendo irreductiblemente subjetiva.
El proletariado careció de una poesía que fuera social y a la vez reconociera sus fuentes en la subjetividad; que fuera social en la medida exacta en que era subjetiva; que radicara en una derrota del lenguaje, pero fuera, con todo, tan exaltante, tan comúnmente entendida como la consigna más precisa, o como el “Proletarios de todos los países, uníos”, que se lee en las puertas de la Rusia Soviética. A falta de ello, la poesía de la revolución futura ha quedado en manos de jóvenes burgueses bien intencionados, que abrevan su inspiración en sus contradicciones psicológicas, en la antinomia de su ideal y de su clase, en la incertidumbre del viejo lenguaje burgués.
El negro, como el trabajador blanco, es víctima de la estructura capitalista de nuestra sociedad. Esa situación le revela su estrecha solidaridad, por encima de las diferencias de color, con ciertas clases de blancos oprimidos como él, y lo incita a proyectar una sociedad sin privilegios, en la cual la pigmentación de la piel será considera un simple accidente. Pero, si la situación es una misma, aparece circunstanciada según la historia y las condiciones geográficas: el negro es víctima de dicha circunstancia, en tanto que negro, como indígena colonizado o africano deportado. Y puesto que es oprimido en su raza, por causa de ella, es de su raza, ante todo, de lo que debe cobrar conciencia. A quienes, durante siglos, trataron vanamente de reducirlo al estado de bestia, porque era negro, él debe obligarlos a reconocerlo hombre.
No hay aquí escapatoria, no hay malabarismo, no hay ‘paso de líneas’ que él pueda imaginar: un judío, blanco entre los blancos, puede negar su condición de judío, declararse un hombre entre los hombres. El negro no puede negar que es negro ni reclamar para él una abstracta humanidad incolora: es negro. Está pues acorralado en la autenticidad: insultado, sometido, se yergue, recoge la palabra ‘negro’ que se le ha lanzado como una piedra, y se reivindica como negro frente al blanco, en el orgullo.
La unidad final que congregará a todos los oprimidos en el mismo combate, debe ser precedida, en las colonias, por lo que llamaré el momento de la separación, o de la negatividad. Ese racismo antirracista es el único camino que pueda conducir a la abolición de las diferencias de raza. ¿Cómo podría ser de otro modo? ¿Pueden los negros contar con la ayuda del proletariado blanco, lejano, absorto en sus propias luchas, antes de unirse ellos y organizarse sobre su propio suelo? ¿Y no se necesita, acaso, todo un trabajo de análisis para vislumbrar la identidad de los intereses profundos, bajo la diferencia manifiesta de las condiciones de vida, puesto que el obrero blanco, a pesar de si mismo, aprovecha un poco de la colonización? Por bajo que sea su nivel de vida, sin la colonización sería aun más. Y, en todo caso, es menos cínicamente explotado que el jornalero de Dakar o de Saint-Louis.

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III. - LA CULTURA BLANCA


Mas la negritud que los poetas negros desean sacar de las profundidades abisales a la luz, no cae por sí sola bajo la mirada del alma: en el alma nada está dado. El vocero del alma negra pasó por las aulas blancas, según ley de bronce que niega al sometido todas las herramientas que no robe él mismo al subyugador: es el encontronazo de la cultura blanca cómo ha pasado su negritud de la existencia inmediata al estado de la reflexión. Aunque, al mismo tiempo, ha dejado más o menos de vivirla. Al escoger por verse como es, se ha escindido, no se ajusta ya consigo mismo. Y, al contrario, cabalmente porque ya estaba desterrado de sí mismo se ha impuesto esa obligación de declarar.Empieza, por tanto, con el destierro. Un destierro doble: del destierro de su corazón da el de su cuerpo una postal espléndida. Está casi siempre en Europa, en el frío, metido entre multitudes grises: sueña con Port-au-Prince, con Haití. Pero no basta: ya en Port-au-Prince estaba desterrado. Los negreros han secuestrado a sus padres de África, y los han separado. Y todos los versos, excepto los que se escriben en África, nos entregan la misma geografía mística. Un hemisferio: en el nivel más bajo, según el primero de tres círculos concéntricos, se halla la tierra del exilio, del destierro, la Europa incolora. Viene el círculo deslumbrante de las islas y de la niñez que bailan la ronda alrededor del Africa; el África, último círculo, ombligo del mundo, fundamento de toda la poesía negra, el África fulgurante, encendida, empapada de aceite como una piel de serpiente, África del fuego y la lluvia, abrasadora y profunda, África espectro vacilante como una llama, entre el ser y la nada, más verdadera que 'las eternas avenidas con pesquisas', pero ausente; descomponiendo Europa por sus rayos negros y, sin embargo, oculta, fuera del alcance. África, continente imaginario. La inaudita fortuna de la poesía negra consiste en que los afanes del indígena colonizado encuentran símbolos evidentes y grandiosos que basta con profundizar y meditar sin tregua: el destierro, la esclavitud, la pareja Europa-África, y la gran división maniqueista en negro y blanco. Ese exilio ancestral de los cuerpos menciona al otro exilio, al otro destierro: el alma negra es un Africa de la que el negro está desterrado en medio de los helados buildings de la cultura y de la técnica blancas. La negritud a la vez presente y huidiza le embelesa, lo acaricia, él se restriega contra su ala sedosa. Y ella late, desplegada a través de él como su profunda memoria y su exigencia más alta, como su infancia enterrada, traicionada, y la infancia de su raza y la llamada de la tierra; como el hormigueo de los instintos y la invisible simplicidad de la Naturaleza; como la pura herencia de sus antepasados y como la Moral que debería unificar su vida truncada.
Pero tan pronto como se vuelve hacia ella para mirarla a la cara, se disipa en humo; entre ella y él se interponen las murallas de la cultura blanca, la ciencia de ellos, las palabras de ellos, las costumbres de ellos:

Devolvedme mis muñecas negras, que juegue yo con ellas
los ojos inocentes de mi instinto
abrigarme de sus leyes
recobrar mi coraje
mi audacia
sentirme yo
nuevo yo de lo que era ayer
ayer
sin complejidad
ayer
cuando llegó la hora del descuaje...
ellos robaron mi espacio (1)

Empero habrá que derribar las murallas de la cultura-cárcel: habrá que regresar algún día al África. Así se agrupan sólidamente, en los trovadores de la negritud, el tema del retorno al país natal y el de la vuelta a los avernos fulgentes del alma negra. Se trata de una búsqueda, de un sistemático desnudarse; y de una ascesis a la que suma un impulso constante de profundización. Nombraré órficos a estos poemas, porque esa infatigable bajada del negro me hace pensar en Orfeo cuando va a reclamar Eurídice a Plutón. Por una suerte poética excepcional, cuando se deja a sus delirios, cuando se revuelca en la tierra como un poseído, embrujado de sí mismo, cuando canta sus rabias, sus amarguras o sus rencores, cuando muestra sus llagas, su vida rota entre la 'civilización' y el viejo poso negro, presentándose en suma el más lírico, el poeta negro logra más, seguramente, el nivel de la gran poesía colectiva.
Al hablar así de si mismo, lo hace por todos los negros. Cuando parece ahogado por las serpientes de nuestra cultura es más revolucionario, porque, entonces, se pone a destruir metódicamente lo adquirido, lo europeo, y esa aniquilación espiritual representa la gran vigilia de armas futura, para la cual los negros destruirán sus barrotes. Un solo ejemplo servirá para alumbrar esta última observación.
La mayor parte de las minorías étnicas, en el siglo XIX, al mismo tiempo que combatían por su independencia, trataron, apasionadamente, de resucitar sus lenguas nacionales. Para llamarse irlandeses o húngaros, es preciso sin duda pertenecer a una comunidad que disfrute de una amplia autonomía económica y política; pero, para ser irlandés, es imprescindible pensar en irlandés. Los caracteres propios de una sociedad corresponden exactamente a las locuciones intraducibles de su lenguaje. Pero lo que puede comprometer el trabajo de los negros por apartar nuestra tutela es que los profetas de la negritud están forzados a redactar en francés su evangelio.
Diseminados, por la trata, en los cuatro puntos cardinales, los negros no tienen una lengua común; para empujar a los oprimidos a unirse, deben recurrir a las palabras del tirano. Es el francés el que mostrará al chantre negro la más amplia parroquia entre los negros, por lo menos en las lindes de la colonización francesa. En esa lengua de carne de gallina, blanquecina y helada como nuestros cielos, y de la que Mallarmé decía 'es la lengua neutra por excelencia, porque nuestro genio exige atenuación de todo color y de todo colorinche'; en esa lengua, casi muerta para ellos, van a derramar Damas, Diop, Laleau, Rabearivelo, la lumbre de sus cielos y de sus corazones. Sólo por ella pueden comunicar; parecidos a los sabios del siglo XVI, que solo se entendían en latín, los negros no se reencuentran sino en el suelo lleno de asechanzas que el blanco les ha colocado. El colono se las ha arreglado para ser el eterno mediador entre los colonizados. Allí está, siempre allí, hasta cuando está ausente, hasta en las conspiraciones más secretas. Y como las palabras son ideas, cuando el negro dice en francés que rechaza la cultura francesa coge con una mano lo que rechaza con la otra, e instala en si mismo, como una trituradora, el aparato de pensar del enemigo.
No solo eso: al mismo tiempo, esa sintaxis y esos vocabularios forjados en otros tiempos, a miles de kilómetros, para responder a otras necesidades y denominar a otros objetos, son inadecuados para ofrecerle los medios de hablar de sí mismo, de sus afanes, de sus esperanzas. La lengua y el pensamiento francés son analíticos: ¿qué ocurriría si el genio negro fuera, ante todo, síntesis? El término negritud, realmente feo, es uno de los pocos aportes negros a nuestro diccionario. Pero, de todos modos, si esa negritud es un concepto definible, o por lo menos descriptible, debe absorber otros conceptos más elementales y que correspondan a los datos inmediatos de la conciencia negra. Y bien, ¿dónde están las palabras que permitan designarlos?.
Qué bien se corresponden a la queja del poeta haitiano:

