En 1997 Najmeh Shobeyri, por primera vez en castellano, presentó a la gran poetisa iraní Forugh Farrojzad en la revista 'Caminar conociendo' (ya cerrada hace algún tiempo) y tradujo 3 poemas: 'regalo', 'muñeca de cuerda' y 'renacer'. En este blog encontrará numerosos escritos de la poetisa iraní y de otros poetas.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Shelley: ADONAIS (elegía a la muerte de John Keats)
... La mañana
buscaba la atalaya de la aurora
y sus cabellos húmedos de lágrimas,
que adornaban el suelo, deslumbraron
los ojos que en el aire relucían.
Shelley
(Adaptación de Altolaguirre)
martes, 11 de diciembre de 2007
José Mª Amigo Zamorano: Junto a la lumbre de Urbano Blanco Cea
Allí contemplan el dolor de los hijos por la muerte de sus progenitores. Ven sus arrugadas frentes oscurecidas por la tristeza del ser amado que se ha ido para no volver jamás. El llanto corre de estancia en estancia. Se fue "la fortaleza de la madre" y "la mansedumbre del padre". El fuego también es testigo del dolor. Y testigo de las condolencias de los amigos y vecinos que, a ambos lados del pasillo, se alinean apoyadas las espaldas contra la pared.
En su poemarío 'El Alijar jara en flor', libro de poemas de Urbano Blanco Cea, que ya hemos comentado en otras ocasiones, hay una parte que rotula con el título 'Reunidos junto al fuego (del album familiar)' comienza narrando su dolor en el poema 'Padre contrito' en el que dice: "Miera de hiel incandescente / se desliza corrosiva por mis venas".
Como los poetas romeros (no de romerías) Urbano Blanco Cea regresa de cuando en cuando a la vieja heredad, recuerda el fuego que concita y reune a las familias en momentos transcendentes, y la muerte es uno de ellos; más el fuego es más multilateral, siendo, por ejemplo, testigo de la llegada del abuelo, de la madre, del hermano, del hijo: "Has llegado y parece que se han abierto los postigos" a la alegría, a la risa...
Es lo que él llama "un hogar tranquilo, una casa sencilla"; todo ello recuerdo de los familiares como un bálsamo: "El amor que sabe a luz". Y ante eso el fuego estalla en risas, avivándose y chisporroteando. Podemos decir, como Urbano: "Yo sé bien que tu vida es poesía / un poema logrado verso a beso". "Tu tienes el poder de abrir el aire". Tanto que hasta sabe que "los mayores solo quieren / que alguien les escuche". Y, escuchando, aprender que la vida es lucha.
Los sentimientos se expresan con más claridad en esa intimidad que proporciona una reunión en torno al fuego del hogar. Y aquella mujer, anciana, al que todos escucharon, lo dijo también a la vera del fuego, con claridad meridiana, para que nadie crea que todo es de color de rosas: Mira mis manos, "son manos de bondad, pero por ellos (por mis hijos) dispuestas a luchar, no sé que harían". Y "llegaba el silencio". Los poetas del camino se levantan. Han visto y han oído. Saludan a Urbano Blanco Cea y prosiguen su camino. "Nihil novum sub sole".
José Mª Amigo Zamorano
lunes, 5 de noviembre de 2007
José Mª Amigo Zamorano: Amarga Hiel VIII
Por una estúpida apuesta destruyeron la embarcación. Lo había leído uno de los gemelos en un libro. Un aventurero, para evitar que sus seguidores se arrepintieran, lo hizo hace muchos años: incendió las naves.
Después de romper la barca, contentos y alborozados por convertirse en héroes, corrieron por la isla. Jugaron al escondite. Se bañaron en el mar. Luego subieron a la mansión de sus padres, la única vivienda que había en la isla porque toda ella era propiedad de sus progenitores, se ducharon y comieron opíparamente. Después de la siesta, al bajar a la playa, una culebra les salió al paso. No era venenosa, pero la mataron. Eso les dejó un regusto amargo. Las culebras le repugnaban. En la playa se tumbaron el la arena boca arriba contemplando el cielo azul y abismándose en la profundidad del firmamento. Y aunque hicieron esfuerzos por comprender hasta dónde llegaría ese cielo que ahí tan azul se les ofrecía no llegaron a entender esa inmensidad. Eso no quería decir que no estuvieran a gusto. Lo estaban. Mucho. Si a algo se le puede decir felicidad era al estado en que ambos gemelos se encontraban a esa hora de la tarde.
De repente, casi al unísono, se levantaron y corriendo se metieron en el mar. Allí hubieran estado largo tiempo si no hubiera sido por la aparición de unas aletas que sospechosamente se iban acercando a ellos. Eran tiburones, lo que les provocó una gran inquietud, saliendo del agua inmediatamente.
