martes, 28 de agosto de 2007

Las secretas colmenas, de J.-J. Rabearivelo

Las secretas colmenas están alineadas
junto a las lianas del cielo,
entre luminosos nidos.

Libad ahí, abejas de mis pensamientos,
pequeñas abejas aladas de sonidos
en el desnudo recinto de silencio;
cargaos de propóleos
perfumados de astros y de vientos:
taparemos con él toda grieta
que comunique con el tumulto de la vida.

Cargaos también de polen estelar
para las praderas de la tierra,
y mañana, cuando se cuajen
las salvajes rosas de mis poemas,
tendremos cinorrodones aéreos
y semillas siderales.


Jean-Joseph Rabearivelo

(Del libro de poemas 'Traduit de la nuit'. Copiado del 'Diwan africano, poetas de expresión francesas'. Selección, prólogo y notas de Rogelio Martínez Furé. Editorial Arte y Literatura, Palacio del Segundo Cabo O'Reilly Nº 4, La Habana Vieja, Ciudad de la Habana (Cuba), 1988)

domingo, 12 de agosto de 2007

Iswe Letu: La ociosidad trae cabreos

Por Iswe Letu


Fue a pasear su ociosidad. Empero, antes de seguir su sendero, quería dejar constancia que le hubiera gustado tenderse en prado de fina yerba, al lado de una piscina hecha para él solo.

Ya antes de comenzar la cuesta, la vio en su cama o en su casa o en su nido, que todo viene a ser lo mismo donde uno descansa.

Salió, como digo, a dar una vuelta por el pueblo; a ver, cómo, la vida corría sin necesidad de su concurso; a comprobar, una vez más, que el fluir de la existencia sigue, imparable, sin importarle que, garbanzo o pimiento, más o menos, entre en la cocedura o no.

Con esta amarga conciencia, de realismo extremo, caminaba calle arriba oyendo el rodar y rozar de coches sobre el asfalto mojado. Con el calor que hacía, seguro que el dicho asfalto saltaba de contento ante el doble despilfarro de agua. Doble, porque, por una parte, el agua venía saltando tapias de jardines privados y, por otra, procedía del desbordamiento de setos, por donde pasaba la tubería de goma, del riego por goteo, ¡qué risa!; agua que veía incrementado su caudal despilfarrador, calle abajo, de los alcorques de los árboles.

Árboles y plantas, adornaban de manera irregular todo lo largo de la calle. Decimos irregular, si, pues, puestos, como lo fueron, hace años, no habían sido cuidados con el debido esmero y, claro, algunos se habían secado, quedando de planta a planta, claros demasiado evidentes, lo que hacía de esta irregularidad, para qué negarlo, un verdadero adefesio.

Pero bueno, irregular o no, las fincas, con sus casonas a ambos lados de la carretera, lo agradecían. O, por lo menos, seguro que su precio se había incrementado un poco más. A los dueños les importaría un bledo, unas plantas mas o menos; ya, de por sí, sus jardines estaban de flora a rebosar. Por cierto, bien protegidos. Por muros de considerable altura. Así impedían que su intimidad fuera violada por miradas impertinentes. De modo que, los setos y árboles callejeros, ni los veían.

Había salido a pasear.

Dicen los higienistas que es muy bueno para la salud…

Y él decía, porque tenía su opinión al respecto, que, igualmente bueno para la salud… ¿igualmente bueno?... ¡no!, ¡mucho más!, era tumbarse en una hamaca bajo el palmeral rumoroso de playas caribeñas; por ejemplo: las de Cuba; o tirado en arena suave y blanquísima de un paraíso tropical cualquiera (para qué discriminar a nadie) con olas de movimiento blandengue, cansado, mecidas por brisas con aromas de jazmines (u otros aromas cualesquiera, buena gana de relegar a unos por otros) y el agua, claro, casi, en calma chicha…

"Bueno, sí -lo reconocía- es verdad la bondad del pasear, sin necesidad de que higienistas u otros ‘istas’ lo digan; pero siempre en unas determinadas condiciones… Porque, pienso yo -se decía- el solo pasear, sin más ni más, no vale… Porque, vamos a ver, ¿alguno ha tenido en cuenta el efecto malsano que puede tener el cabreo que produce, en el caminante, como yo, la cara insultante de las mansiones citadas, exhibiendo, obscenas, su riqueza?…"

No. No lo han tenido en cuenta.