Ese corazón obsesionante que no corresponde
a mi lengua, o a mis costumbres,
y sobre el que muerden, como un gancho,
sentimientos prestados y costumbres
de Europa... ¿sienten ustedes este sufrimiento,
y esta desesperación sin paralelo,
de domeñar con palabras de Francia
este corazón que me vino de Senegal?(2)

Pero no es verdad que el negro se exprese en una lengua 'extranjera'; se le enseña el francés desde su más tierna infancia, y se siente perfectamente cómodo cuando piensa como técnico, como sabio o como político. Deberíamos hablar, más bien, de la ligera y constante desviación que separa lo que dice de lo que querría decir, tan pronto como habla de sí mismo. Le parece que un Espíritu septentrional le ha despojado de sus ideas, las ladea suavemente para que encarnen más o menos lo que él deseaba; que las palabras blancas beben su pensamiento como la arena bebe la sangre. Si se recupera bruscamente, si recapacita y toma distancia, he aquí que los vocablos yacen frente a él, insólitos, signos en parte y en parte cosas. No pronunciará su negritud con palabras precisas, eficaces, que den en el blanco cada vez. No escribirá su negritud en prosa. Pero todos saben que ese sentimiento de frustración ante el lenguaje, considerado como medio de expresión directa, es el origen de toda práctica poética.
La reacción del parlador frente al fracaso de la prosa es, efectivamente, lo que George Bataille denomina el holocausto de las palabras. Mientras podemos aceptar que una armonía preestablecida conduce las relaciones del Verbo y el Ser, nos servimos de las palabras sin verlas, con una fe ciega; son órganos sensoriales, bocas, manos, ventanas abiertas al mundo. Pero, al primer revés, ese parloteo cae fuera de nosotros; vemos el sistema entero, que ya no es sino una mecánica descompuesta, invertida, cuyos grandes brazos se mueven aún para indicar en el vacío. Valoramos, de repente, la loca tarea de nombrar; entendemos que el lenguaje es, por esencia, prosa, y la prosa, por naturaleza, fracaso. El ser se yergue ante nosotros como un baluarte de silencio, y si aún deseamos captarlo solo será por el silencio:

'Evocar que callamos, en una sombra deliberada, el objeto por palabras alusivas, nunca directas, reduciéndonos a un silencio igual (3)'.

Nadie dijo mejor que la poesía es una tentativa fascinadora de insinuar el ser en y por el disparatado tremolar de la palabra: al cebarse con su incapacidad verbal, y enloquecer a las palabras, el poeta nos hace presumir por encima de ese jaleo que se invalida a sí misma grandes densidades silenciosas. Como no podemos estar mudos, es preciso crear silencio con el lenguaje.
De Mallarmé a los surrealistas, la finalidad profunda de la poesía francesa ha sido, a mi juicio, una autodestrucción del lenguaje. El poema es una sala oscura en que los vocablos se chocan, se redondean, se enloquecen. Encontronazo en el aire: se alumbran recíprocamente, se incendian unos a otros y caen abrasados.
En esas perspectiva conviene colocar el trabajo, el afán de los 'evangelistas negros'. A la astucia del colono contestan con un ardid opuesto y semejante: como el opresor está presente, hasta en la lengua que hablan, hablarán esa lengua para desbaratarla. El poeta europeo de hoy intenta deshumanizar las palabras para devolverlas a la naturaleza; en cambio, el heraldo negro procura des-francesizarlas; las desintegrará, quebrará sus asociaciones normales, las acoplará por la violencia

con pequeños pasos de lluvia de orugas
con pequeños pasos de trago de leche
con pequeños pasos de cojinetes a bolilla
con pequeños pasos de sacudida sísmica
las trepadoras caribes en el suelo avanzan
con grandes pasos de alfombras de estrellas (4)

Sólo cuando ha degollado su blancura las apadrina él, haciendo de esa lengua en ruinas un super-lenguaje majestuoso y sagrado, la Poesía. Sólo gracias a la Poesía de los negros de Tananarive y Cayena, los negros de Port-au-Prince y de Saint-Louis pueden comunicarse entre sí sin testigos. Y como el francés necesita de términos y de conceptos para definir la negritud, como ella es silencio, usarán, para evocarla, 'palabras alusivas, nunca directas, que se reduzcan a un silencio igual'. Corto-circuitos de lenguaje: por entre la caída inflamada de las palabras, entrevemos un gran ídolo negro y mudo.
No sólo, pues, me parece poético el propósito que el negro tiene de describirse a sí mismo, sino también su modo propio de usar los medios de expresión de que dispone. A ello le espolea su situación: aun antes de que piense en cantar, la luz de las palabras blancas se refracta en él, se polariza y se altera.
Nunca es ello tan manifiesto como en su empleo de los dos términos ensamblados, 'negro-blanco', que recubre a la vez la gran división cósmica, 'día-noche', y la pugna humana del indígena y el colono. Pero es una pareja jerarquizada. Al confiársela al negro, el maestro le da por añadidura cien hábitos de lenguaje que consagra la primacía del blanco sobre el negro. El negro aprenderá a decir 'blanco como la nieve' para nombrar la inocencia; a hablar de la negrura de una mirada, de un alma, de una picardía. Tan pronto como abre la boca, se acusa, a menos que se empecine en trastocar la jerarquía. Y si la invierte en francés ya poetiza: figurémonos el extraño sabor que tendrían para nosotros locuciones como la 'negrura de la inocencia' o 'las tinieblas de la virtud'. Ese sabor es el que paladeamos en todos estos poemas, por ejemplo cuando leemos:

Tus senos de satín negro rollizos y lucientes...
esa blanca sonrisa
de los ojos
en la sombra del rostro
despiertan en mi esta noche
unos ritmos sordos...
de que se embriagan allá en Guinea
nuestras hermanas
negras y desnudas
y hacen surgir en mi
esta noche
crepúsculos negros grávidos de sensual convulsión
porque
el alma del país negro en que duermen los antepasados
vive y habla
esta noche
en la fuerza inquieta a lo largo de tus riñones vacíos... (5)

En este poema el negro es siempre un color o, mejor dicho, una luz; su irradiación suave y difusa disuelve nuestros hábitos; el negro país en que duermen los antepasados no es un orco o averno tenebroso, sino una tierra de sol y de fuego. Pero, por otra parte, la superioridad del blanco sobre el negro no expresa sólo la que el colono pretende tener sobre el indígena: expresa, más profundamente, la universal adoración del día y nuestros terrores nocturnos, que también son universales. En ese sentido, los negros restablecen la jerarquía que hace apenas un momento invertían. No quieren ya poetas de la noche, es decir, de la revuelta estéril y de la desesperación.

Proclaman una aurora, saludan
al amanecer transparente de un nuevo día (6)

De pronto el negro recupera, en su escritura, su sentido de presagio aciago:

negro negro como la miseria (7)

exclama uno de ellos. Y otro:

Líbrame de la noche de mi sangre. (8)

De esta suerte nos encontramos con que la palabra negro contiene a la vez todo el Mal y todo el Bien. Recubre una tensión casi insostenible entre dos clasificaciones contradictorias: la jerarquía social y la jerarquía racial. Gana con ello una poesía extraordinaria, como esos objetos auto-destructivos que salen de la manos de Marcel Duchamp o de los surrealistas. Hay una negrura oculta de lo blanco, una blancura escondida de lo negro, un mariposeo cristalizado del ser y del no ser, que quizá jamás se dijo tan felizmente como en ese poema de Césaire:

Mi gran estatua herida una pedrada en la frente mi gran carne inatenta de día de granos despiadados, mi gran carne de noche con pigmentos de día... (9)

El poeta irá aun más allá. Escribe:

Nuestras caras hermosas como el verdadero poder operatorio de la negación. (10)