Al principio se rieron, pero esa alegría les duró poco tiempo al darse cuenta, como se dieron, que en caso de que necesitaran huir de la isla, no podrían hacerlo nadando. Un motivo de pesadumbre que provocó que el ceño se les aborrascara metidos en reflexiones en las que los callejones sin salida eran protagonistas de primera.
El tiempo fue pasando inexorable. El sol estaba a punto de ponerse. Pronto las sombras de la noche se enseñorarían del contorno. Y vendrían más días y más noches. Y se les acabaría la comida…
Uno de los gemelos se enfrentó a su hermano:
-Tuya es la culpa. Tuya fue la idea…
-Ya. Pero no se te olvide que quien arrojó la piedra contra la barca fuiste tu…
-Eso solo fue una pequeña grieta que tú agrandaste con otra piedra…
-Y me animaste riéndote…
-Lo hacía como reflejo de tú risa…
-Si no hubieras venido a recordar lecturas pasadas nada habría ocurrido y ahora estaríamos de vuelta…
-¡Míralo! Ya no se acuerda que me propuso venir al islote de nuestros padres…
-Si sabías lo que iba a ocurrir, ¿por qué no me dijiste nada?...
-¿Qué pasa?... ¿Tú no piensas?...
-¿Por qué dices eso?... ¿Me estás llamando bobo?... Bobo lo serás tú…
-Bueno, un poco bobo si que eres…
-¿Yo?... Y tú gilipollas…
-Repite eso…
-¡Gilipollas!...
-¡Ah, si! Pues toma…
Y le soltó un puñetazo. El otro quedó un poco atontado con el golpe. Se tocó la nariz. Al ver sangre en sus dedos se encorajinó lanzándose contra su hermano al que arañó en la cara y tiró al suelo. Buscó este una piedra que agarró con la mano derecha y se levantó, pero el otro ya estaba corriendo a esconderse entre la maleza que cerraba la isla de la playa. Hacia allá lanzó la piedra el gemelo arañado. Oyó un grito de dolor y enseguida un silencio. Como estaba a la orilla del mar se lavó la cara. Sintió escozor. Comenzaba a oscurecer. Por el oeste ya el sol se había puesto y aparecía el horizonte teñido de rojo. Su rostro se ensombreció pensando en su sangre y en la de su hermano. Estaría sangrando por la cabeza porque cuando lazó la piedra y oyó el grito al mismo tiempo él había sentido un impacto, un golpe de algo duro en la cabeza. Seguro que le había dado a su hermano. Sintió pena. Iría hasta donde estaba su hermano. Harían las paces. Marcharían a la mansión. Buscarían por allá algo con lo que comunicarse. Total a pocos kilómetros está su pueblo. Desde aquí ya comenzaban a verse las luces. Avisarían los vecinos a sus papás. Pero no, primero se curarían, a continuación una ducha, más tarde cenarían… Atrancarían la casa, por si acaso. Nunca se sabe. Por la mañana avisarían. Sus padres estarían aún de viaje de negocios. No les molestarían. Se alarmarían sin motivo.
Iba pensando todo esto mientras se dirigía hacia el lugar por donde su hermano se metió. Aquí ha sido, se dijo. Separó algunas ramas. Su hermano estaba con la cara ensangrentada. Lo estaba esperando con un varapalo en la mano, que asestó contra la cabeza de su hermano hundiendo uno de sus nudos en el cráneo. Comenzó a sangrar desmayándose.
Al principio lo miró con odio y satisfacción. Fue un instante. Casi de inmediato se alarmó arrodillándose junto al cuerpo como muerto de su hermano.
-Por favor, hermano, despierto. No te mueras. Pero, ¿qué he hecho?...
Y lo zarandeó, lo abrazó, lo besó. No sabía qué hacer… Abrió los ojos el desmayado y al ver a su hermano inclinado ante él y todo ensangrentado dijo casi en un susurro:
-¿Qué te he hecho, hermano?
--Nada, hermano, yo si que te he herido. ¿Puedes andar?... ¿Si?... Vámonos a casa.
-Si, vamos. Se hace de noche. Y el camino es largo.
Mientras el temor y el tumor llegan a las gargantas de los gemelos, los gusanos esperan su turno. En la isla todo es silencio. Solo el rumor del agua rozando la arena blanquísima quiebra ese silencio que acongoja a los gemelos. Si no fuera por la sorda música del agua habrían enloquecido. El mar es la esperanza. Por allí vinieron a la aventura y por allí vendrá, si viene, su salvación.