"Son científicos de andar por casa, de tres al cuarto, de pacotilla, o... me callo porque sino… la lío".
"Pero… -y se paraba- no, no, yo lo voy a decir… Voy a decir lo que hago frente a esas putas casas: aprieto los puños, arrugo el ceño y sigo adelante, ya de mala leche todo el camino. Y porque no me queda otro remedio... Aunque bien quisiera asaltarlas, nacionalizarlas, municipalizarlas, comunizarlas… Pero sigo el paseo como un gilipollas... Y eso que estoy convencido de que estaría mejor junto a una piscina echado a la bartola. O zambulléndome en el agua sin que nadie pudiera atisbar ni un pelo, de mi poblada piel de mono hecho hombre. ¡Ah, qué gozo, qué placer!... sería tirarme en la yerba todo lo largo que soy… ser acariciado por el aire y el suave y húmedo césped…".

Como esa que veía ahí arriba. Y que la había atisbado nada más emprender el camino calle arriba. En ese rascacielos verde. Como un abeto. Grandísimo. Exhibiendo su veraneo en la cúspide. En la cima. En lo más alto. Y en medio de la finca. De esa mansión.

"Para envidia de los que vamos a ras de suelo, como gusanos", pensó.

La miró fijamente: allí estaba con su colorido binario: como una gran dama: de blanco y negro: en actitud lánguida: desmayada: desmadejada: suelta: toda tumbada, como a él le hubiera gustado hallarse, en lugar de pasear respirando el humo, la mierda que despiden, por los tubos de escape... a veces, casi a chorros negros y otras, en suaves humaredas de un gris blanquecino, esos automóviles que pasan continuamente.

Respirando muerte lenta, pero muerte.

Y además, para mas inri, nos contemplan, desde los ventanales de sus palacetes, (porque algunos lo eran), ricachones que, a esas horas, levantan los culos de sus camas o poltronas. O incluso permanecen en ellas riéndose de los que, como él, observan con envidia, con ansia, no sólo porque quisieran poseer la casa, sino poseer y yacer con su matrona y, si fuera posible, en el propio tálamo.

"Pero no tenemos otra alternativa -se dice para si- que seguir zambulléndonos en el aire viciado, ya que no podemos hacerlo en la propia piscina, por el humo de los coches. Muchos conducidos por hijos, sobrinos o nietos de esos mismos gandules que, sin haber dado un palo al agua, tienen todo el agua que quieren, piscinas enteras… ¡hostias!"

Se paró en mitad de la cuesta. Miró hacia atrás. La volvió a ver. En el abeto rascacielos. El negro de su vestimenta se disimula un poco con el verde oscuro del rascacielos, pero el blanco, ¡ah el blanco!, cae, alargándose, hacia un lado. Como si quisiera escurrirse. Una demostración palpable…

"¡Alto ahí!... -exclama para sus adentros- Más que palpable, que más quisiera yo, visible... de cómo se deja acariciar por el viento de la altura. De esa altura donde goza del verano, sin importarle lo más mínimo lo que puedan murmurar, -para murmurar ya lo hace ella-, los mirones: como yo, que la contemplo alelado."

Su equilibrio sobre el abismo da hasta miedo; y envidia y rencor... por no poder estar donde ella se encuentra: en posesión del dominio placentero de los sentidos; así, en plural...

No se puede aguantar más. Siente la irresistible atracción de ella. Coge los prismáticos. Como un viejo verde. Como un voyerista. Es un placer que se puede permitir. Este sí. Un instrumento, además, que le hace volar de nido en nido, de ventana en ventana... Ahora lo ve todo perfectamente. No es lo que pensaba. Ni por asomo.