Detrás de esta elocuencia abstracta que evoca a Lautréamont se descubre el esfuerzo más audaz y más fino por conceder un sentido a la piel negra y hacer la síntesis poética de las dos caras de la noche. Cuando David Diop dice del negro que es 'negro como la miseria', expone lo negro como pura privación de luz. Pera Césaire desarrolla y profundiza esa imagen: la noche no es ya ausencia, es rechazo. Lo negro no es un color, es la destrucción de esa claridad prestada que dimana del sol blanco. El revolucionario negro es negación porque se desea puro desamparo: para construir su Verdad es preciso, ante todo, que destruya la de los otros.
Los rostros negros, esos recuerdos nocturnos que embelesan nuestros días, encarnan la tarea oscura de la Negatividad, que erosiona paciente los conceptos. Por una inversión que recuerda curiosamente la del negro doblegado, insultado, cuando se reivindica a sí mismo como 'negro del diablo', es la estampa exclusiva de las tinieblas lo que constituye su valor. La libertad es color de noche.
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Notas:
(1) Rendez-les-moines poupées noires que je joue avec ellesles jeux naïf de mon instinctrester a l'ombre de ses loisrecouvrer mon couragemon audaceme sentir moi-mêmenouveau moi-même de ce qu'hier j'étaishiersans complexitéhierquand est venue l'heure du déracinement...Ils ont cambriolé l'espace qui était mien.
Leon Damas
(2) Ce soir obsèdant qui ne correspondPas à mon langage, ou à mes coutumes,Et sur lequel mordent, comme un crampon,Des sentiments d'emprunt et des coutumesD'Europe, sentez-vous cette soufranceEt ce désespoir à nul autre égalD'apprivoiser avec des mots de FranceCe coeur qui m'est venu du Sénégal.
Lalean
(3) Mallarmé: Magie (Éditions de la Pléiade, pág. 400)
(4) à petits pas de pluie de chenilles,á petits pas de gorgée de lait,à petits pas de roulements à billes.à petits pas de secousse sismique,les ignames dans le sol marchent a grands pas de trouées d'etoiles.
Aime Césaire
(5) Tes seins de satin noir rebondis et luisants...ce blanc souriredes yeuxdans l'ombre du visageéveillent en moi ce soirdes rytmes sourds...dont s'enivrent là-bas au pays de Guinéenos soeursnoires et nueset font lever en moice soirdes crépuscules nègres lourds d'un sensuel émoicarl'âme du noir pays où dorment les anciensvir et parlece soiren la force inquiète le long de tes reins creux...
Tirolieu
(6) l'aube transparente d'un jour nouveau.
Senghor
(7) Nègre noir comme la misère.
Diop
(8) Dèlivre-moi de la nuit de mon sang.
Césaire
(9) Ma grande statue blsée une pierre au front ma grande chair inattentive de jour à grains sans pitié ma grade chair de nuit à grain de jour.
Césaire
(10) Nos faces belles comme le vrai pouvoir opératoire de la négation.
Cesaire

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IV. – LAS CENTELLAS ROBADAS

Aniquilamientos, actos de fe del lenguaje, simbolismo mágico, ambivalencia de las ideas, he ahí toda la poesía moderna, en su cara negativa. No se trata de un juego pueril. La coyuntura del negro, ‘su desgarramiento’ original, la ‘alienación’ que, un pensamiento extraño, le impone con el nombre de asimilación, lo colocan en la obligación de reconquistar su unidad existencial de negro o, si se desea, la pureza original de su plan, por medio de una ascesis progresiva, más allá del universo del discurso.
La negritud, como la libertad, es punto de partida y meta última. Trátase de hacerla pasar de lo inmediato a lo mediato, de tematizarla. El negro debe fenecer para la cultura blanca y renacer al espíritu negro, como el filósofo platónico muere para su cuerpo y así resucita para verdad. Esa retorno dialéctico y místico a los orígenes lleva consigo, obligatoriamente, un método. Pero ese método no se presenta como un brazado de reglas para la dirección del espíritu; no se confunde con quien lo emplea. Es la ley dialéctica de las transformaciones sucesivas que encaminarán al negro a coincidir con sí mismo en la negritud. No se trata, para él, de conocer, ni de arrancarse a sí mismo en el éxtasis, sino de hallar y, a la vez, devenir lo que es.
Para esta simplicidad original de existencia hay dos caminos de llegada convergentes: uno objetivo, el otro subjetivo. Los poetas negros de lengua francesa usan ya la uno, ya otro, a veces los dos juntos. Existe, efectivamente, una negritud objetiva que se expresa por las costumbres, las artes, los cantos y las danzas de las comunidades africanas. El poeta se recetará, como ejercicio espiritual, el dejarse subyugar por los ritmos primitivos, y volcar su pensamiento en las formas tradicionales de la poesía negra. Muchos poemas se titulan tantanes, porque cogen de los tamborileros nocturnos un ritmo de percusión ora seco y regular, ora torrencial y convulsivo. El acto poético es entonces una danza del alma: el poeta baila como un derviche, hasta el desmayo; ha colocado, en sí, el tiempo de los antepasados, lo siente transcurrir con sus extraños sobresaltos. Es, en esta fluencia rítmica, cómo espera recuperarse: diré que intenta hacerse poseer por la negritud de su pueblo. Confía que los ecos de su tantán vendrán a despertar los instintos remotos que duermen en él. Al leer estos poemas se tiene la impresión de que, el tantán, tiende a ser un género de la poesía negra, como el soneto o la oda lo fueron de la nuestra.
Otros se inspirarán, como Rabemananjara, en edictos reales, y algunos beberán en la hontana popular de los hain-tenys. El centro sosegado de ese maelstrom de ritmos, de cantos, de gritos, es la poesía de Birago Diop, en su candorosa grandeza: sólo ella está en reposo, porque deriva directamente de los relatos y de la tradición oral. Casi todas las otras tentativas tienen algo de crispado, de tenso y desesperado, porque tienden no tanto a emanar de la poesía floklórica como a llegar a ella.
Pero, por distante que esté ‘del negro país donde dormitan los antepasados’, el negro sigue más próximo que nosotros a la gran época en que, como dice Mallarmé, ‘la palabra crea los dioses’. A nuestros poetas les es casi imposible reanudar la familiaridad con las tradiciones populares: diez siglos de poesía culta los separan de ellas. Por otra parte, la inspiración folklórica se ha agotado: en todo caso podríamos imitar, exteriormente, su simplicidad. Los negros de África, por el contrario, se hallan aun en el gran periodo de fecundidad mítica, y los poetas negros de lengua francesa no se complacen en esos mitos como nosotros con nuestras canciones: sólo se dejan embrujar por ellos para que, al término del encantamiento, la negritud, magníficamente evocada, surja. Por eso llamo magia, o encantamiento, a este método de ‘poesía objetiva’.
Césaire ha elegido, en cambio, por entrar, a sí mismo, reculando. Puesto que ésta Eurídice se desvanecerá en humo sí el Orfeo negro se vuelve hacia ella, él bajará por el camino real de su alma con las espaldas vueltas al fondo de la cueva. Descenderá por debajo de las palabras y de las significaciones –‘para pensar en ti he dejado todos las palabras en el Montepío’-, por debajo de las actitudes cotidianas y del plano de la ‘repetición’, y aun por debajo de los primeros arrecifes de la revuelta. Vuelto de espalda, los ojos cerrados para tocar, por fin, con sus pies desnudos el agua negra de los sueños y del anhelo de dejarse ahogar por ellos. Entonces, deseo y sueño, se levantarán, rugiendo como una marejada, harán bailar las palabras como bienes mostrencos y las tirarán, indiscriminadamente, hechas añicos, a la orilla.

Las palabras se desbordan, seguramente, hacia un cielo y una tierra que lo alto y lo bajo no permiten distraer, y lo mismo ocurre con la vieja geografía… Por el contrario, una graduación curiosamente respirable se opera real pero al nivel. Al Nivel gaseoso del organismo sólido y líquidi, blanco y negro, día y noche. (1)

Reconocemos el viejo método surrealista (porque la escritura automática, como el misticismo, es un método: supone un aprendizaje, ejercicios, un encaminamiento). Es necesario introducirse bajo la corteza superficial de la realidad, del sentido común, de la razón razonante, y llegar al fondo del alma, despertar las potencias inmemoriales del deseo. Del deseo, que hace del hombre un rechazo de todo y un amor de todo; del deseo, negación radical de las leyes naturales y de lo posible, invocación del milagro. Del deseo, que por su loca energía cósmica introduce nuevamente al hombre en el seno hirviente de la Naturaleza al afirmar su Derecho a la insatisfacción. Por otra parte, Césaire no es el primer negro que haya tomado por esos andurriales. Antes que él, Étienne Lero había fundado Légitime Défense. ‘Más que una revista –dice Senghor- Légitime Défense fue un movimiento cultural. Partiendo del análisis marxista de la sociedad de las ‘Islas’, descubría en el antillense el descendiente de esclavos negroafricanos que, durante tres siglos, habían sido mantenidos en la embrutecedora condición del proletario. Afirmaba que sólo el surrealismo podría liberarlo de sus tabús y expresarlo en su integridad’.
Pero, precisamente, si vinculamos a Lero con Césaire, no podemos sino sentirnos impresionados por las diferencias. La comparación puede hacer medir el abismo que separa el surrealismo blanco de su uso por un negro revolucionario. Lero fue el precursor: se propuso explotar el surrealismo como un ‘arma milagrosa’ y un instrumento de investigación, una especie de radar que enviáramos a las profundidades abisales. Pero sus poemas son deberes de escolar, estrictas imitaciones: no ‘exceden unos a otros’. Por el contrario, se encierran en sí mismos:

Las viejas cabelleras
Se ciñen a las ramas del fondo de los mares vacíos
Donde tu cuerpo es sólo un recuerdo
Donde la primavera se manicura
La hélice de tu sonrisa lanzada a distancia
Sobre casas de las que ya no queremos saber más… (2)