Hacemos un descanso en la presentación del joven albañil, Al-Jaliloskar, con una, ya tradicional, rubayata de Omar Khayyam. Estaa dice así:
Si tuviese en mis manos sobre el cielo poder,
Sin tardanza ninguna lo haría demoler
Y alzaría otro mundo en donde un hombre libre,
Sin cerrarle caminos, encontrase el placer.
viernes, 26 de octubre de 2007
José Mª Amigo Zamorano: Amarga Hiel VII
-¡Omar, Omar!... Se hace tarde, mi amor... y, a mi, me esperan en el puesto del mercado mi prima y el joven Al-Jaliloscar, mi albañil particular... Si tardo se van a impacientar, a inquietar… No solo eso… empezarán las habladurías… se desatarán las lenguas... y si comienzan a correr... ya no hay quien las pare… y mi padre me castigará… y no podremos volver a vernos más... y las devotas y los muy fieles seguidores islámicos cuchichearán por las esquinas… y los bulos rodarán y se harán grandísimos… y serán un pretexto para vigilarnos… para vigilarme… y si nos pillaran... ¡Alá es grande y nos pille confesados!... amándonos… no sé, no sé… podrían incluso lapidarme… ¡Alá el Misericordioso no lo quiera!...
-¡Anda!... haz un esfuerzo, cariño, y levántate… porque hay que bajar la pendiente… ya sabes que para subir tropezamos con numerosos obstáculos… aunque yo te ayudaré, mi vida… y date cuenta que cuesta abajo… cuesta abajo es aún más difícil… en algunas partes... ya vistes antes... las piedrecitas resbalan… y son muy traicioneras… y, tú, perdona que te lo diga… no te enfades... no estás para sufrir una caída… si te ocurriera algo grave… yo no sabría qué hacer... o tendría que dejarte aquí… solo... abandonado... para pedir auxilio…. y, además, ¿cómo justifico mi estancia, por estos andurriales, a tu vera?... no quiero ni pensarlo… porque entonces
-Pero, ¡bueno!, todavía sigues ahí… ¡mira que tranquilo!… ¡ni se mueve!… ¡y sigue emporrado!… oye, mira, tú verás… ¿vienes o me marcho?... porque tú no me conoces… para buena, buena, soy un rato… pero cuando me cabrean… no sé, no sé… vamos a ver… ¿te pasa algo?... ¿sigues cansado?... ¡ah!, ¡ya!, tu lo que quieres… es que volvamos a hacer el amor… ¡no!... mi vida, eso ni hablar… por ahí, mi amor, no paso… te pongas como te pongas...
Dulce Orballo, según hablaba, se iba indignando y subiendo de tono hasta retumbar en la cueva de manera ensordecedora… Pero algo le hizo callarse. Le vio, ahí, con los ojos cerrados, tan quieto, que, latiéndole el pecho, se inclinó hacia él alarmada:
-¡Diossssssss!... ¡Alá Misericordioso!... ¡Mahoma acórreme!... ¡Omar, Omar!... ¡Despierta!... ¡Mírame!... ¡Soy yo!... ¡Tu Dulce Orballo!...
Se arrodilló. Lo tocó con precaución. Estaba como tieso.
-¡Háblame!... ¡Cariño!... ¡No bromees conmigo!... ¡No me hagas esto!... ¡Dime algo!... ¡Por favor!...
Y lo besó, y lo zarandeó, y lo abofeteó, y lo abrazó llorando y diciéndole:
-¿Qué será de mi?... Me matarán... Estoy perdida...
Y se levantó y puso a dar puñadas en las paredes de la cueva… De repente prorrumpió en un gr
-¡Noooooooooooo!
Allá quedó Omar... desnudo, abandonado, solo... en la soledad más absoluta... Eso si, con la porra tiesa... Símbolo enhiesto de que había vivido... en la hoguera... de las vanidades… carnales... Y en carnículas se quedó... Para siempre... ¡Qué Alá lo acoja en su seno!
Una rubayata de Omar Khayyam pondrá broche poético a este relato verdadero:
A esa bóveda inmensa a la que llaman cielo,
bajo la cual vivimos y morimos los hombres,
no intentes levantar tus ojos implorantes.
No dudes que ella gira, como tú y yo, impotente.
José Mª Amigo Zamorano: Amarga Hiel VI
Vistos ahí, en mitad de la cueva, el uno junto al otro, juventud y vejez, hubiera extrañado a más de uno. Parecían dormidos. Aunque a ninguno le hubiera extrañado si hubieran sabido, como el que escribe lo sabe, de su caminata, de sus caricias y roces, de sus embelecos continuos, de su subida a la cueva cuesta arriba, para culminar con una coyunda carnal casi hasta la extenuación.
A Dulce Orballo se le había ido resbalando la mano del miembro viril de su Omar y descansaba blanca, blanda, suave y gordezuela en el bello que rodeaba el miembro de éste. Escena tierna que se quebró de repente al abrir, como abrió, los ojos la Dulce Orballo, tentó su cuerpo y diose cuenta de que estaba desnuda como su madre la parió. Se levantó y se puso, rápidamente, su caftán rojo, diciéndole a Omar:
-Venga, cariño, despierta que tenemos que irnos. Se hace tarde.
