lunes, 18 de junio de 2012

José Mª Amigo Zamorano: Derecho autoproclamado


"Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por conseguir unión con hembra placentera."

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita

Estos son los famosos versos del Arciprente de Hita, Juan Ruíz, acerca del comer y del follar que intentaba darles un valor más amplio, extendiéndolo a los seres vivos. A todos. Si bien, se aprecia a las claras, que se refería a los hombres: a él en particular.

Pero el manducar y el joder no son químicamente puros: los recubre gusto y amor. Eso les da brillo y color adquiriendo, de paso, un refinamiento y una exquisitez que parece alejarlos, y de hecho los aleja un poco, de esas dos perentorias y primarias necesidades.

A esos dos paquetes básicos se le van añadiendo otros elementos que hacen un conjunto complejo y, a veces, muchas veces, peligroso. Con secuelas sangrientas. Letales.

Nos estamos refiriendo a los sentimientos, a las pasiones, a las emociones.

Lo vemos, casi a diario, con la llamada 'violencia de género'. Que sufren, mayormente, las mujeres, a manos de sus machos.

También, hay que decirlo, de cuando en cuando, se produce la agresión contraria: la de las hembras contra sus hombres. Pero ésta no tiene apenas repercusión mediática, al no ser rentable electoralmente (estamos escribiendo desde España que pronto, en marzo, tendrá elecciones)

E innumerables veces no se denuncia.

Porque vamos a ver: si a una mujer le da vergüenza, en un mundo machista, acudir a la policía para presentar denuncia por la agresión del macho... a un hombre le ocurre algo muy similar: intuye que se va a dar de bruces con el cachondeo, la burla, la befa de ese policía, que, todo hay que decirlo, nunca ha sido nada, pero imbuido ahora de autoridad, con placa y pistola, que tiene la posibilidad de vengarse, del que le quitó la novia, en su pueblo, machacando a un semejante que acude en auxilio, pues lo hace. De modo que se reirá, se chanceará, hará blanco de sus pullas verbales a esa persona que acude a su cuartel. Diremos, sobre el 'madero' o guardia civil, sin disculparle, que se comporta, con la misma actitud machista que ha aprendido en la sociedad.

Recordamos todo esto al leer, en 'Fausto' de Goethe, lo siguiente:

"HELENA: Eso hizo, si; por mi culpa lo hizo.

FORQUIAS: Y por culpa de aquel hará otro tanto contigo. Incompatible es la belleza; quien por entero poseyóla, antes la destruirá que compartirla con nadie. (Trompetas a lo lejos; estremécese el Coro.) Tan agudamente como penetra el fragor de esos clarines en oídos y entrañas, desgarrándolos, infiltranse los celos en el pecho del hombre, que nunca olvida lo que una vez poseyó y perdió luego y no posee ya.

CORO: ¿No oyes cuál resuenan las trompas? ¿No ves centellear las armas?"

Eso que leemos nos afianzó en la creencia (que queremos compartir con los poc@s, escas@s, exigu@s viandantes que recalan por este rincón de cuando en cuando), de que ninguna ley puede parar estas pasiones, estos sentimientos. Si alguna vez disminuyen se deberá a que surgen, brotan, nacen de dentro, de muy adentro de hombres y mujeres. Lo harán en una sociedad nueva, con nuevos valores donde la propiedad no sea el becerro de oro al que reverenciar. Y siendo, como son, de índole personal, íntimo, es difícil desarraigarlas a no ser matando a los infractores y son tantos... que a unos homicidas muertos le saldrían otros. Así por los siglos de los siglos...

La literatura es un ejemplo de esas pasiones incontrolables: Goethe, Shakespeare, Akutagawa, el teatro griego...

Solo el tiempo, el pasó del tiempo, irá amenguando esas pasiones. Cambiará la mentalidad. Algo de eso hemos visto, en otro orden de cosas, que ha ocurrido con el pañuelo que, antaño, llevaban las mujeres, y que aún llevan algunas, muchas, sobre todo las de cultura árabe. Acabará cayendo, o no, pero si lo hace no será por leyes sino de una manera natural y desde luego no impuesta.

Decíamos que esos golpes sentimentales tienen razones que la razón no entiende. Ya lo dijo alguien que ahora no recordamos su nombre.

Los celos poderosos, como señala el texto de Goethe, se ceban sobre el celoso o la celosa y lo/la ciegan, lo/la nublan, lo/la enloquecen. De ahí puede surgir, surje, la sangre, la muerte. El asesinato. Es imparable.

Hasta los boleros o tangos ("la maté porque era mía") o... se han hecho eco de estas pasiones que esgrimen argumentos armados sobre la sangre derramada. Y no hay quién la detenga.

Desgraciadamente

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