sábado, 16 de junio de 2012

José Mª Amigo Zamorano: Mas sobre Artenavas


Las Navas del Marqués

En el post anterior hablamos de una visita que hicimos a una exposición de arte contemporáneo que, con el rótulo de Artenavas, comenzó allá por el año 2002, con ínfulas de feria de arte, en Las Navas del Marqués y ha terminado con tan solo 14 expositores. Fue, como acabamos de decir, en la villa abulense de Las Navas del Marqués, villa que está situada casi en la sierra del Guadarrama a pocos kilómetros de El Escorial. Lope de Vega en unos versos decía: “Yacen al pie de Guadarrama helado / Las Navas del Marqués ese es su nombre / donde el florido prado viste un prado / que no hay escarcha o nieve que lo asombre”. 

Un pueblo que mas que mirar para Ávila, se inclina hacia Madrid de donde le vienen los forasteros en el verano y el trabajo todo el año. Se hizo tristemente célebre a últimos del pasado año y principios de este, pues el Ayuntamiento del PP (el alcalde y el secretario están imputados) al parecer consintió la tala de 4 o 5.000 pinos cuando ya el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León había prohibido construir, una denominada Ciudad del Golf, en ese sitio que está protegido porque anida la cigüeña negra y otras aves. Ya en años anteriores su castillo (tiene uno llamado Magalia) recibía la visita del que fuera presidente del gobierno de España Felipe González. Y como se viera, por entonces, envuelto en casos de corrupción, algún que otro malicioso dio en llamar al castillo la cueva de Alí Babá.

Por el contrario, por aquí también estuvieron el clásico Lope de Vega y el gran humanista Arias Montano. En el año 1917 se encontraron, veraneando, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre. Se hicieron amigos y Dámaso Alonso inoculó el veneno de la poesía a Vicente Aleixandre. Todos saben el resultado: V. Aleixandre, premio Nobel. También pasaron por él pueblo numerosos personajes, de los cuales destacamos al escritor extremeño Eusebio García Luengo o el director de cine Bardem, en uno de cuyos veranos escribió el guión de una de sus películas más emblemáticas: Calle Mayor.

Varios olvidos

Bien, cuando hicimos esa rápida mirada a Artenavas 07 se nos pasaron por alto, en un primer momento, 3 artistas que exponen en la exposición que membramos: Aute, Canogar y Casañé. Un olvido no intencionado, pero injusto sino lo remediáramos. Es lo que tienen las prisas que son miradas a medias y como dice el refrán: las medias no son buenas ni para las piernas… Olvidarnos de ese Aute, tan famoso… y por tanto de sus círculos concéntricos del dolor que manan lágrimas… ese Canogar, ¡Ah, Canogar! De casta le viene al galgo… sus esculturas de hierro se tienden en el espacio como telas de araña. O ese Casañé, cuyo hierro sale de sus manos adquiriendo blandura algodonosa.

Un inciso sobre José Luis Menéndez

Curioso, que fueran, sobre todo, escultores del hierro, estos herreros modernos del Arte, los que se nos olvidaran ya que su buen hacer, sin desmerecer a los restantes, nos había complacido. Particularmente José Luis Menéndez con sus raíces férreas, sus cabellos de hierro al viento, sus endurecidas entrañas y sus nervios de acero que se hunden en la tierra.

José Luis Menéndez que, al tiempo que trabaja, medita. Y sus meditaciones nos llegan con esas claves metafóricas, esos sms que se van introduciendo en el ordenador de nuestro cerebro. Son el espíritu de su creador, José Luis Menéndez hecho Hombre: fuerte como el hierro. El Hombre, creador del mundo en que vivimos, desafiando a los cielos de donde procede el rayo destructor. El Hombre, con mayúsculas, hecho Mujer que se enfrenta, al tiempo que se ofrece, (recordamos a la mujer del monumento al poeta Curros Enriquez, en La Coruña, quien, con el torso desnudo, desafía al Destino, quizás al Mar Incógnito) decimos se ofrece, porque lo engendra y pare. Esa mujer que desafía los vientos tormentosos de la Vida, con sus cabellos al viento y la mano abierta para seguir sembrando la tierra, sacrificándose, si fuera preciso, en acto heroico de pervivencia de la especie, no en vano el corazón lo tiene a la altura de la vulva y los testículos. Homenaje de José Luis Menéndez a su padre, a su madre, y a él mismo.Una conjunción de barras de hierro, retorcidas, que se engordan y adelgazan para lograr, como un mago, del hierro inerte un acto objetivo de dramatismo.En fin, asi es el Hombre de grandioso. Y lo sabe. Y es consciente de esa elevada estatura capaz de las más grandes hazañas.

Mas, no queda ahí su reflexión, sino que la transforma en meditación dialéctica. Lo decimos porque el Hombre, lo mismo que se eleva a las alturas, se abaja hasta las más criminales acciones: ama y odia: acaricia o hunde a sus semejante con la daga en la más negra noche de muerte: señor, por tanto, de la Vida y de la Muerte: de la Paz y de la Guerra. Así es José Luis Menéndez en sus creaciones: simboliza al Hombre.Sobre el hierro vuelca sus reflexiones, sus inquietudes más profundas, porque le parece la materia más apropiada: permanente y degradable o caduca: hueso, carne y vísceras: igual que José Luis Menéndez como individuo: podrá pervivir en el recuerdo de las generaciones futuras, enraizarse; o como las raíces hundirse en el polvo y desaparecer: es la caducidad: el final de todo ser vivo: volverse elemento químico: hacerse Nada creadora para seguir alimentando la Vida en las futurad generaciones.

Eso significan sus esculturas de hierro hechas raíces, convertidas en cabellos, transformadas en huesos y vísceras. Es el Hombre: fuerte como sus huesos, débil como su carne y sus finas hebras de pelo.

Aunque, tal vez, este artista, al que no conocemos de nada, no haya pensado jamás en estas cosas, ni haya visto nunca el monumento a Curros Enriquez. También podría ser. Sin embargo, nos gusta verlo así... Qué se le va a hacer.

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