Lo miró brevemente. Pensó, al verlo ahí aun con la verga tiesa, que su ardor era insaciable aunque ella no pensara satisfacerlo más. Ya había puesto todo su empeño, hecho lo que sabía y, por hoy, bastaba. Giró en redondo y salió de la cueva. La luz le dio de golpe en los ojos y tuvo que entrecerrarlos. Estiró los brazos y dejó que la suave brisa le entrara por todas las aberturas del vestido. Estaba dichosa.
Extendió la vista poniendo la mano de visera. Desde su altura se divisaba, en primer lugar, la pendiente por la que habían subido, luego el arroyo y la arboleda y, más allá, el puente, tras del cual se abría la hermosa ciudad de Naishapur con el mausoleo dedicado a la memoria de Omar Khayam y las cúpulas de las mezquitas coloreadas unas de azul y otras verdiazules. Desde sus torres los almuédanos, con sus cánticos, convocaban a los fieles a la oración.
Se sentó en una piedra. Helechos y arbustos crecían por doquier. Las florecillas silvestres, el tomillo, el romero… perfumaban su soledad haciéndola muy muy agradable. Pero había que marcharse. Y él no salía. Se encaminó a la cueva.
-¡Omar, Omar! Se hace tarde y a mi me esperan en el puesto del mercado. Si tardo se van a inquietar. Y no solo eso…
Hemos cortado la filípica que, nuestra heroína, comenzaba a darle a su viejo enamorado (luego la continuaremos) para poner ya la consabida rubayata del bardo, astrónomo, matemático persa Omar Khayyam. Es la siguiente:
Yo, también, sembré, lo mismo que ellos:
la semilla de la sabiduría; y me he sacrificado
para que naciese. Cosecharé estas verdades:
que vine como el viento y me iré como el agua.
jueves, 6 de septiembre de 2007
Nordin Tidafi: 'Sol de mi Tierra' (5)
Paz sobre mi Zácar definitivo, cadete inmediato del Yúyura.
Paz sobre Marengo agudo en la verdad de las vendimias.
Paz sobre Tlemcen la insospechada, desgranando sus jardines, y Máscara la alta, lasciva en sus praderas.
Paz sobre Perréguax, con nombre de sandía.
Paz sobre Arzeu abiertta como brazalete de bodas.
Paz sobre Mers-El-Kebir alargada como espada de Toledo.
Paz sobre Bel-Abbés vuelta de sus tambores sangrantes.
Ellos son la noche fértil temida al máximo.
Nordín Tidafi
(De la antología 'Diwan africano. Poetas de expresión francesa'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura 1988. Palacio del Segundo Cabo O'Reilly número 4, Habana Vieja. Ciudad de La Habana, Cuba)
martes, 28 de agosto de 2007
Las secretas colmenas, de J.-J. Rabearivelo
junto a las lianas del cielo,
entre luminosos nidos.
Libad ahí, abejas de mis pensamientos,
pequeñas abejas aladas de sonidos
en el desnudo recinto de silencio;
cargaos de propóleos
perfumados de astros y de vientos:
taparemos con él toda grieta
que comunique con el tumulto de la vida.
Cargaos también de polen estelar
para las praderas de la tierra,
y mañana, cuando se cuajen
las salvajes rosas de mis poemas,
tendremos cinorrodones aéreos
y semillas siderales.
Jean-Joseph Rabearivelo
(Del libro de poemas 'Traduit de la nuit'. Copiado del 'Diwan africano, poetas de expresión francesas'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura, Palacio del Segundo Cabo O'Reilly Nº 4, La Habana Vieja, Ciudad de la Habana (Cuba), 1988)
domingo, 12 de agosto de 2007
Iswe Letu: La ociosidad trae cabreos
Fue a pasear su ociosidad. Empero, antes de seguir su sendero, quería dejar constancia que le hubiera gustado tenderse en prado de fina yerba, al lado de una piscina hecha para él solo.
Ya antes de comenzar la cuesta, la vio en su cama o en su casa o en su nido, que todo viene a ser lo mismo donde uno descansa.
Salió, como digo, a dar una vuelta por el pueblo; a ver, cómo, la vida corría sin necesidad de su concurso; a comprobar, una vez más, que el fluir de la existencia sigue, imparable, sin importarle que, garbanzo o pimiento, más o menos, entre en la cocedura o no.
Con esta amarga conciencia, de realismo extremo, caminaba calle arriba oyendo el rodar y rozar de coches sobre el asfalto mojado. Con el calor que hacía, seguro que el dicho asfalto saltaba de contento ante el doble despilfarro de agua. Doble, porque, por una parte, el agua venía saltando tapias de jardines privados y, por otra, procedía del desbordamiento de setos, por donde pasaba la tubería de goma, del riego por goteo, ¡qué risa!; agua que veía incrementado su caudal despilfarrador, calle abajo, de los alcorques de los árboles.