‘La hélice de tu sonrisa’, ‘la primavera se manicura’: reconocemos al paso el preciosismo y la futilidad de la estampa surrealista, la eterna fórmula que consiste en echar un puente entre dos términos más alejados, confiando, sin creer demasiado en ello, en que ese golpe de cubilete liberará un matiz escondido del ser. Ni en este poema ni en los otros veo que Lero reivindique la libertad del negro: en todo caso, reclama la liberación formal de la imaginación. En ese entretenimiento, totalmente abstracto, ninguna coyunda de palabras sugiere, ni siquiera de lejos, al África. Retiremos esos poemas de la antología negra, silenciemos el nombre de su autor, y yo desafío a cualquiera, negro o blanco, a ver si no los imputa a un colaborador europeo de La Revolution Surréaliste o del Minoture. Porque la finalidad del surrealismo es reencontrar, más allá de las razas y de las condiciones, más allá de las clases, tras el incendio del lenguaje, enceguecedoras sombras mudas que ya no se oponen a nada, ni siquiera al día, porque el día y la noche y todos los contrarios vienen a fundirse en ellas, y a eliminarse; de suerte que podríamos hablar de una impasibilidad, de una impersonalidad del poema surrealista, como hay una impasibilidad y una impersonalidad del Parnaso.
Un poema de Césaire, en cambio, explota y gira en torno de sí mismo como un cohete, soles se desprenden de él, soles que giran y estallan en nuevos soles. Es una eterna generación. No se trata de lograr la plácida unidad de los contrarios sino de levantarse como una verga uno de los contrarios de la pareja ‘negro-blanco’, frente al otro. La densidad de esas palabras, tiradas al aire como piedras por un volcán, es la negritud, que se define contra Europa y la colonización. Lo que Césaire destruye no es toda cultura, es la cultura blanca; lo que enseña, a la luz del día, no es el deseo de todo, son las aspiraciones revolucionarias del negro oprimido. Lo que acaricia en el fondo de sí mismo no es el espíritu, es cierta forma de humanidad concreta y determinada.
Ahora sí se puede hablar aquí de escritura automática comprometida, y aun dirigida, no porque intervenga la reflexión, sino porque las palabras y las estampas traducen eternamente la misma obsesión tórrida. En lo más hondo de sí mismo el surrealista blanco halla alivio; en lo más profundo de sí mismo Césaire encuentra la firmedumbre fija de la protesta y del resentimiento. Las palabras de Lero se ordenan plácidamente, en descomposición, por relajamiento de las relaciones lógicas, en torno a temas extensos e imprecisos; las palabras de Césaire se estrechas en cambio, unas con otras, y las derrite su impetuosa pasión. Entre las comparaciones más azarosas, entre los temas más alejados, circula un hilo secreto de odio y esperanza.
Compárese, por ejemplo, ‘la hélice de tu sonrisa arrojada a lo lejos’, que es producto de un libre juego de la imaginación, y un convite al ensueño, con

Y las minas de radium hundidas en la sima de mis inocencias
Saltarán en mil pedazos
En el comedero de los pájaros
Y la alfombra de estrellas
Será el nombre común de la leña de chimenea
Recogida en los aluviones de las venas cantoras de noche (3)

Donde los ‘disjecta membra’ del vocabulario se organizan para dejar adivinar un ‘Arte poética’ negra. O léase esto otro:

Nuestras caras hermosas como el verdadero poder operatorio de la negación (4)

Y aun:

Mares piojosos de islas haciendo crujir entre los dedos rosas lanzallama y mi cuerpo intacto de mutilado (5)

He aquí el delirio de los piojos de la miseria negra, que brincan entre los cabellos del agua, ‘islas’ al hilo de la luz, que crujen bajo los dedos de la celeste despiojadora, el alba de dedos rosa, esa aurora de la cultura griega y mediterránea, arrancada por un ladrón negro a los sacrosantos poemas homéricos, y cuyas uñas de princesa esclava son domeñados de pronto por un Toussaint Louverture, para hacer explotar los vencedores parásitos de la negra mar; la aurora que de pronto se rebela y metamorfosea, echa fuego como el arma salvaje de los blancos, lanza-llamas, arma de sabios, arma de verdugos y que mutila con su fuego blanco al gran Titán negro que se levanta intacto, eterno, para subir al asalto de Europa y del cielo.
En Césaire la gran tradición surrealista finaliza, se completa, cobra su sentido definitivo y se destruye: el surrealismo, movimiento poético europeo, es robado a los europeos por un negro que lo vuelve contra ellos y le pone una función rigurosamente definida.
He indicado en otro lugar cómo el proletariado se cerraba, todo él, a esta poesía destructora de la Razón: en Europa el surrealismo, rechazado por quienes habrían podido darles una transfusión de sangre, languidece y se agota. Pero, en el instante mismo que pierde contacto con la Revolución, he aquí que en las Antillas se le inscribe en otra rama de la Revolución universal, y se abre en una flor enorme y sombría.
La originalidad de Césaire consiste en haber sumergido su afán estrecho y poderoso de negro, de oprimido de militante, en el mundo de la poesía más devastadora, la más libre y metafísica, justamente en el instante en que Éluard y Aragón fracasaban en su intento de darle un contenido político a sus versos. Y por fin lo que saca a Césaire como un grito de dolor, de amor y de odio, es la negritud-objeto. Aquí también continúa la tradición surrealista, según la cual el poema debe objetivar. Las palabras de Césaire no describen la negritud, no la nombran, no la copian exteriormente como hace un poeta con su modelo: la hacen. La componen bajo nuestros ojos. Ahora es una cosa que podemos observar, aprehender. El método subjetivo que él escogió se asimila al método objetivo de que ya hemos hablado. Expulsa el alma negra fuera de él en momentos en que otros intentan interiorizarla. El resultado final es idéntico en ambos casos. La Negritud es ese tantán lejano en las calles de la noche de Dakar, son los gritos que salen de un respiradero haitiano y que se deslizan al nivel de la calzada, es esa máscara congoleña: pero también este poema de Césaire, baboso, sangriento, lleno de flemas, y que se revuelca en el polvo como un gusano cortado. Ese doble espasmo de absorción y de excreción da el ritmo del corazón negro en toda la poesía negra.

Notas:
(1)Les mots se dépassent, c’est bien vers un ciel et une terre que le haut et le bas ne permettent pas de distraire, c’ent est fait aussi de la vieille géographie… Au contraire, un étagement curieusement respirable s’opère réel mains au niveau. Au niveau gazeux de l’organisme solide et liquid, blanc et noir jour et nuit.
Aimé Césaire
(2)Les chevelures anciennes
Collent aux branches le fond des mer vides
Où ton corps n’est qu’un souvenir
Où le printemps se fait les ongles
L’hélice de ton sourire jeté au loin
Sour les maison don’t nous ne voulons pas…
Etienne Lero
(3)… et les mines de radium enfouies dans l’abysse de mes innocences
Sauteront en grains
Dans la mangeoire des oixeuax
Et le stère d’etoiles
Será le nom commun du bois de chaufflage
Recueilli aux alluvions des veines chanteuses de nuit.
Aimé Césaire

(4)Nos faces belles comme le vrai pouvoir opératoire de la négation.
Aimé Césaire

(5)Les mers poulleuses d’iles craquant aux doigts des roses lace-flamme et mon corps intact de foudroyé.
Aimé Césaire

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V. – EL HOMBRES SIN UTENSILIOS

Y ahora: ¿qué es, pues, esa negritud, único afán de estos poetas, único asunto de sus poemas? Debemos, ante todo, contestar que un blanco no podría decir de ella convenientemente, porque carece de la experiencia interior de la negritud, y porque faltan a los idiomas europeos los vocablos que permitirían describirla. Yo debería, pues, dejar al lector que la encuentre al hilo de estos poemas, y se haga de ella la idea que le apetezca. Pero mi labor sería incompleta si, después de haber señalado que la búsqueda del Graal negro formaba, en su intención original y en sus métodos, la más auténtica síntesis de los anhelos revolucionarios y del afán poético, no evidenciase que ese fundamento complejo es, en su esencia, Poesía pura.
Me limitaré, pues, a analizar esas poesías objetivamente, como un hato de testimonios, y a comentar algunos de sus asuntos principales. ‘Lo que hace –escribe Senghor- la negritud de un poema, es menos el tema que el estilo; es el calor emocional que da existencia a las palabras, que trasmuta la palabra en verbo’. Imposible prepararnos mejor que la negritud no es un estado, ni un conjunto definido de vicios y virtudes, de cualidades intelectuales y morales, sino una cierta actitud afectiva con el mundo.
La psicología desistió desde principios de este siglo a sus grades distinciones escolásticas. Ya no creemos que los hechos del alma se dividan en voliciones o acciones, en conocimientos o percepciones yen sentimientos o pasividades ciegas. Sabemos que un sentimiento es una manera definida de vivir nuestra relación con el mundo que nos circunda, y que involucra cierta comprensión de ese universo. Es una tensión del alma, una elección de sí mismo y del prójimo, una manera de superar los elementos brutos de la experiencia, en suma, un proyecto, como el acto voluntario. La negritud, para emplear el lenguaje heideggeriano, es el-ser-en-el-mundo del Negro.
Véase, por otra parte, lo de ello nos dice Césaire:

Mi negritud no es un pedrusco, su sordera abalanzada contra el clamor del día
Mi negritud un es una nube de agua muerta sobre el ojo fenecido de la tierra
Mi negritud no es una torre ni una catedral
Se sumerge en la carne rojiza del sol
Se sumerge en la carne ardiente del cielo
Taladra el agobio opaco de su recta paciencia (1)

Píntase la negritud en estos hermosos versos como un acto, antes que como una disposición. Pero ese acto es una determinación interior: no se trata de agarrar con las manos y transformar los bienes de este mundo, sino de existir en medio del mundo. La relación con el universo sigue siendo una apropiación.
Y esta no es técnica. Para el blanco, poseer es transformar. Es verdad. El obrero blanco trabaja con herramientas que no posee; pero, al menos, sus técnicas son suyas. Es cierto que los principales inventos de la industria europea le son debidos al personal que se recluta, en su mayor parte, entre la clase media; pero, no obstante, al carpintero, al molinero, al tornero, su oficio aún se les aparece como un verdadero patrimonio, aunque la orientación de la gran producción capitalista se inclina a desposeerlos también de su ‘goce del trabajo’. Pero no basta decir que trabaja con los utensilios que se le prestan; también se le proporcionan las técnicas. Césaire llama a sus hermanos negros

Los que no han inventado la pólvora ni la cápsula
Que jamás supieron domar ni el vapor ni la electricidad
Que no han explorado ni los mares ni el cielo… (2)

Pero esa reivindicación soberbia de la no tecnicidad da la vuelta a la situación: lo que podía pasar por una falta se transforma en venero positivo de enriquecimiento. La relación técnica con la naturaleza hace de ella una suma pura, inercia, exterioridad: la naturaleza fallece. Por su soberbia negativa de homo faber, el negro le restituye la vida.
Como si en la pareja ‘hombre-naturaleza’ la pasividad de uno de los términos entrañase obligatoriamente la actividad del otro. A decir verdad, la negritud no es una pasividad, puesto que ‘taladra la carne del cielo y de la tierra’: es una ‘paciencia’, y la paciencia aparece como una imitación activa de la pasividad. La acción del negro es, ante todo, acción sobre sí mismo. El negro se planta y se paraliza como un hipnotizador de aves, y las cosas llegan para trepar a las ramas de ese árbol simulado. Se trata, sí, de una captación del mundo, pero mágica, por el silencio y el reposo: al actual primero sobre la naturaleza, el blanco se pierde, perdiéndola; el negro, en cambio, pretende ganar la naturaleza, ganándose.

Abandónanse, estremecidos, a la esencia de toda cosa
Ignorantes de la superficies, pero absortos en el movimiento de toda cosa
Despreocupados de contar, pero jugando el juego del mundo
Verdaderamente los hijos mayores del mundo
Porosos a todos los alientos del mundo…
Carne de la carne del mundo que palpita con el movimiento mismo del mundo (3)

No podremos, al leer estos versos, dejar de pensar en la famosa distinción establecida por Bergson entre intuición e inteligencia. Y justamente Césaire nos llama

Vencedores omniscientes e ingenuos.(4)

El blanco lo conoce todo de la herramienta. Pero utensilio, herramienta, todo él en la superficie de las cosas, ignora la duración, la vida. La negritud, en cambio, es una comprensión por simpatía. El secreto del negro es que los manantiales de su existencia y las raíces del Ser son idénticas.
Notas:

(1)
Ma négritude n’est pas une Pierre, sa surdité ruée contre la clameur du jour
Ma négritude n’est pas une taie d’eau norte sur l’oeil mort de la terre
Ma négritude n’est ni une tour ni une cathédrale
Elle plonge dans la chair rouge du sol
Elle plonge dans la chair ardente du ciel
Elle troue l’accablement opaque de sa droite patience.
Aimé Césaire
(2)
Ceux qui n’ont inventé ni la poudre ni la boussole
Sieux qui n’ont jamais su dompter ni la vapeur ni l’électricité
Ceux qui n’ont exploré ni les mers ni le ciel…
Aimé Césaire
(3)
Ils s’abandonnent, saisis, a l’essence de toute chose
Ignorant des surfaces mais saisis par le movement de toute chose
Insoucieux de compter, mais jouant le jeux du monde
Poreux a tous les soufflés du monde…
Chair de la chair du monde palpitant du movement meme du monde.
Aimé Césaire
(4)
Vainqueurs omniscients et näifs.
Aimé Césaire

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VI.- LAS CEREMONIAS DE LA AGRICULTURA

Si quisiéramos dar una interpretación social de esta metafísica, diríamos que una poesía de campesinos se encara aquí a una prosa de ingenieros. Es mentira, realmente, que el negro no disponga de técnica alguna: la relación de un grupo humano, cualquiera que sea, con el mundo exterior, es siempre técnica, de una manera u otra. Y, a la inversa, diré que Césaire es injusto: el avión de Saint-Exupéry, que, por debajo de él, envuelve la tierra como una alfombra, es un órgano de investigación. Sólo que el negro es, ante todo, un campesino: la técnica agrícola es ‘recta paciencia’; pone su fe en la vida. Espera. Plantar es preñar la tierra. Luego tiene que quedarse quieto, espiar: ‘Cada átomo de silencio es la posibilidad de un fruto maduro’. Cada momento contribuye cien veces más de lo que el hombre había dado.
Mientras que el obrero no encuentra en el producto manufacturado sino lo que había puesto en él, el hombre crece al tiempo que sus trigos, de minuto en minuto se supera y se dora; atento ante ese vientre delicado que se hincha, sólo interviene para protegerlo. El trigo maduro es un microcosmos, porque necesitó para germinar el concurso del sol, las lluvias y el viento. Una espiga es, a la vez, la cosa más natural y la cosa más improbable.
Las técnicas han contaminado al labrador blanco, pero el negro sigue siendo el gran macho de la tierra, el esperma del universo. Su vida es la gran paciencia vegetal; su trabajo es la repetición, el coito sagrado, año tras año. Creador y nutricio porque crea. Arar la tierra, plantar, comer, es hacer el amor con la naturaleza. El panteísmo sexual de estos poetas es, sin duda, lo que deslumbrará primero. Por él comunican con los danzas y las ceremonias fálicas de los negro-africanos.

¡Oho! Congo acostada en tu lecho de bosques, reina sobre el África domada
Que los falos de los montes enarbolen tu pabellón
Porque eres hembra por mi cabeza y por mi lengua
Porque eres hembra por mi vientre. (1)

Y también

Volveré a subir por el vientre suave de las dunas y los muslos rituales del día… (2)

Y Rabéarivelo:

La sangre de la tierra, el sudor de la piedra y el esperma del viento. (3)

Y Laleau:

Bajo el cielo el tambor cónico se lamenta
Y es el alma misma del negro
Espasmos pensados de hombre en celo, pegajosos sollozos de amante
Ultrajan la calma de la tarde. (4)

Henos aquí muy separados de la intuición inmaculada y asexuada de Bergson. No se trata de estar en simpatía con la vida, sino en amor con todas sus formas. Para el técnico blanco, Dios es ante todo un ingeniero. Júpiter ordena el caos y le receta leyes: el Dios cristiano engendra el mundo con su entendimiento y lo realiza con su voluntad: la relación de la criatura con el Creador nunca es carnal, salvo para algunos místicos que caen en los recelos de la Iglesia: toda suerte de sospechas, de mosqueos. Aun así, el erotismo místico no tiene nada en común con la fecundidad: es la espera, completamente pasiva, de una penetración vana. Estamos hechos de légamo, de barro, de limo, somos estatuillas salidas de las manos del divino escultor. Si los objetos manufacturados que nos rodean pudiesen rendir culto a sus creadores, nos adorarían, sin duda, como nosotros al Todopoderoso.
Para los bardos negros, en cambio, el ser surge de la Nada como una verga que se empina. La Creación es un enorme y eterno parto. El mundo es carne e hijo de la carne. En el mar y en el cielo, en las dunas, en las piedras, en el viento, el negro reconoce el terciopelo de la piel humana. Se acaricia en el vientre de la arena, contra los muslos del cielo. Es ‘carne de la carne del mundo’. Es ‘poroso a todos los alientos’, a todos los pólenes. Es, sucesivamente, hembra de la naturaleza y su macho. Y cuando copula con una mujer de su raza, el acto sexual le parece la celebración del Misterio del ser.
Esta religión de semen es como una tensión del alma que equilibrase dos corrientes complementarias: el sentimiento dinámico de ser una picha que se empina, y el otro, más sordo, más paciente, más femenino, de ser una planta que se desarrolla. De modo que la negritud, en su venero más profundo, es una androginia.

