martes, 19 de junio de 2012

La telarañas persistentes


Las telarañas son muy persistentes. Lo comprendió ese día.

El día maneció gris. Como ella y por ella. Tal es su poder que cada cosa envuelve dejando una huella. Así la veía él sin que pudiera hacer otra acción que restregarse los ojos. Inútil movimiento ya que no podía desprenderse facilmente. Aunque al principio se lo pareciera. Le pareciera lo más fácil del mundo. ¿Por qué? Llegó a esa conclusión al notar, como notó, que la primera vez que se frotó los ojos por instinto, como queriendo apartarla de su vista, notó, así fue efectivamente, que se había vuelto luminosa, resplandeciente.

Así era ella de tornadiza, cambiante, pero sin perder por ello su esencia. Y así la habían definido los hombres comprimiéndola, resumiéndola y, por tanto, falsificándola. Es lo que tienen las definiciones sobre este o aquel fenómeno, sobre esta o aquella cosa, sobre los seres que rodean a la humanidad que queriéndolos aprisionar en pocas palabras o en un solo concepto le castran sus matices.

Acordose entonces de la frase de Goethe en Fausto: 'La teoría es gris y el árbol de la vida es verde y mucho más rico'.

Jugó Goethe así con los colores atribuyéndoles sentidos o almas que no tienen. Si el verde tiene en si valor de vida al ser un color muy variopinto, de la misma manera lo tenía el gris que él había notado tras restregarse los ojos. Siguió, por lo que se ve, el trillado concepto que tenía la convención social. Incluso la misma teoría, su concepto, ya falsea la realidad que es mucho más rica porque está llena de teorías. Así, en plural. Y algunas luminosas. Con la luminosidad de la teoría que empalidece la vida. Pero con una brillantez que es reflejo de esa vida que pretende explicar con palabra verde o gris.

El día había amanecido, como habíamos dicho, gris. Lo era efectivamente, como ella y por ella. No diría triste, aunque muchas veces han asociado el gris con la tristeza. No lo haría porque sabe que los colores no tienen sentimientos. Ella, por cierto, tampoco. Era, muchas veces, fría. Implacable siempre. Fría e implacable, se había dicho, porque propiciaba los crímenes.

Asé era ella. Mas a él le gustaba acompañarse de ella. Caminar con ella, cuando más gala hacía de su esencia, de sus atributos. Y esa esencia, esos atributos -lo decía aunque algunos no lo comprendieran- tenía (tenían) unas características avogedoras, cálidas, íntimas, carnales. Los amantes si lo entendían y por momentos ardían y se entregaban a las caricias en cualquier lugar fuera rincón o espacio abierto. Porque ella propiciaba esos arrebatos haciendo destapar sus instintos hasta desbodarse de una manera natural, como ellos son. Pero que si no fuera por ella quedarían escondidos por el miedo a las convenciones sociales a los usos y costrumbres. Ella rompía con esos envoltorios conque el hombre ha ido reprimiendo sus deseos.

Ella era así. Y por ella el día había amanecido gris. Para algunos triste. Para él alegre. Porque él era así. Y porque le gustaba pasear con ella.

Pudo darse cuenta de que Goethe, a pesar de su pensamiento revolucionario, porque lo tenía, y mucho, se había constreñido a convencionalismos -sin que con esto quiera mellar su pensamiento innovador- al emparejar vida con verde y teoría con gris; árbol con vida y por tanto desierto con muerte; evrde con riqueza y gris con pobreza; berde con libertad y gris con opresión... es decir: queriendo comprender el mundo abarcando todos sus matices, lo encerraba en normas que quería quebrar.

Él, ese día, por ella y con ella, se vino a dar cuenta que la libertad, la vida, también estaba allí, con su cortejo de bajos instintos, de violaciones, de crímenes que ella encerraba amorosamente bajo sus húmedas mantas; pero también acogía en su seno la cálida ternura del amor, las caricias ardientes, el sexo sin pudor, las íntimas palabras jurándose amor eterno; palabras que dan vigor y valentía a los amantes para defender su territorios de enemigos o contrincantes; y si por una de esas casualidades se atreviera a pasar por allí, osara penetrar en ese recinto Jack El Destripador se vería impelido a retroceder ante el empuje del amante que defiende a su amada por muy poderoso que sea su trabajo victoriano, imperial, monárquico; porque allí se encuentra un simple amante, pero amante al fin, con su ímpetu republicano defendiendo a su querida.

Y es que un día así -lo comprendió después de restregarse, una vez más, los ojos queriendo apartar de si a ella, a la niebla que todo lo envolvía- lo comprendió cuando apareció el sol entre las nubes, un simple rayo de sol, porque destruyó toda teoría gris o verde.

Aunque algunos se pongan a teorizar sobre lo anómalo de ese sol o de ese rayo y tapen con palabras la luminosidad que contradecía, acalarando, su teórica y neblinosa exposición. Y es que las telarañas son muy persistentes.

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