Árboles y plantas, adornaban de manera irregular todo lo largo de la calle. Decimos irregular, si, pues, puestos, como lo fueron, hace años, no habían sido cuidados con el debido esmero y, claro, algunos se habían secado, quedando de planta a planta, claros demasiado evidentes, lo que hacía de esta irregularidad, para qué negarlo, un verdadero adefesio.
Pero bueno, irregular o no, las fincas, con sus casonas a ambos lados de la carretera, lo agradecían. O, por lo menos, seguro que su precio se había incrementado un poco más. A los dueños les importaría un bledo, unas plantas mas o menos; ya, de por sí, sus jardines estaban de flora a rebosar. Por cierto, bien protegidos. Por muros de considerable altura. Así impedían que su intimidad fuera violada por miradas impertinentes. De modo que, los setos y árboles callejeros, ni los veían.
Había salido a pasear.
Dicen los higienistas que es muy bueno para la salud…
Y él decía, porque tenía su opinión al respecto, que, igualmente bueno para la salud… ¿igualmente bueno?... ¡no!, ¡mucho más!, era tumbarse en una hamaca bajo el palmeral rumoroso de playas caribeñas; por ejemplo: las de Cuba; o tirado en arena suave y blanquísima de un paraíso tropical cualquiera (para qué discriminar a nadie) con olas de movimiento blandengue, cansado, mecidas por brisas con aromas de jazmines (u otros aromas cualesquiera, buena gana de relegar a unos por otros) y el agua, claro, casi, en calma chicha…
"Bueno, sí -lo reconocía- es verdad la bondad del pasear, sin necesidad de que higienistas u otros ‘istas’ lo digan; pero siempre en unas determinadas condiciones… Porque, pienso yo -se decía- el solo pasear, sin más ni más, no vale… Porque, vamos a ver, ¿alguno ha tenido en cuenta el efecto malsano que puede tener el cabreo que produce, en el caminante, como yo, la cara insultante de las mansiones citadas, exhibiendo, obscenas, su riqueza?…"
No. No lo han tenido en cuenta.
"Son científicos de andar por casa, de tres al cuarto, de pacotilla, o... me callo porque sino… la lío".
Como esa que veía ahí arriba. Y que la había atisbado nada más emprender el camino calle arriba. En ese rascacielos verde. Como un abeto. Grandísimo. Exhibiendo su veraneo en la cúspide. En la cima. En lo más alto. Y en medio de la finca. De esa mansión.
"Para envidia de los que vamos a ras de suelo, como gusanos", pensó.
La miró fijamente: allí estaba con su colorido binario: como una gran dama: de blanco y negro: en actitud lánguida: desmayada: desmadejada: suelta: toda tumbada, como a él le hubiera gustado hallarse, en lugar de pasear respirando el humo, la mierda que despiden, por los tubos de escape... a veces, casi a chorros negros y otras, en suaves humaredas de un gris blanquecino, esos automóviles que pasan continuamente.
Respirando muerte lenta, pero muerte.
Y además, para mas inri, nos contemplan, desde los ventanales de sus palacetes, (porque algunos lo eran), ricachones que, a esas horas, levantan los culos de sus camas o poltronas. O incluso permanecen en ellas riéndose de los que, como él, observan con envidia, con ansia, no sólo porque quisieran poseer la casa, sino poseer y yacer con su matrona y, si fuera posible, en el propio tálamo.
"Pero no tenemos otra alternativa -se dice para si- que seguir zambulléndonos en el aire viciado, ya que no podemos hacerlo en la propia piscina, por el humo de los coches. Muchos conducidos por hijos, sobrinos o nietos de esos mismos gandules que, sin haber dado un palo al agua, tienen todo el agua que quieren, piscinas enteras… ¡hostias!"
Se paró en mitad de la cuesta. Miró hacia atrás. La volvió a ver. En el abeto rascacielos. El negro de su vestimenta se disimula un poco con el verde oscuro del rascacielos, pero el blanco, ¡ah el blanco!, cae, alargándose, hacia un lado. Como si quisiera escurrirse. Una demostración palpable…
"¡Alto ahí!... -exclama para sus adentros- Más que palpable, que más quisiera yo, visible... de cómo se deja acariciar por el viento de la altura. De esa altura donde goza del verano, sin importarle lo más mínimo lo que puedan murmurar, -para murmurar ya lo hace ella-, los mirones: como yo, que la contemplo alelado."
Su equilibrio sobre el abismo da hasta miedo; y envidia y rencor... por no poder estar donde ella se encuentra: en posesión del dominio placentero de los sentidos; así, en plural...
No se puede aguantar más. Siente la irresistible atracción de ella. Coge los prismáticos. Como un viejo verde. Como un voyerista. Es un placer que se puede permitir. Este sí. Un instrumento, además, que le hace volar de nido en nido, de ventana en ventana... Ahora lo ve todo perfectamente. No es lo que pensaba. Ni por asomo.
