jueves, 30 de septiembre de 2010

¿El corazón rojo de los picoletos?

Dicen que dijo que él sabía que ellos tenían el corazón rojo. Y las crónicas agregaron que, los allí convocados para que se hicieran realidad sus demandas laborales, lo escucharon asombrados sin querer creer lo que oían.
Lo que no dicen los cronistas porque, obviamente, no lo conocían, ni era previsible que ninguno de ellos lo conociera es que, por ejemplo, al hijo de Emerenciano, un comunista zamorano, que quizás se encontrara entre los reunidos en aquella plaza, ya que se había hecho de aquel cuerpo, se le hiciera un nudo en la garganta de emoción pensando en su padre.
Padre que había pasado de las suyas desde que los falangistas fueron a buscarlo de madrugada para matarlo. Acompañados por la pareja de la Guardia Civil. Cosa que no consiguieron ya que, presintiendo el peligro, había huido campo a través escondiéndose entre las cepas de las viñas, durmiendo al raso y comiendo uvas y raíces, sorteando pueblos donde estuviera la temida Guardia Civil de la que se contaban atrocidades cometidas por esa milicia, hasta que llegara a Zamora y por intermediación de un conocido se apuntó a las milicias de la CEDA. Siglas que correspondían a un partido de derechas denominado Confederación Española de Derechas Autónomas dirigido por Gil Robles. Muy alejado de sus principios ideológicos marxistas y leninistas, pero algo tuvo que hacer para salvar el pellejo.
Puede que alguno más que el hijo de Emerenciano sintiera rodar mejilla abajo sus lágrimas. Es posible.
El mundo había cambiado algo. España también. Y aquellos reunidos habían visto entrar en sus filas todo tipo de gente. Si bien como colectivo tenía su historia; la sabía; tenía sus señas de identidad que se trasmitían de padres a hijos. Y casos como el hijo de Emerenciano y otros eran una excepción que confirmaba la regla. Siempre que esas excepciones fueran fieles a sus orígenes. Que no es del todo seguro que una gota no se diluya en el océano y pierda su colorido.
Los congregados en el aquel sitio, en defensa de sus reivindicaciones, se asombraron, repetimos, de aquella frase dicha por el orador:
-Sé que tenéis el corazón rojo.
Pero los lectores de la noticia, ajenos a las demandas laborales de los congregados en aquella plaza, y conocedores de la historia, fama y hechos de ese colectivo, como los conocían, se quedaron estupefactos. Máxime cuando en el roce diario con ellos llegaron a la conclusión, y la repetían continuamente en las conversaciones:
-El  que tiene un amigo de esos, sabedlo bien, es como el que tiene un euro falso.
Una conclusión no demasiado dura. Pero resumía bien a las claras el sentir general con ese colectivo fundado para salvaguardar la riqueza de los ricos, las tierras de los terratenientes, el orden...
De modo que, en general, no se entendió aquello de:
-Sé que tenéis el corazón rojo.
Y no solo porque conocían su historia, su vida y milagros hecha de represiones, incluido el asesinato o la tortura, contra los luchadores obreros. No. Eso era del dominio común. Hasta el cine había reflejado muy bien su proceder: Pilar Miró lo hizo resaltar en su película ‘El crimen de Cuenca’. No, no solo por eso. Sino porque desde el punto de vista político, electoral en este caso, pocos votos iba a recoger con sus palabras. La mayoría estaba cautiva, y con mucho gusto, del partido de derechas de siempre. Y los pocos que quedaran, que algunos quedaban, los recogería el otro partido mayoritario que se proclama de izquierdas y que, dicho sea en honor a la verdad, hizo, antaño, esfuerzos denodados para popularizar el tal cuerpo. Atreviéndose un ministro, de apellido Barrionuevo, a dar vivas a ese cuerpo. Nunca, en la vida, se había atrevido ningún dirigente de izquierdas a esos extremos.
No, no tenía sentido esa expresión en boca de él. Jefe de la autollamada Izquierda Unida.
-¡Ay, Cayo Lara! ¿Chocheas?... Pero si eres joven… Cómo se te ocurre decir que la Guardia Civil tiene el corazón rojo. ¿En qué te basas?
Y además has dejado de mentiroso a Federico García Lorca enmendándole la plana. Eso… eso no te lo van a perdonar ni los poetas, ni los revolucionarios, ni los huelguistas, ni los mineros…
Porque todos ellos saben que los guardias civiles, como cuerpo represivo, ‘Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras’, que ‘Jorobados y nocturnos, por donde animan ordenan silencios de goma oscura y miedos de fina arena’, según se expresara García Lorca en su ‘Romance de la Guardia Civil’. Y decía de ellos que hasta ‘Los caballos negros son y las herraduras son negras’.

Puede que entre ellos algún corazón rojo haya. Mas por un garbanzo, dice el refrán, no deja de cocer la olla de la represión contra la clase obrera y el pueblo. Y si no que se lo pregunten a los trabajadores en lucha: a los mineros estos días, por ejemplo.

¡Ay, Cayo Lara! Líder de Izquierda Unida. Dicen que dijiste eso de que sabías que la Guardia Civil tenía el corazón rojo. ¡No nos extraña que la izquierda esté cada vez más desacreditada!