¡Pobre! La cigüeña está muerta en lo que parece un abeto centenario. Altísimo. Como rascacielos. Su cuello y su pico caen de un lado, nido abajo. Eso es lo que semejaba una postura desmayada, desmadejada, tumbada…

"Los del chalé, por lo que se ve, se han cansado de oír el machaqueo del ajo de la cigüeña. Y, como está en su finca, la mataron. ¡Malditos! ¡Ricos tendrían que ser para ser buenos! Una república les bajaría..."

martes, 7 de agosto de 2007

Álvarez del Burlo: Bienestar, Armonía: Concha Barbero de Dompablo

Por Álvarez del Burlo

Tal vez lo que mejor defina el libro que vamos a comentar es que los cambios cuantitativos conducen a transformaciones cualitativas. Al fin y al cabo es lo que nos viene a contar Concha Barbero de Dompablo. La cual, en su libro, Palabras para el Bienestar (Un camino hacia la armonía y la plenitud vital), que así se rotula el viaje emprendido, hacia ese estado de felicidad, por la autora. Lo inicia con la pregunta "¿Eres feliz?". Una interrogación necesaria que indica de manera transparente, sin engaños, sin subterfugios, que si la respuesta es afirmativa no es necesario adentrarse en las procelosas aguas de su trayectoria. En cambio, si la respuesta que se da es negativa, adquieren relevancia las Palabras para el Bienestar que han de conducir, irremediablemente, al capítulo último: "Vives el ahora. Te encuentras con tu ser".

Pero, que nadie se llame a engaño con eso de utilizar el vocablo 'Palabra', pues no se trata de un hablar por hablar, pura palabrería, no; es, en realidad, la experiencia de la autora con el fin de llenar de contenido su vacío... aunque 'vacío', para ser exactos, no es la palabra adecuada... mas bien de llenarse de otra manera, porque, en puridad, nadie está vacío absolutamente; nadie, nunca, está en pura cáscara...En fin, lo que la autora necesita es un cambio, un cambio de personalidad, para una transformación, si cabe, del mundo: un mundo que no le gusta y nos lo repite varias veces. Empero que algun@s no se pongan en guardia, a la defensiva, su experiencia vital no va en la dirección de poner patas arriba la estructura y superestructura de la sociedad en la que viven... tan a gustito, no: en absoluto; aunque, bien mirado, si se consigue acceder a ese estadio, el mundo marcharía mucho mejor.

Para esa transformación de ella, de Concha Barbero, es imprescindible arribar a un conocimiento cabal de ella misma, como recomendaba Sócrates con su imperiosa exclamación "¡Conócete a ti mismo!".Y es aquí donde comienza su viaje, no exento de dificultades, de trampas, de vericuetos que tiene nuestro ser, labrado a lo largo de muchos años, y semejantes, a veces, de callejones sin salida que, solo, la voluntad de la autora consigue traspasar.

Poco a poco va consiguiendo salvar vaches sin cuento, aunque, hay que decirlo todo, no es, en modo alguno, un camino erizado de espinas, ascético, se recomienda no tomárselo a la tremenda; es decir: sin traumas, sin estridencias, sin alaridos... un periplo en derredor de ella misma: limpiando impurezas, arrancando rebabas, desechando vanalidades, apartando lugares comunes, arrinconando contradicciones muy arraigadas en el común de las gentes... Un día, de repente, se notará otra, siendo ella misma. Un paso más allá y las pequeñas estupideces desaparecen, la insustancialidad se volatiliza, la ironía nace, el buen humor se impone. Ella ha cambiado y con ella el entorno, que la envuelve, la arropa, la cubre, la encastilla. Por eso decíamos al principio que la cantidad deviene en cualidad.

Ya ha llegado al 'Vivir el ahora. Se encuentra con su ser'. Entonces grita, grita de alegría, se emociona, salta, ríe y, sin importarle el qué diran, se pone a bailar sin ton ni son, porque le apetece... Ella es feliz. El mundo es feliz: ha llegado a la Armonía y a la Plenitud Vital y colorín colorado...

Pero no, no es un cuento, es camino para librarnos de contradicciones que se nos adhieren pegajosamente al ser como una lapa; camino para adquirir la coherencia precisa para andar por el mundo con dignidad. Tal vez no nos convenza este modo de ver la realidad, pero es indudable que para ser felices, primero y principalmente, hay conocerse a uno mismo. Este libro nos coloca en el buen sendero. Lean, leanlo, el libro de Concha Barbero. Además está muy bien escrito. Con palabras llanas. "Llaneza muchacho que toda afectación es mala", nos aconsejaba Cervantes. Pues eso, libro llano. Rara avis en uno primerizo como este de Concha Barbero de Dompablo.