¡Pobre! La cigüeña está muerta en lo que parece un abeto centenario. Altísimo. Como rascacielos. Su cuello y su pico caen de un lado, nido abajo. Eso es lo que semejaba una postura desmayada, desmadejada, tumbada…
"Los del chalé, por lo que se ve, se han cansado de oír el machaqueo del ajo de la cigüeña. Y, como está en su finca, la mataron. ¡Malditos! ¡Ricos tendrían que ser para ser buenos! Una república les bajaría..."
martes, 7 de agosto de 2007
Álvarez del Burlo: Bienestar, Armonía: Concha Barbero de Dompablo
Tal vez lo que mejor defina el libro que vamos a comentar es que los cambios cuantitativos conducen a transformaciones cualitativas. Al fin y al cabo es lo que nos viene a contar Concha Barbero de Dompablo. La cual, en su libro, Palabras para el Bienestar (Un camino hacia la armonía y la plenitud vital), que así se rotula el viaje emprendido, hacia ese estado de felicidad, por la autora. Lo inicia con la pregunta "¿Eres feliz?". Una interrogación necesaria que indica de manera transparente, sin engaños, sin subterfugios, que si la respuesta es afirmativa no es necesario adentrarse en las procelosas aguas de su trayectoria. En cambio, si la respuesta que se da es negativa, adquieren relevancia las Palabras para el Bienestar que han de conducir, irremediablemente, al capítulo último: "Vives el ahora. Te encuentras con tu ser".
Pero, que nadie se llame a engaño con eso de utilizar el vocablo 'Palabra', pues no se trata de un hablar por hablar, pura palabrería, no; es, en realidad, la experiencia de la autora con el fin de llenar de contenido su vacío... aunque 'vacío', para ser exactos, no es la palabra adecuada... mas bien de llenarse de otra manera, porque, en puridad, nadie está vacío absolutamente; nadie, nunca, está en pura cáscara...En fin, lo que la autora necesita es un cambio, un cambio de personalidad, para una transformación, si cabe, del mundo: un mundo que no le gusta y nos lo repite varias veces. Empero que algun@s no se pongan en guardia, a la defensiva, su experiencia vital no va en la dirección de poner patas arriba la estructura y superestructura de la sociedad en la que viven... tan a gustito, no: en absoluto; aunque, bien mirado, si se consigue acceder a ese estadio, el mundo marcharía mucho mejor.
Para esa transformación de ella, de Concha Barbero, es imprescindible arribar a un conocimiento cabal de ella misma, como recomendaba Sócrates con su imperiosa exclamación "¡Conócete a ti mismo!".Y es aquí donde comienza su viaje, no exento de dificultades, de trampas, de vericuetos que tiene nuestro ser, labrado a lo largo de muchos años, y semejantes, a veces, de callejones sin salida que, solo, la voluntad de la autora consigue traspasar.
Poco a poco va consiguiendo salvar vaches sin cuento, aunque, hay que decirlo todo, no es, en modo alguno, un camino erizado de espinas, ascético, se recomienda no tomárselo a la tremenda; es decir: sin traumas, sin estridencias, sin alaridos... un periplo en derredor de ella misma: limpiando impurezas, arrancando rebabas, desechando vanalidades, apartando lugares comunes, arrinconando contradicciones muy arraigadas en el común de las gentes... Un día, de repente, se notará otra, siendo ella misma. Un paso más allá y las pequeñas estupideces desaparecen, la insustancialidad se volatiliza, la ironía nace, el buen humor se impone. Ella ha cambiado y con ella el entorno, que la envuelve, la arropa, la cubre, la encastilla. Por eso decíamos al principio que la cantidad deviene en cualidad.
Ya ha llegado al 'Vivir el ahora. Se encuentra con su ser'. Entonces grita, grita de alegría, se emociona, salta, ríe y, sin importarle el qué diran, se pone a bailar sin ton ni son, porque le apetece... Ella es feliz. El mundo es feliz: ha llegado a la Armonía y a la Plenitud Vital y colorín colorado...
Pero no, no es un cuento, es camino para librarnos de contradicciones que se nos adhieren pegajosamente al ser como una lapa; camino para adquirir la coherencia precisa para andar por el mundo con dignidad. Tal vez no nos convenza este modo de ver la realidad, pero es indudable que para ser felices, primero y principalmente, hay conocerse a uno mismo. Este libro nos coloca en el buen sendero. Lean, leanlo, el libro de Concha Barbero. Además está muy bien escrito. Con palabras llanas. "Llaneza muchacho que toda afectación es mala", nos aconsejaba Cervantes. Pues eso, libro llano. Rara avis en uno primerizo como este de Concha Barbero de Dompablo.