Ahí estás
Erguido y desnudo
Limo eres y lo recuerdas
Pero eres en realidad el hijo de esa sombra parturienta
Que se guarece de lactógeno lunar
Luego cobras lentamente la forma de una pica
Sobre ese muro bajo que saltan los sueños de las flores
Y el perfume del verano en receso.
Oler, creer que las raíces te dan de patadas
Y corren y se retuercen como culebras sedientas
Hacia algún venero subterráneo (5)

Esta unidad intensa de los signos vegetales y de los signos sexuales es realmente la mayor singularidad de la poesía negra, sobre todo en un tiempo en que, como demostró Michel Carrouges, la mayor parte de las imágenes de los poetas blancos tiende a la mineralización de lo humano. Césaire, por el contrario, vegetaliza, animaliza el mar, el cielo y las piedras. Más exactamente, su poesía es un ensamblaje perpetuo de mujeres y hombres metamorfoseados en animales, en vegetales, en piedras, con piedras, plantas y bestias metamorfoseados en hombres. De modo que el negro es el Héroe natural, lo muestra y lo encarna; si deseáramos hallar un término de comparación en la poesía europea, deberíamos retrotraernos hasta Lucrecio, poeta campesino que alababa a Venus, la diosa madre, en tiempos en que Roma no era mucho más que un gran mercado agrícola. Ahora, sólo Lawrance, creo yo, ha tenido un sentido cósmico de la sexualidad. Aun en él, sin embargo, ese sentido sigue siendo demasiado literario.
Sí, la negritud se cifra en ese brotar inmóvil, en la unidad del pene erecto y del crecimiento vegetal; pero no podría extinguirla con ese solo asunto poético. Hay otro tema que circula como una gran arteria a través de estos poemas:

Los que no han inventado la pólvora ni la cápsula…
Saben en sus menores repliegues el país de su sufrimiento… (6)

A la desatinada agitación utilitaria del blanco, el negro enfrenta la autenticidad que ha recogido de su sufrimiento; como ha tenido la horrenda prerrogativa de palpar lo hondo de la desdicha, la raza negra es una raza elegida. Y aunque estos poemas sean de cabo a rabo anticristianos, podríamos, desde ese punto de vista, llamar a la negritud una Pasión: el negro, consciente de sí, se representa, a sus propios ojos, como el hombre que contrajo todo el dolor humano, y que padece por todos, incluso por el hombre blanco.

La trompeta de Armstrong será
El día del Juicio Final el intérprete de
Los dolores del hombre. (7)

Veamos ante todo que no se trata, en modo alguno, de un dolor de conformidad. He mentado hace un momento a Bergson y a Lucrecio. Ahora me siento inclinado a citar a ese gran antagonista del cristianismo: Nietzsche y su ‘dionisismo’. Como el poeta dionisíaco, el negro trata de taladrar las apariencias brillantes del día, y halla, a mil pies bajo la superficie apolínea, el padecimiento sin expiación que es la esencia universal del hombre.
Si deseáramos sintetizar, pondríamos que el negro se funde con la naturaleza toda en tanto que es simpatía sexual por la Vida, y que se reivindica como hombre, en tanto que es Pasión de sufrimiento insumiso. Sentiremos la unidad fundamental de ese doble movimiento, si pensamos sobre esa relación, cada vez más estrecha, que los psiquiatras colocan entre la angustia y el ímpetu sexual. Hay un único orgulloso hontanar –al que podemos denominar también deseo- que nace del sufrimiento, o bien un dolor que se ha introducido como una espada a través de un extenso anhelo cósmico.
Esa ’recta paciencia’ a que aludía Césaire es, al mismo tiempo, crecimiento vegetal y paciencia contra el dolor; reside en los propios músculos del negro; mantiene al cargador negro que remonta el Niger mil kilómetros bajo un sol abrasador, con una carga de veinticinco kilos en equilibrio sobre su cabeza. Pero si, en cierto sentido, podemos relacionar la fecundidad de la naturaleza a un incremento de dolores, en otro, y ello también es dionisíaco, esa fecundidad, por su exuberancia, trasciende el dolor, y lo ahoga en la abundancia creadora, que es poesía, amor y danza.
Quizá sea imprescindible, para entender esta unidad perenne del sufrimiento, del eros y del júbilo, haber visto a los negros de Harlem bailar frenéticamente al ritmo de sus blues, que son los aires más dolorosos del mundo. Es, efectivamente, el ritmo lo que funde estos variados aspectos del espíritu negro; es él quien trasmite su ligereza nietzscheana a esas pesadas intuiciones dionisíacas. Es el ritmo –tantan, jazz, salto de estos poemas- lo que refleja la temporalidad de la existencia negra. Y cuando un poeta negro profetiza a sus hermanos un futuro mejor, lo hace en la forma de un ritmo que les representa la liberación:

¿Qué?
Un ritmo
Una onda en la noche a través de los bosques, nada –o un alma nueva
Un timbre
Una entonación
Un vigor
Una dilatación
Una vibración que gradualmente en el tuétano deshecho arrastra
En su marcha un viejo cuerpo adormecido, lo toma del talle
Y lo taladra
Y gira
Y vibra aun en las manos, en los riñones, en el sexo, los muslos y la vagina… (8)

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Notas:
(1)Oho! Congo couchée dans ton lit forêts, reine sur l’Afrique domptée
Que les phallus des monts portent haut ton pavillon
Car tu es femme par ma tête, par ma langue,
Car tu es femme par mon ventre.
Senghor
(2)Or je remonterai le vendre doux des dunes et les cuises rutilantes du jour…
Senghor
(3)Le sang de la terre, la sueur de la Pierre
Et le serme du vent.
Rabéarivelo
(4)Sous le ciel le tambour conique se lamente
Et c’est l’âme même du noir
Spasmes lourds d’homme en rut, gluants sanglots d’amante
Outrageant le calme du soir.
Laleau
(5)Te voilà
Debout et un
Limón tu es et t’en souviens
Mains tu es en realité l’enfant de sette ombre parturiente
Qui se repait de lactogène lunaire
Puis tu prends lentament la forme d’un fùt
Sur ce mur bas que franchissent les songes des fleurs
Et le parfum de l’èté en relache
Sentir, croire que des racinés te poussent aux pieds
Et courent et se tordent comme des serpents assoiflées
Vers quelque source souterraine…
Rabéarivelo
(6)Ceux qui n’ont inventé ni la poudre ni la boussole…
Ils savent en ses moindres recoins le pays de souffrance…
Césaire
(7)La trompette d’Amstrong será au jour jugement l’intèrprete des douleurs de l’homme.
Niger
(8)Quoi?
Un ritme,
Une intonation
Une vigueur
Un dilatement
Une vibration qui par degrés dans la moelle dèflue, révulse
Dans sa marche un vieux corps endormi, lui prend la taille
Et la ville
Et tourne
Et vibre encoré dans les mains, dans les riens, le sexe, les cuises et le vagin…
Niger


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VII. – El privilegio de la servidumbre (+)

(+) Traducción de Bernardo Guillén.
Buenos Aires, Editorial Deucalion, 1956



Pero es preciso ir aun más lejos: esta experiencia esencial del sufrimiento es ambigua. Por ella es cómo la conciencia negra se hará histórica. Sea cual fuere, efectivamente, la intolerable iniquidad de la condición presente, el negro no se refiere en primer término, a ella cuando reclama que ha tocado el fondo de dolor humano. Tiene la horrible prebenda de haber conocido la esclavitud. En esos poetas, que en la mayor parte han nacido entre 1900 y 1918, la servidumbre, abolida medio siglo antes, sigue siendo el más vivo de los recuerdos:

Cada uno de mis hoy tiene sobre mi antaño
Grandes ojos que ruedan de rencor de
Vergüenza.
Aún va mi embrutecimiento de antaño
De
Golpes de soga anudados, de cuerpos calcinados,
Del tobillo a la espalda calcinada
De carne muerta de tizones de hierro al rojo de brazos
Rotos bajo el látigo despiadado… (1)

Escribe Damas, poeta de la Guayana. Y Brière, haitiano:

A menudo como yo sientes flexiones
Despertarse después de los siglos homicidas
Y sangrar en tu carne las viejas heridas… (2)

