domingo, 17 de junio de 2012

Escribiendo con cierta amargura


De las ramas de un árbol, de hojas desnudo, cuelga, en la noche fría, un colchón octogenario. Al acercarse el viajero parece que cobra vida mirando con su cara rectangular y con la boca abierta como el tonto del pueblo. Ya no espera a nadie. Se sorprende de la curiosidad del que, quieto, observa a al luz de la luna tan extraño e insólito fenómeno.


Brillan el frío y la soledad. El sonido del silencio aulla. Él caminante le da la espalda al árbol. Se aleja. Anda deprisa. Luego corre. Y corriendo comienza a llorar amargamente.... Se detiene. Mira al cielo y a la tierra. Gira en redondo. Se encuentra sólo en la noche helada. ¿Sólo? No. Manchado y arrugado está allí el colchón mirando con rotos y meados ojos. Ojos asombrados, lelos, idiotas... las cosas en penumbra.

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