Álvarez del Burlo
(Marqués de Los Hoyos y Conde de Las Rendijas)
lunes, 6 de agosto de 2007
Concha Barbero: acerca de Bienestar, Armonía y Plenitud Vital
Fdo: José Mª Amigo Zamorano
sábado, 28 de julio de 2007
Ezequiel Martínez Estrada: Títere de pies ligeros
la vida, se la niega;
y si algo se trasiega
mucho más se derrama.
E. M. Estrada
jueves, 26 de julio de 2007
martes, 24 de julio de 2007
Matsuo Basho: Desde la punta de la hierba
tan pronto como cae
emprende el vuelo la libélula.
Matsuo Basho
viernes, 20 de julio de 2007
Iswe Letu: Frasecillas
flora a través
de las hendiduras de su cárcel.
Iswe Letu: Acercándose al haiku
perdidos
a lo largo de los años.
martes, 12 de junio de 2007
Forugh Farrojzad: En las verdes aguas del verano
viernes, 4 de mayo de 2007
Forugh Farrojzad: Pecado
Forugh Farrojzad: Frases
Deja que me llene de pequeñas gotas de lluvia, de tiernos corazones, de formas de niños no nacidos...deja que me llene tal vez mi amor sea la cuna para el nuevo Mesías por nacer.
Vengo, vengo, vengo y el umbral se llena de amor y yo, en el umbral, a los que aman y a la muchacha que aún está aquí en el umbral lleno de amor saludaré de nuevo.
Frases tomadas de
Forugh Farrojzad: Biografía
Nacimiento: ? de ? de 1935
Lugar: Teherán, Irán
Fallecimiento: 14 de Febrero de 1967
Lugar: Teherán, Irán
Biografía:
Tomado de http://www.frasesypensamientos.com.ar/frases-autor.html?autor=1300
viernes, 27 de abril de 2007
Forugh Farrojzad: Solo el sonido permanece
miércoles, 17 de enero de 2007
Najmeh Shobeyri: UN ENCUENTRO CON LA POESÍA DE IRAN
A Daniel Salgado alquimista de versos, quien me ha guiado para encontrar en las palabras de Occidente el mismo significado de Oriente
"Cada vez que hago un poema,
FORUGH FARROJZAD: Regalo
Lo digo desde el final de la noche,
desde el final de la oscuridad,
lo digo desde el final de la noche.
Si vienes a casa,
tráeme, amor mío, una luz
y una ventana
desde la que pueda ver
la felicidad que bulle en la calle.
Traduce: Najmeh Shobeyri
EN 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 6 AÑO DE 1997
FORUGH FARROJZAD: muñeca de cuerda
Es posible un silencio aún mayor
y más largo.
Con la mirada fija de los muertos
en el humo del cigarrillo,
en la forma de la taza,
en la flor sin color de la alfombra,
en una línea imaginaria en la pared.
Es posible apartar la cortina
con violencia, y mirar
la lluvia en la calle,
el niño que se refugia
con sus cometas,
el carro desvencijado que abandona la plaza
apresurado y ruidoso.
Es posible seguir aquí,
detrás de la cortina, sin ver, sin oír.
Es posible gritar,
con una voz falsa, dura, ajena:
"Quiero".
Es posible convertir a una joven sana y hermosa
-en los rudos brazos de un hombre-
en un cuerpo cuya piel sea de cuero.
Es posible mancillar el amor
en la cama de un borracho, de un loco, de un nadie.
Es posible humillar sin parecerlo,
cada misterio.
Es posible dedicarse a resolver un pasatiempo.
Es posible la alegría al descubrir una respuesta sin sentido,
una respuesta vana, cinco o seis palabras.
Es posible arrodillarse para siempre,
la cabeza baja, frente a un sepulcro frío.
Es posible ver a Dios en un pudridero de confusión.
Es posible creer a cambio de unas monedas.
Es posible pudrirse en los cuartos de una mezquita,
como un santo varón.
Es posible obtener el mismo resultado
en una suma honesta, siempre la misma.
Es posible equiparar tus ojos en la cólera,
al descolorido botón de unos zapatos viejos.
Es posible evaporarse, como el agua del charco.
Es posible ocultar en el fondo de un barrila belleza de un momento de pudor,
como una fotografía en blanco y negro, fugas, grotesca.
Es posible colgar del marco vacío del día
la imagen de un condenado, vencido o crucificado.
Es posible cubrir con caritas las fisuras de la pared.
Es posible mezclarse con las imágenes más absurdas.
Es posible ser como las muñecas de cuerda,
ver el mundo con ojos cristalinos.
Es posible dormir largos años
en una caja de lana,
con el cuerpo relleno de pajas.
Es posible gritar sin motivo,
con el apretón de unas manos abusivas.
Oh, soy afortunada.
Forugh Farrojzad (Teherán, 1934 - 1967 [1312 / 1345 H. S.]
