sábado, 16 de junio de 2012

El Sectario recuerda a Rabearivelo y de paso a Rabemananjara


CASI SUEÑOS y TRADUCIDO DE LA NOCHE dos libros de Rabearivelo

Recuerda el Sectario que en 1947 Rabemananjara, poeta malgache, escribió desde la pri­sión, donde estaba condenado a muerte, sin duda pensando en él y en otros, como él, que espera­ban en capilla:

“Las estrellas mueren sin un suspiro.
¡Qué mano elevada al horizonte
llevará a los labios de los héroes
la roja ofrenda de la Aurora!” 

Tenía mucha razón para es­tar preocupado: el ejercito colonial francés segaba, sin misericordia, las tiernas gavillas de la in­surrección malgache: cerca de 100.000 murieron en una de las más sangrientas represiones que haya visto la historia contemporánea; el Sectario ha dicho una, no la mayor. El poeta, que luego salvó la vida de milagro, era jovencísimo, tierno, como una cualquiera de aquellas gavi­llas que fueron segadas.

El Sectario es muy sensible -supone que a otros les pasará igual- a las muertes de los valien­tes y humildes cuyo único delito es rebelarse contra la opresión de los colosos. Y sigue pen­sando como Gorki: la locura de los valientes es la única sabiduría. Pero hay también otras muer­tes que le estremecen; por ejemplo: el suicidio de otro poeta malgache que ya adivinara o intuyera las gavillas: Rabearivelo.

Diez años antes de que Rabemananjara escribiera esos versos citados más arriba, Rabeari­velo se daba muerte, ya que nada tenía que hacer en este mundo, en esta vida que “se nos mues­tra demasiado rebelde...” por lo que sólo le quedaba tenderse “bajo la hierba echar una mi­rada tierna sobre aquello que algún día formará gavillas...” Y tomando 10 gramos de clo­ruro potásico, envía un beso a los libros de Baudelaire... mira el retrato de su familia: “... mis úl­timos pensamientos, son para vosotros.” “Ingiero un poco de azúcar. Me ahogo. Voy a tum­barme”

Este relato de su muerte, sacado de una página del diario inédito titulado “Cuadernos azules”, puede leerlo el Sectario porque la editorial Hiperión ha publicado, por primera en castellano, los dos poemarios más famosos del poeta malgache, “Traducido de la noche” y “Casi sue­ños” y lo incluye al final. Es de agradecer que una editorial publique voces, gritos de timbre ajeno al soberbio mundo occidental, glorioso y siniestro mundo occidental, no se olviden los 100.000 muertos, esos tiernos manojos ensangrentados, a los que nadie acercó, entonces, “la roja ofrenda de la Aurora”. Quizá algún día alguna de estas editoriales con sensibilidad traduz­can la obra de Aimé Césaire “Cuaderno de retorno al país natal”(*): algunos lo agradecería­mos. El Sectario agradece a su editor el poeta Munárriz el envío del libro; libro mag­nífico, en edición bilingüe con traducción, introducción y notas de Juan Abeleira.

El Secta­rio conoce poco el francés por lo que nada puede decir de la traducción; mas... si tiene que poner alguna pega, sería esta: que en la bibliografía sobre Rabearivelo no se recoge la anto­logía titulada “Diwan Africano” del cubano Rogelio Martínez Fure, editorial Arte y Lite­ratura, 1988. Este olvido (o desconocimiento) puede corregirse en una segunda edición, si la hay.

DE LAS PAGINAS 45, 46, y 47 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 9
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(*) El Sectario después se enteraría que a Aimé Césaire lo tradujo al castellano la escritora cubana Lidia Cabrera allá por los años 30 del siglo pasado y recientemente (hace 3 o 4 años) editado por la editorial zamorana Fundación Sinsonte.

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