Durante siglos de esclavitud bebió el negro la copa de amargura hasta las heces. La servidumbre es un hecho pasado que nuestros poetas, ni sus padres, no conocieron directamente. Pero es también una enorme pesadilla, de la que no saben, ni siquiera los más jóvenes de entre ellos, que han despertado cabalmente. De un extremo al otro de la tierra, los negros, separados por sus colonizadores, por la lengua, por la política y la historia, tienen en común una memoria colectiva. Ello no es realmente asombroso, si recordamos que los campesinos franceses, en 1789, aún padecían terrores pánicos cuyo origen se remontaba a la guerra de los Cien Años. De esta suerte, cuando el negro se vuelve hacia su experiencia fundamental, esta nos muestra, de pronto, sus dos dimensiones: es a la vez la captación intuitiva de la condición humana y la memoria, aún fresca, de un pasado histórico.
Pienso aquí en Pascal: él repitió incansablemente que el hombre es un compuesto irracional de metafísica e historia, inexplicable en su grandeza si sale del limo, en su miseria si es aún tal y como Dios le hizo, y que es necesario recurrir, para comprenderlo, al hecho irreductible de la caída. En el mismo sentido, Césaire llama a su raza la ‘raza caída’. Y, en cierto modo, yo veo perfectamente la asociación que puede intentarse entre una conciencia negra y una conciencia cristiana: la ley de hierro de la esclavitud recuerda la del Antiguo Testamento, que relata las consecuencias del Pecado. La abolición de la esclavitud recuerda este otro hecho histórico: la Redención. El paternalismo dulzón del hombre blanco después de 1848, el del Dios blanco después de la Pasión se asemejan.
Pero la falta inexpiable que el negro descubre en el fondo de su memoria no es la suya propia: es la del blanco. El primer hecho de la historia negra es, por cierto, un pecado original; pero el negro es su víctima inocente. De ahí que su concepción del sufrimiento se oponga radicalmente al dolorismo blanco. Si sus poemas son, en su mayor parte, tan violentamente anticristianos, es porque la religión de los blancos se descubre al negro, aún más claramente que al proletariado europeo, como una mistificación. Esa religión quiere hacerle compartir la responsabilidad de un crimen cuya víctima es él mismo: persuadirlo de que vea en los raptos, masacres, violaciones y torturas que han ensangrentado el África un castigo legítimo, sufrimientos que ha merecido. ¿Dirán ustedes que, a cambio de ello, proclama la igualdad de los hombres ante Dios? Ante Dios, sí. Ayer mismo leía yo, en Esprit, estas líneas de un corresponsal en Madagascar: ‘Estoy tan convencido como usted de que el alma malgache vale tanto como el alma del blanco. Exactamente como el alma de un niño, ante Dios, vale lo que el alma de su padre. Sólo que, señor director, usted no permite a sus hijos conducir el coche, si usted lo tiene.” No se puede conciliar más elegantemente cristianismo y colonialismo.
Contra los sofismas, el negro, con solo profundizar en su memoria de antiguo esclavo, afirma que el dolor es el patrimonio de los hombres y que, sin embargo, es inmerecido. Rechaza con horror el marasmo cristiano, la voluptuosidad morosa, la humildad masoquista y todas las invitaciones tendenciosas a la sumisión. Vive el hecho absurdo del sufrimiento en su pureza, en su injusticia y en su gratuidad, y descubre en él esta verdad desconocida. O enmascarada, por el cristianismo: el sufrimiento comporta en sí mismo su propio rechazo, es por esencia negativa de sufrir, la cara oscura de la negatividad, una ventana que da a la revuelta y a la libertad.
Y al punto el sufrimiento se historializa en la medida en que la intuición del sufrimiento le confiere un pasado colectivo y le asigna un objeto en el porvenir. Era hasta hace un momento una pura eclosión presente de instintos inmemoriales, pura manifestación de la fecundidad universal y eterna. Pero he aquí que interpela a sus hermanos de color en un lenguaje muy distinto:

Negro pregonero de revuelta
Conoces los caminos del mundo
Desde que fuiste vendido en Guinea… (3)

Y:

Cinco siglos os vieron las armas en la mano
Y habéis enseñado a las razas explotadoras
La pasión de la libertad. (4)

Hay ya una Gesta negra: primero la edad de oro de África, luego la era de la dispersión y de la cautividad, luego el despertar de la conciencia, el tiempo heroico y sombrío de las grandes revueltas, Toussaint Louverture y los héroes negros, después la abolición de la esclavitud (‘inolvidable metamorfosis’, dice Césaire), y por fin la lucha por la liberación definitiva:

Aguardáis la próxima llamada
La inevitable movilización
Porque vuestra guerra sólo ha tenido treguas
Porque no hay tierra que tu sangre no haya empapado
Lengua en que tu color no fuera insultado.
Sonreís, Black Boy,
Cantáis,
Danzáis,
Arrulláis las generaciones
Que ascienden a toda hora
En las fuentes del trabajo y de la pena
Que se lanzarán mañana al asalto de las bastillas
Hacia los baluartes del porvenir
Para escribir en todas las lenguas
En las páginas claras de todos los cielos
La declaración de tus derechos desconocidos
Desde hace más de cinco siglos… (5)

Extraño y decisivo viraje: la raza se ha mudado es historicidad. El Presente negro estalla y se temporaliza, la negritud se inserta con su Pasado y su Futuro en la Historia Universal. Ya no es un estado, ni siquiera una actitud existencial: es un Devenir. El aporte negro en la evolución de la Humanidad no es ya un sabor, un gusto, un ritmo, una autenticidad, un ramo de instintos primitivos: es una empresa fechada, una paciente construcción, un futuro.
En nombre de la particularidades étnicas, el negro, hace un instante, reivindicaba su lugar al sol; pero ahora funda su derecho a la vida en su misión, y esa misión, como la del proletariado, procede de su situación histórica: puesto que ha sufrido la explotación capitalista, y más que todos los demás, adquirió más que todos los otros el sentido de la revuelta y el amor a la libertad. Y como es el más oprimido, lo que persigue necesariamente es la liberación:

Negro mensajero de esperanza
Sabes todos los cantos del mundo
Desde los de las construcciones inmemoriales. (6)

¿Podremos aún, después de todo esto, creer en la homogeneidad interior de la negritud? ¿Y cómo decir lo que es la negritud? Tan pronto es una inocencia perdida que sólo existió en una lejano pasado, tan pronto una esperanza que sólo se realizará en la Ciudad futura. Ora se contrae en un instante de fusión panteísta con la naturaleza, ora se extiende hasta coincidir con toda la Historia de la Humanidad. Ya es una actitud existencial, ya el conjunto objetivo de las tradiciones negro-africanas. ¿Se la descubre, acaso? ¿O, por el contrario, se la crea? Después de todo, hay negros que ‘colaboran’: después de todo, Senghor, en las noticias que preceden en su antología a las obras de cada poeta, parece distinguir grados de negritud. El que se convierte en el nuncio de la negritud ante sus hermanos de color, ¿los invita a hacerse cada vez más negros, o bien, por una especie de psicoanálisis poético les revela lo que son? ¿Es la negritud necesidad o libertad? Para el negro auténtico, ¿sus actitudes derivan de su esencia, como las consecuencias de un principio, o bien se es negro como el adepto de una religión es creyente, es decir, en el temor y temblor, en la angustia, en el remordimiento perpetuo de no ser nunca bastante lo que querría ser? ¿Es un elemento de hecho o un valor? ¿El objeto de una intuición empírica o de un concepto moral? ¿Es una conquista de la reflexión? ¿O bien la reflexión la envenena? ¿Si nunca fuera auténtica sino en lo irreflexivo y en lo inmediato? ¿Es una explicación sistemática del hombre negro, o un arquetipo platónico, al que podemos acercarnos indefinidamente sin alcanzarlo nunca? ¿Es, para el negro, como para nuestro sentido común de ingenieros, la cosa más compartida del mundo? ¿O desciende en unos pocos como una gracia, y elige a sus Elegidos?
Sin duda se responderá que es todo ello a la vez, y muchas otras cosas aún. Y yo estaré de acuerdo: como todas las nociones antropológicas, la negritud es un cosquilleo de ser o de deber-ser: la haces tal y te hace tal: juramento y pasión a la vez.
Pero hay algo más grave: el negro, ya lo hemos dicho, se crea un racismo antirracista. No desea absolutamente dominar el mundo, quiere la abolición de los privilegios, procedan de donde procedan. Afirma la solidaridad con los oprimidos de todos los colores. Y así la noción subjetiva, existencial, étnica, de negritud, se transfiere, como dice Hegel, a la de proletariado, objetiva, positiva, exacta.
‘Para Césaire, dice Senghor, el blano simboliza el capital como el negro el trabajo… A través de los hombres de piel negra de su raza, lo que el canta es la lucha del proletariado mundial’. Es fácil decirlo, menos fácil pensarlo. Y, por cierto, no es casual que los cantores más ardientes de la negritud sean al mismo tiempo militantes marxistas. Pero la verdad es que la noción de raza no coincide con la de clase: aquella es concreta, particular; ésta, universal y abstracta. La una corresponde a lo que Jaspers llama comprensión, y la otra a la intelección. La primera es producto de un sincretismo psicobiológico, y la otra una construcción metódica a partir de la experiencia.
De hecho, la negritud parece ser el tiempo débil de una progresión dialéctica: la afirmación teórica y práctica de la supremacía del blanco es tesis, la posición de la negritud como valor antitético es el movimiento de la negatividad; pero ese momento negativo no tiene suficiencia por sí mismo, y los negros que se sirven de él lo saben muy bien. Saben que tiende a preparar la síntesis o realización de lo humano en una sociedad sin razas. La negritud, es pasaje y no llegada, medio y no fin último(*).
En el momento en que los Orfeos negros abrazan más estrechamente a esta Eurídice, sienten que se desvanece entre sus brazos. Es un poema de Jacques Roumain, comunista negro, el que ofrece el testimonio más conmovedor de esta ambigüedad:

África he conservado tu memoria África
Estás en mí
Como la astilla en la herida
Como un fetiche tutelar en medio de la aldea
Haz de mí la piedra de tu honda
De mi boca los labios de tu llaga
De mis rodillas las columnas truncas de tu abatimiento
Sin embargo
No quiero ser sino de vuestra raza
Obreros campesinos de todos los países. (7)

¡Con qué tristeza retiene aún por un momento lo que ha decidido abandonar! ¡con qué orgullo de hombre desnudará para los otros hombres su orgullo de negro! El que dice a la vez que elÁfrica está en él como la astilla en la herida, que quiere ser de la raza universal de los oprimidos, ése no escapó aún de la esencia desventurada. Un paso más, y la negritud desaparecerá completamente: lo que era el hervidero ancestral y misterioso de la sangre negra, el propio negro hace de ello un accidente geográfico, el producto inconsistente del determinismo universal:

Es todo ello clima extensión espacio
Lo que crea el clan la tribu la nación
La piel la raza de los dioses
Nuestra disparidad inexorable. (8)

Pero el poeta no tiene absolutamente el valor de tomar a su cargo esa racionalización del concepto racial: vemos que se limita a interrogar; bajo su voluntad de unión asoma un margo pesar. Extraño camino: humillados, ofendidos, los negros hurgan en lo más profundo de sí mismos para reencontrar su más secreto orgullo. Y cuando por fin lo encuentran, se impugna a sí mismo: por una generosidad suprema, abandona como Filoctetes abandonada a Neoptolemo su arco y sus flechas. De esta suerte, el rebelde de Césaire descubre en el fondo de su ser el secreto de su revuelta: es de raza real.