Traduce Najmeh Shobeyri
EN 'CAMINAR CONOCIENDO', PAGINA 37, Nº 6, AÑO 1997
RENACER: de Forugh Farrojzad
que se repite y que te lleva
a un amanecer de amaneceres,
de floreceres eternos.
En esta aleya
he suspirado, ay,
en esta aleya
te he injertado
al árbol, al agua, al fuego.
La vida quizá es
una larga calle
por la que pasa cada día una mujer con una cesta.
La vida quizá es
la cuerda
con la que un hombre se cuelga de un árbol.
La vida quizá es el niño que vuelve de la escuela.
La vida quizá es
ese cigarrillo que se enciende
en la pausa entre dos abrazos.
O esa mirada absorta del transeúnte
que se quita el sombrero
y saluda: ¡"buenos días"!
con una sonrisa insignificante.
La vida quizá es
ese instante sin continuidad en que mis ojos
se derrumban en los tuyos ...
y hay aquí un significado
que confundo
con las percepciones de la luna
y de la oscuridad.
En una habitación a la medida
de la soledad,
mi corazón, a la medida del amor,
repasa los pretextos
más sencillos de su dicha;
la belleza de las flores que se marchitan
en la maceta,
en retoño que tu sembraste
en el jardín de nuestra casa,
el trino de los pájaros
que cantan
a la medida de esta ventana.
Ah, esa es mi parte.
Esa es mi parte, mi parte:
un cielo que se separa de mi
a través de una cortina.
Mi parte
es descender escaleras gastadas
y unirme a algo
que es corrupción
y es desconocido.
Mi parte
es un paseo nostálgico
por el jardín del recuerdo
y morir en la tristeza
de la voz que me dice:
"Quiero tus manos".
Hundiré en el jardín mis manos,
germinarán, lo sé, lo sé, lo sé,
y las golondrinas pondrán sus huevos
entre mis dedos,
sucios de tinta.
Colgaré de mis orejas dos cerezas
rojas, gemelas,
y pegaré en mis uñas pétalos de dalia.
Hay un callejón donde los chicos
que me amaron hace tiempo,
con los mismos cabellos revueltos,
cuellos finos
y piernas delgadas,
piensan en la sonrisa inocente
de una niña que una noche
se llevó el viento.
Hay un callejón
que mi corazón ha robado
a los barrios de la infancia.
Viaje corporal por la línea del tiempo,
con un cuerpo que fecunda
la línea del tiempo,
el cuerpo de una imagen que se piensa,
que vuelve de la fiesta en un espejo.
Así es como alguien muere
y alguien se queda.
Ningún pescador puede
encontrar ninguna perla
en un arroyo humilde,
arroyo que desemboca
en una charca.
Sé de un ángel pequeño y triste
que vive en el mar
y toca su corazón
con un ney(*) de madera, lentamente.
Un ángel pequeño y triste,
que muere de noche
por un beso
y nace al amanecer
también por un beso.
Forugh Farrojzad
(Teherán, 1934 - 1967 [1312 / 1345 H. S.])
*Aleya: cada verso coránico
*Ney: flauta de junco, típica de Irán
DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 6, PÁGINAS 38 y 39. JULIO DE 1997. TRADUCE, LA PERIODISTA IRANÍ NAJMEH SHOBEYRI..........................................................
COPIAMOS DE INTERNET:
Nació en Teherán en 1935, en pleno proceso de occidentalización. Se casó a los dieciséis años y, al año siguiente, tuvo a su único hijo, Kamyar, cuya custodia le fue retirada tras su divorcio en 1954. En 1955 publicó su primer libro de poemas, La cautiva. Al año siguiente viajó durante nueve meses por Europa y publicó El muro. Su vida independiente y libre era motivo de escándalo en los cerrados cenáculos literarios. En 1958 publicó su tercer poemario, Rebelión, e inició una relación sentimental con el cineasta y escritor Ebrahim Golestan, que en 1962 produjo la primera película de Forugh, La casa negra, un breve documental sobre la leprosería de Tabriz, que algunos han comparado con Tierra sin pan, y que el crítico Mohsen Majmalbab definió como “la película más bella del cine iraní”. En 1964 publicó Nuevo nacimiento, un hito en la poesía persa contemporánea. Murió el 14 de febrero de 1967, cuando el coche que conducía se estrelló contra un muro. [Nuevo nacimiento, colección poesía del oriente y del mediterráneo, nº 21]
Oh... Esta es mi suerte
martes, 16 de enero de 2007
UNA PEQUEÑA PINCELADA
UNA RESEÑA: Trinidad de León-Sotelo
(Se puede apreciar que la autora del artículo no conocía la revista 'Caminar conociendo')
TRINIDAD DE LEÓN-SOTELO
Ya se escribe citando sus versos: un ejemplo
fabian 28 Agost, 2006 20:28