miércoles, 20 de junio de 2012

José Mª Amigo Zamorano: Eusebio García Luengo y la muerte


Hay que estar preparados para muerte. A algunos les llega de repente y esos no tienen problemas con ella. A otros les llega su amenaza cuando menos lo esperan. Y tienen que adecentarse con rapidez. Muchos la esperan de un día para el siguiente. Así, durante muchos años. Suponemos que es el caso de D. Eusebio García Luengo. Por la edad. Y por la edad fue espectador de la desaparición de familiares, amigos y conocidos, lo que le daría motivos para pensar. Y las esquelas en los diarios. Y las noticias necrológicas en radios y televisiones. Todo ello con su consignación y datación de edades, obligatoriamente obliga, impulsa a la comparación con uno mismo.

-Yo tengo menos años.

-Yo he pasado de ellos un poco.

-En cambio, yo he superado con creces ese número.

Luego están las estadísticas que muestras, a las claras, con objetiva frialdad, el promedio, con lo cual se nos empuja a meternos en ese saco que contiene el número dominante de óbitos de donde la vieja dama de negro (o de blanco) enguadañada va extrayendo sus boletos con los que corrobora diariamente la macabra veracidad de la ciencia estadística.

Por nuestras conversaciones con el escritor de Puebla de Alcocer nos dimos cuenta que había meditado, y mucho, sobre la muerte. Y si en algún momento le inquietó, cuando comenzamos a tratarlo (ya con cerca de 80 años) había superado esa etapa manteniéndose en una equilibrada y sosegada actitud ante esa irremediable fatalidad que es la muerte.

Tanto había pensado en esa certidumbre que incluso llegó a decir:

-Ahora cualquiera tiene 80 años.

En su novela 'No sé' ya pone el caso del suicidio de un joven recién casado. Por cierto, una noche de verano en Las Navas del Marqués nos contó tal y como se lo contaron; fue en uno de sus viajes a su pueblo y era motivo de conversación en las casas: la noche de bodas, el novio se levanta de la cama y se encamina hacia lo alto del pueblo, donde hay un castillo impresionante, y, subido a él se despeña por un taluz. Luego, nos hemos enterado que ese mismo castillo atrae como un imán y se han suicidado posteriormente numerosas personas de Puebla de Alcocer.

Se preguntaba y nos preguntaba el por qué se suicidaría. Dijo que había preguntado por allí y nadie sabía nada.

-Supongo que la Guardia Civil averiguaría algo. Pero yo no volví al pueblo hasta años después.

-Mas tu tendrás alguna explicación.

-Pues si, la tengo: el gatillazo.

-¿Y eso?...

-Verás: en las bodas se bebe mucho; y al contrario de lo que se piensa, el alcohol no potencia el poder sexual; de modo que, cuando tuvo que cumplir como hombre, sufrió el gatillazo; es muy corriente; pero en esos pueblos (yo diría que en todos los lugares; pero en las poblaciones de poco número de habitantes más, porque se conocen entre todos) hay que demostrar la hombría y si no das el nivel, ¡malo!, porque serás señalado para toda la vida; puede ser que, además, la mujer le reprochara su impotencia y obnubilado aun por vaho de la bebida y anonadado por el hecho mismo de su falta de erección... en fin, eso no se puede saber exactamente; pero yo creo que por ahí es por donde se puede explicar ese hecho...

De este modo frío analizaba el escritor esta muerte. Hablaba de tú a tú a Tanatos.

-Hay quien se siente atraido por Tanatos. Los hay que llegada cierta edad desean morir. No de una manera trágica, sino natural. Los hay.

-¿Y tú?

-Bueno, pues hasta ahora no he sentido su atracción. Y tampoco es algo que me preocupe mucho. Estoy preparado. Le he dicho a mis hijos que cuando muera me entierren donde quieran. Como si me tiran a un estercolero.

-No parece esa manera de pensar de un creyente en dios.

-¿¡Yooo!? ¡¿Creyenteee!? ¡Nooo! ¡Yo soy un ateeeeo! -exclamó poniéndo énfasis en cada palabra

-Lo digo porque cuando ha pasado un procesión religiosa, aquí, en Las Navas, se ha levantado y se ha quitado la gorra.

-Y lo haré siempre. Pero es una muestra de respeto a las creencias de otros. Me emociona su recogimiento. Su religiosidad. Pero... ¿yo?... ¿creer?... ¡Ni hablar!... Por otra parte, el que pasen por aquí esas imágenes que son de devoción de los que les acompañan y haya gentes, madrileños sobre todo, que siguen hablando y riéndose... No sé... Me parecen gente tan ordinaria...

-O serán por tu parte reminiscencias del franquismo...

-Puede ser... pero no lo creo. Siempre me llamado la atención y he sentido atracción por esas ceremonias: sus imágenes tan elegantemente vestidas, las mismas prendas de los sacerdotes, las ceremonias con sus rituales, sus movimientos arrodillándose o levantándose, el incienso, los cánticos... Es como la representación de un teatro. Y a mi siempre, ya lo sabes, me ha interesado el teatro...

Si al hilo de la conversación salía a relucir la muerte nos refería esa atmósfera erótica que se formaba entre ciertos individuos presentes en un funeral, bien en la iglesia, en el cementerio, o antes en la sala de espera de la casa del muerto. A él le había ocurrido. Y por otra parte, decía, era un hecho conocido y analizado.

De esas charlas con García Luengo se veía como jugaba con Tanatos. Lo observaba friamente en sus manifestaciones. Muchas veces la ironía fluía en sus palabras.

Estas pequeñas pinceladas nos acercan a su concepción y a su postura ante la muerte.

-Cuanto haya muerto que me entierren donde quieran. Ya les he dicho a mis hijos: me podéis tirar hasta en un muladar.

Lógico pensamiento de un ateo; y de un ateo que contempla las ceremonias religiosas como espectador de un teatro; un ateo que respeta esas manifestaciones religiosas; es sensible al colorido y vistosidad de sus ceremonias; un ateo que se levanta al paso de cualquier procesión católica; se quita la gorra; y hasta se inclina con humildad.

(Recordamos nosotros unos párrafos de la novela 'El Cura' de López Bago:'... aquel anciano de cabellos como de plata y de riquísimos ropajes, de manos blancas como las de una duquesa, en las cuales brillaba el anillo pastoral...' o '... al lavarse las manos, al tomar el amito, al recibir el alba, al ceñirse el cíngulo, al ponerse el manípulo en el brazo izquierdo, o la estola al cuello, al tomar la casulla...')

Mas de todo eso de D. Eusebio García Luengo, ¿qué se desprende? Se desprende una enorme carcajada. Si. Una carcajada silenciosa. Interior. No era dado el escritor de Puebla de Alcocer a ruidosas expresiones.

Repetimos: eso es lo que queda de su actuación teatral pública ante el espectáculo de la religión. Católica, por supuesto. No había otra. Pero eso, ¿por qué?: pues porque antes ha vaciado, de esa religión, toda su aureolada trascendencia. La ha quedado en puro artificio.

-Los hijos ya me han comunicado lo que van hacer con mi cadáver: lo van a incinerar. 

No hay comentarios: