lunes, 18 de junio de 2012

José Mª Amigo Zamorano: Morir cerca del arroyuelo


Prologuillo

Las desgracias que le ocurren a seres queridos o conocidos nos afecta. No en el mismo grado, pero nos afecta. Si son seres muy queridos como padres, hijos, amigos, camaradas... ahondamos en las causas. En un primer momento nos ciega el dolor y acusamos a este o aquel como causante del hecho. Luego, ya mas serenos, vamos comprendiendo de donde surgió la chispa que produjo el mal. 

Si son personas solo conocidas, y dependiendo de si las hubierámos tratado o no, nos quedamos tan solo con la noticia. Sin mas profundidades.  

En otros casos nos choca la noticia. Y ahí queda. Por ejemplo: fulano de tal se murió, la señora de zutano se separó del marido, el joven aquel lleva tiempo sin salir de casa o el de mas allá riñó con su mejor amigo... Así una infinidad de situaciones que suceden a nuestro lado sin conocer el origen de ello. Muchas proceden del mismo centro, sin que los que las padecen se percaten. Otras, las menos, puede que atisbemos algo de su causa. 

El remedio, no siempre, está en tener conciencia de la maldad y combatirla unidos. Pero, en general, se ve como una cosa que viene porque si. Algo fatal. Y así les va de bien a algunos de los causantes.

Lo que aquí se cuenta, sobre todo en una primera parte, proviene de Axxia. Ella es la única fuente, el singular testimonio que nos trasmitió antes de irse. Axxia, la hija del Padre de Husein (*),  hermana del mismo Husein, es la fuente originaria. 

La segunda parte lo hemos averiguado o imaginado nosotros. Es de nuestra cosecha. Fácil de entender. Creemos. Y difícil, aunque no imposible, en ambas partes, deslindar los hechos de lo que pudiera contener, ideas o imaginaciones del narrador, pues forma ya un todo en que las partes, unidas, pierden su individualidad casi del todo. 

De modo que aquí tienen un cuerpo relativamente íntegro, total. Un collage de objetividades y subjetividades unidas. Así creemos que lo es siempre, por mas que se quiera desgajar, separar, artificialmente, lo estrictamente objetivo de la sustancia subjetiva que, sin ningún genero de dudas, acompaña lo sucedido cuando se traslada a la escritura. 

Y lo es porque, siguiendo a Bergamín (Don José), estamos seguros que son sujetos, tanto los que tratan de escribir sus impresiones, vivencias, o sentimientos, como los que se limitan a trasladar lo visto u oído aunque sea ajeno a ellos. Ninguno de los actores en ambos casos es objeto sino sujeto que está en él y no fuera. 

1ª Parte

A)

Lo que a Axxia le contó su padre tan vívamente, pues acababa de sentirlo, desgraciadamente, fue mas o menos así: 

Al salir de paseo una mañana de enero, lo primero que vio, tras abrir la puerta de la calle, fue, enfrente, al Padre de Husein, que no era él, dándose de cabezazos contra la marquesina de la parada de autobuses. Y, claro, le llamó la atención; lo hizo por dos razones: primero, porque se estaba haciendo daño y segundo, porque los golpes molestaban a los vecinos. Y el Padre de Husein, -y se reafirmó en que no era él, por si acaso podían confundirlo- a pesar de mirarlo con esos ojos negros de fiera acosada, no hizo otra cosa que responder, sorprendiéndole, mansamente :

-Perdone usted. No quiero molestar a nadie.

Y el andariego personaje mañanero, que dijo que no era Padre de Husein, cerró la puerta y, desviándose a la izquierda, emprendió camino hacia la denominada 'Pradera de los Monjes', urbanización de nueva construcción, donde antes había trabajado de albañil el Padre de Husein (no él) y al que echaron a la calle cuando comenzó la crisis económica capitalista; crisis que suelen llamarla, muy gráficamente, 'explosión de la burbuja inmobiliaria'. Efectivamente, la economía del Capital explotó, estalló y... ¡boom!... dio de pleno en esa urbanización y en la cara del Padre de Husein y otros muchos padres, hijos, sobrinos y demás familia... 

Paró un momento. Volvió la vista atrás y contempla al Padre de Husein con las manos en la cara, como hundido, o apesadumbrado, o derrotado... Al menos eso pensó.

-Desde que se quedó sin trabajo anda muy mal -dijo un vecino que pasaba, sin que el paseante le preguntara nada.

-Pero tiene a su hijo, a Husein, que es un manitas y trabaja por el padre y por su hermana.

-Ya. Lo que pasa -aclaró el vecino- es que ya no puede enviar dinero a sus padres. Además, la casa que estaba construyendo, allá, en Marruecos, ha quedado a...
__________
(*) En un momento del relato se explicará el porque todo el mundo lo apodó así

B)

Las última palabras se perdieron en el aire porque el vecino se iba alejando mientras hablaba y el mañanero caminante siguió su vereda rumbo a la nueva urbanización. 

El día era soleado, y tibio, a pesar de estar muy adentrado el mes de enero. Se dirigió, como siempre, dentro de la urbanización, hacia una diminuta cascada cuya agua procedía de arriba, de las alturas, de los tesos que se elevaban en la parte norte del témino municipal -denominado de cachondeo 'Las Huevas de Marraquest' (por los numerosos emigrantes marroquies que se habían asentado en él)- agua que se precipitaba, abriéndose paso, entre zarzales y hierbecillas, hasta una tubería subterránea que hacía las veces de cauce de un primitivo arroyo, condenado a la oscuridad para construir los chalés adosados. 

Se detenía siempre, como hemos dicho, y se detuvo ahora, contemplando el fluir cadencioso del agua, escuchando arrebatado su murmullo. Acordábase de otros arroyos, en otros tiempos lejanos de su infancia cuando soñaba con una vida risueña, libre de angustias y desasosiegos. A ambas márgenes del arroyuelo brillaba, plateado, el hielo de la helada nocturna, despertándole mas recuerdos de su niñez. 

Le costaba despegarse del agua, abandonar sus añoranzas. Se le hacía dificil allí, precisamente allí, rodeado de casas de nueva construcción que él había ayudado a levantar. Soñaba con un hogar suyo, propio. Sin tener que pagar a nadie un alquiler. Dinerito mensual que bien podría destinar a sus padres que tanto lo necesitaban y a la casa que estaba construyendo en su aldea. Como el Padre de Husein, que había dicho el vecino. Y en ese punto recordó la tristeza y desesperación del Padre de Husein en la marquesina de la parada de los autobuses tapada la cara con las manos como para no ver el mundo, para no verse parado. 

Pero el camino sigue, el paseo continúa. Como la vida. Y no es posible detenerse en recuerdos o en sueños para siempre. No son mas que eso: recuerdos de un tiempo ido que no volverá jamás, por mas que uno quiera resucitarlo. 

Está muerto. No hay manera de reanimarlo. Pero da gusto tener algunos instantes de felicidad... 

La mirada a la cascada fue, en este caso, mas corta que otras veces porque de la tubería asomó una rata que cortó en seco su éxtasis de recuerdos y ensoñaciones. Impidiendo, la fea aparición, que ahondara, o se recreara, en otra vida. 

Maldijo al bicharraco y enfurecido, rabioso, le tiró piedras y mas piedras... 

-Siempre hay ratas que le amargan a uno la vida, los sueños... -dijo en voz alta.

C)

Siguió su andadura ayudado del cayado. El cayado, o garrota, o cachava... Una herramienta que, algunas veces, llevaba sin necesidad... Bueno, no es cierto del todo, en ocasiones le servía para subir a los tesos; teniendo, como tenía, una punta de acero, se hundía en la tierra sirviéndole de apoyo para continuar la subida. También, en ocasiones, podía servirle como arma de defensa. Un buen golpe dado con fuerza, contundente, certero, en el lugar apropiado... Si la ocasión lo requería... Si no había mas remedio... Podía atravesar la barriga de algún ser vivo... 

Se estaba volviendo un poco agresivo... Nada propiciaba estos pensamientos... salvo la rata. 

Mas... pensándolo bien... la crisis se agudizaba pasando, aceleradamente, de la necesidad al hambre y... y sin remontarse a tiempos mas lejanos, hace dos o tres días, llevaron en helicóptero a varios jóvenes ladrones que, al parecer, robaron, según se decía, con violencia inaudita en un chalé... Pero a él no le importaban los del chalé, no pero...  no le gustaría que la tomaran con su persona... Eran marroquíes. Los ladrones. Podrían haber sido de cualquier otro sitio. No destacaba la procedencia de esos muchachos por racista, que no lo era, sino por el hecho en si. Aunque tenía que decir que... De estos individuos se contaban muchas cosas y cuando el río suena... Por ejemplo: que no se integraban, que eran muy sectarios, y muy violentos, y odiaban a los españoles, y hasta querían conquistar otra vez España para la causa musulmana...