‘… es verdad que hay algo en ti que nunca ha podido someterse, una cólera, un deseo, una tristeza, una impaciencia, un desprecio, en suma, una violencia… y mira, tus venas acarrean oro, no barro; orgullo, no servidumbre. Rey has sido Rey antaño’. (9)

Pero rechaza en el acto esta tentación:

‘Una ley es que yo cubra con una cadena sin ruptura hasta el confluente de fuego que me volatiliza que me depura y me incendia de mi prisma de oro amalgamado… Moriré. Pero uno. Intacto. (10)

Es, acaso, esta desnudez última del hombre lo que le arrancó los oropeles blancos que disimulaban su coraza negra, y que ahora deshace y rechaza esa misma coraza. Es esa desnudez, acaso, lo que mejor simboliza la negritud. Porque la negritud no es un estado: es pura superación de sí misma, es amor. Es en el momento en que renuncia cuando se encuentra. En el momento en que acepta perder ha ganado. Al hombre de color, y a él sólo, se le puede pedir que renuncie al orgullo de su color. Es el que marcha sobre una cresta entre el particularismo pasado que acaba de dejar atrás y el universalismo futuro que será el crepúsculo de su negritud. El que vive hasta el fin el particularismo para encontrar en él la aurora de lo universal.
Sin duda, el trabajador blanco toma también conciencia de su clase para negarla, porque quiere el advenimiento de su clase; pero, insistamos, la definición de clase es objetiva. Resume, tan solo, las condiciones de su alienación. En cambio, el negro encuentra la raza en el fondo de su corazón, y de su corazón debe arrancarla. La negritud es dialéctica, pues; no es solo, aunque sí sobre todo, eclosión del instinto atávico; representa la superación de una determinada situación por parte de conciencias libres.
Mito doloroso y pleno de esperanzas, la negritud, nacida del Mal y grávida de un Bien futuro, es viva como una mujer que nace para morir y que siente su propia muerte hasta en los ricos instantes de su vida. Es un reposo inestable, una fijedad explosiva, un orgullo que se renuncia, un absoluto que se quiere transitorio. Porque, al mismo tiempo que anuncia su nacimiento y su agonía, sigue siendo la actitud existencial escogida por los hombres libres y vivida absolutamente, hasta las heces.
Porque es una tensión entre un Pasado nostálgico en que el negro no entra ya, y un futuro en el que cederá su sitio a nuevos valores, la negritud se engalana con una belleza trágica que no encuentra expresión sino en la poesía. Porque es la unidad viva y dialéctica de tantos contrarios, porque es complejo rebelde al análisis, sólo puede manifestarla la unidad múltiple de un canto, sólo la Belleza fulgurante del Poeta, que un Breton llama ‘explosante-fixe’. Como toda tentativa de conceptualizar sus distintos aspectos conduciría necesariamente a mostrar su relatividad, siendo que es vivida en lo absoluto por conciencias reales, y como el poema es un absoluto, sólo la poesía permitirá fijar el aspecto incondicional de esa actitud.
Porque es una subjetividad que se infiere en lo objetivo, la negritud debe cobrar cuerpo en un poema, es decir, en una subjetividad-objeto. Porque es un Arquetipo y un valor, hallará símbolo más transparente en los valores estéticos. Porque es un llamado y un don, no pude hacerse escuchar, y ofrecerse, sino por medio de la obra de arte, que es llamado a la libertad del espectador y es generosidad absoluta.
La negritud es el contenido del poema, es el poema como cosa del mundo, misteriosa y abierta, indescifrable y sugestiva: es el poeta mismo. Conviene ir aún más lejos: la negritud, triunfo del narcisismo y suicidio de Narciso, tensión del alma más allá de la cultura, de laas palabras y de todos los hechos psíquicos, noche luminosa del no-saber, opción deliberada de lo imposible, y de lo que Georges Bataille llama el ‘suplicio’. Aceptación intuitiva del mundo y rechazo del mundo en nombre de la ‘ley del corazón’, doble postulación contradictoria, retracción reivindicadora, expansión de su generosidad y, en su esencia, Poesía. Por una vez al menos, el más auténtico proyecto revolucionario y la poesía más pura emanan de la misma fuente.
Y si el sacrificio, un día, se consuma, ¿qué ocurrirá? ¿Qué ocurrirá si el negro, despojándose de su negritud en provecho de la Revolución, ya no quisiera considerarse sino como un proletario? ¿Qué ocurrirá si no se deja ya definir sino por su condición objetiva? ¿Si se obliga para luchar contra el capitalismo blanco, a asimilar las técnicas blancas? ¿La fuente de la poesía se agotará? ¿O bien el gran río negro coloreará, a pesar de todo, el mar en que se lance? No interesa: a cada época su poesía. en cada época las circunstancias de la historia eligen una nación, una raza, una clase, para retomar la antorcha, creando situaciones que no pueden expresarse, o trascenderse, sino por la Poesía(**). Y ora el impulso poético coincide con el impulso revolucionario, ora divergen. Saludemos hoy la posibilidad histórica que permitirá a los negros, como dice Césaire,"lanzar con tal rigidez el gran río negro que los cimientos del mundo serán quebrantados


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Notas:
(1)Mes aujourd’hui ont chacun mon jadis
De gros yeux qui roulent de rancoeur de
Honte
Va encoré mon hébétude de jadis
De
Coups de corde noueux de corps calcinés
De l’orteil au dos calciné
De chair norte de tisons de fer rouge de bras
Brisés sous le fouet qui se déchaine…
Leon Damas

(2)Souvent comme moi tu sens des courbatures
Se réveiller après les siècles meurtrieres
Et saigner dans ta chair les anciennes blessures…
Brière

(3) Nègre colporteur de révolte
Tu connais les chemins du monde
Depuis que tu fus vendu en Guinée…
Roumain

(4)Cinq siècles vous ont vu les armes a la main
Et vous avec appris aux races exploitantes
Depuis plus de cinq sièces…
Brières

(5)Vous attendez le prochain appel
L’inévitable mobilization
Car votre guerre a vous n’a connu que des trèves
Car il n’est pas de terre ou n’ait coulé ton sang
De langue out a couleur n’ait été insultée
Vous souriez, Black Boy,
Vous chantez,
Vous dansez,
Vous bercez les generations
Qui montent à toutes les heures
Sur les front du travail et de la peine
Qui monteront demain á l’assaut des bastilles
Vers les bastions de l’avenir
Pour écrire dans toutes les langues
Aux pages claires de tous ciels
La déclaration de tes droits méconnus
Depuis plus de cinq siècles…
Brière

(6)Noir messager d’espoir
Tu connais tous les chants du monde
Depuis ceux des chantiers immémoriaux du Nil.
Jacques Roumain

(7)Afrique j’ai ardè ta mémoire Afrique,
Tu es en moi
Comme l’écharde dans la blessure
Comme un fetiche tutelaire au centre du villaje
Fais de moi la Pierre de ta fronde
De ma bouche les levres de ta plaie
De mes genous les colonnes brisées de ton abaisissement
Pourtant
Je ne veux être que de votre race
Ouvriers paysans de tous les pays.
Jacques Roumain

(8)Est-ce tout cela climat étendu espace
Que cree le clan la tribu la nation
La peau la race des dieux
Notre disemblance inexorable.
Jacques Roumain

(9)… c’est vrai qu’il ya quelque chose en toi qui n’a jamais pu se soumettre, une colère, un dèsir, une tristesse, une impatience, un mépris enfin, une violence…, et voilá tes veines charrient de l’or non de la boue, de l’orgeuil non de la servitude. Roi tu as été Roi jadis.
Aimé Césaire

(10)Une loi est que je couvre d’une chaine sans cassure jusqu’au confluent de feu qui me volatilize qui m’épure et m’incendie de mon prisme d’or amalgam… Je périrai. Mais un. Intact.
Aimé Césaire

(11)pouser d’un telle raideur le grand cri négre que les assises du monde en seront ébranlées
Césaire

(*) Párrafo citado por C. Wauthier en su obra ‘El África de los africanos’. Página 328, líneas 14 a 25.

(**)Párrafo citado por C. Wauthier en su obra ‘El África de los africanos’. Página 328, líneas 27 a 44.


FIN DEL PRÓLOGO 'ORFEO NEGRO'