Álvarez del Burlo

(Marqués de Los Hoyos y Conde de Las Rendijas)

lunes, 6 de agosto de 2007

Concha Barbero: acerca de Bienestar, Armonía y Plenitud Vital


Si alguna vez se siente la imperiosa necesidad de seguir el consejo de Sócrates “Conócete a ti mismo” hay que leer el libro de Concha Barbero de Dompablo, Palabras para el Bienestar de Ediciones Obelisco, julio de 2007. Sabemos que, para muchos, no tiene sentido este consejo porque siempre se sienten acompañados por uno mismo en el viaje de la existencia. De modo que nadan, como pez en el agua, no sintiendo las contradicciones como cosa extraña. Pero hay algunos que sí, que se sienten impelidos a meterse y hurgar en los entrañas, entre los entresijos de su espíritu, con el fin, principalmente, de sentirse bien. Quieren ser completamente felices. Ellos. Solo ellos. Además, siguen el dicho popular: ‘La caridad bien entendida empieza por uno mismo’.

Una de esas personas es Concha Barbero que nos narra su experiencia en pos de ese conocimiento en el libro, del que hemos hecho alusión más arriba. Un libro con estilo y estructura de los denominados de autoayuda. Comienza con la pregunta “¿Eres feliz?”, porque de lo que se trata, en este paso por la vida, es hacerlo en la felicidad completa. Y termina con unas afirmaciones: “Vives el ahora”, “Te encuentras con tu ser”.

Mas, para llegar a ese feliz término ha tenido que descargar las lógicas anormalidades intelectuales que se le habían adherido a su ser como una lapa. Ha tenido que diseccionarse, analizarse, inspeccionarse, desprenderse de las mayores rebabas posibles, chocantes con la coherencia a la que todo individuo aspira, en pos de llegar a ese paraíso, al que siempre ha aspirado el Hombre con mayúscula: la Isla de la Armonía y de la Plenitud Vital dentro de un mundo feroz, decimos nosotros. Hay que decir que su cambio no es la quiebra revolucionaria de las estructuras sociales y económicas que le rodean. Como Carlos Marx, por ejemplo (hablando de Carlos Marx habría que decir que él opinaba que la felicidad se obtiene logrando que el trabajo personal de uno consiga hacer felices al mayor número de personas posibles) Y no, por ahí no van sus tiros. La transformación a la aspira Concha Barbero de Dompablo, y según ella lo va logrando, se refiere a las pequeñas cosas que afean su entorno, a las pequeñas actitudes malsanas, a los errores diminutos de comportamiento que pueden hacer de la existencia cotidiana un infierno o, por el contrario, darle la felicidad. Es, pudiéramos decir sin ironía, un cambio de andar por casa: el día a día de la autora con lo que le rodea. Pero, hay que recalcarlo, es, sobre todo, a ella, por ella y para ella, el esfuerzo que pone en la mirada escudriñadora. Si ella consigue la coherencia, si ella consigue apartar las contradicciones de las que está llena nuestra existencia, se cambia todo, se transforma todo: se liman asperezas, se limpia uno de maliciosos comportamientos... entonces no se juzga, se sabe perdonar, se olvida, se ríe, se es responsable, piadoso, caritativo…

Nos va narrando su experiencia y cómo logra su empeño, con las consiguientes compensaciones que recibe por cada conquista alcanzada. De cuando en cuando nos aconseja para que también nosotros alcancemos el Éxito; que no está colmado de riquezas materiales, sino de felicidad, de gozo... Ese es el éxito: conseguir la felicidad. Esa es su lucha, cuya palabra (lucha) no le gusta sino paciencia, piedad, amor, perdón olvido, armonía…

Palabras para el Bienestar. Un libro de 90 páginas donde se condensa su experiencia.

Se podrá estar, o no, de acuerdo con este planteamiento, pero lo que si está claro es que plantea una cuestión importante: cómo ser coherente. Y como para ello, para apartar las contradicciones, se necesita hurgar en uno mismo, analizarse...

Un libro que nos enfrente a nosotros mismos y que, además, está bien escrito, con un lenguaje claro, sencillo, sin una palabra más alta que otra y con la cita oportuna y popular en su lugar apropiado. Para ser su primer libro, es un buen comienzo que augura, otros, que serán interesantes de leer. Enhorabuena, Concha.

Fdo: José Mª Amigo Zamorano