-¡Coño, que son moros! -le había dicho de sopetón un vecino- No ves que no aprenden español... ¡Qué diferencia con los rumanos, por ejemplo!

-Pero hombre el idioma rumano es de raiz latina, como el castellano. Es lógico que aprendan antes los rumanos el castellano.

-¡Qué no, joder, que son moros! Con eso basta.

Él no comulgaba con esas posturas tan... Tenía profundos principios de tolerancia y respeto hacía otras culturas... Admiraba la civilización árabe. Incluso, sabía que el castellano tenía miles y miles de palabras de origen árabe... Estaba por tanto agradecido a lo árabe... La numeración era invento de ellos... En fin... sus principios ideológicos eran una barricada que impedía el paso a prejuicios racistas. 

Pero no era solo por conviciones ideológicas, o filosóficas, o históricas, o lingüísticas... hasta la realidad ponía de manifiesto que ladrones, criminales, asesinos... había en todas las razas. Por ejemplo: rumanos, búlgaros, albanos, colombianos... esos también robaban... No todos, claro... Que exageración por su parte... Ciertos elementos... De entre ellos sobresalían albanos y colombianos. Y los colombianos, para qué negarlo, son de habla castellana. Por no hablar ya de delincuentes españoles...

Bueno, pues por todo ello no venía mal llevar el cayado de punta de acero. Sobre todo por si aparecían animales: un perro, una vaca, un toro, una yegua, una potrilla... para espantarlos. Se lo había aconsejado hasta el médico diciéndole:

-Nunca se sabe lo que puede aparecer yendo por el campo solo. Nunca se sabe.

D)

Lo recordaba porque un vecino, al fondo, paseaba con dos perros enormes. Que se pusieron a correr en su dirección ladrando como fieras hasta que el amo los llamó. Y por los prados  se veían, echados al sol, vacas, cabras,  caballos...

La urbanización, 'Pradera de los Monjes', se halla situada en la parte norte del pueblo. A las afueras. Antes fue pradera. Pradera de un convento. De ahí el nombre. La propiedad la ostentaron, antaño, los monjes de ese convento. Ahora prado, monjes y arroyo han desaparecido. En su lugar se levantan casas adosadas. Que, justo, cuando las estaban edificando reventó la 'burbuja inmobiliaria'. 

No es raro, por tanto, ver chalés sin vender. Otros, numerosos, ya comprados, están de nuevo en venta. Los letreros aparecen por doquier. Y con la explosión de la crisis capitalista algunas farolas se cayeron, cajetines de tomas de luz están arrancadas; cables enteros de cobre han sido robados por manos anónimas, aquí y allá se ven, levantadas, losetas de las aceras, con el peligro de tropezar al andar. 

Todo ello lo sabía el caminante. No tenía por qué fijarse en ello. Salía a pasear. Nada mas. 

Después que la rata lo cabreara despertándolo de su arrobamiento incipiente contemplando el fluir el agua, dudó si seguir su paseo o irse a casa. Decidió continuar su paseo. Se  desvió de la cascada hacia la derecha donde se abría una calle empinada. Calle a medias, pues por la parte derecha había casas, todas sin vender, con acera, silencio y soledad; y por la izquierda, sin acera, prados donde vacas y caballos se habían declarado en huelga de hambre. Obligados por la sequía. Llevaba, mas de 50 días sin llover y los prados estaban rechisecos, agostados. Los animales se acercaban, mansamente. Relinchaban, mugían. Imploraban alimento y lo seguían tras de la cerca de alambre. 

Casi al final, una rotonda. 

En el centro habían colocado un enorme predrusco. Feo, marrón claro, escatológico. Sin gracia alguna. Por no decir horrible. Al diseñador de la urbanización, por lo que se ve, le debió parecer de perlas ponerle a las rotondas -todas tenían la mierda pedregosa- esos adornos. 

Piedras deformes. Trepadas por roedores. Escondrijo de escorpiones.

Suponemos que baratas. Hay muchas por todas partes. 

¿Habrán hecho negocio con ellas encareciendo las casas?

E)

Atravesó la rotonda y siguió caminando hasta donde terminaba el asfaltado de la calle. A esta la atravesaba un camino de tierra que, torciendo a la derecha, llegaba hasta un parque flanqueado a derecha por el convento de los monjes de San Tunante; a izquierda se elevaba el Risco San Tuno. Le llamó la atención el vuelo de los buitres sobre el cielo azul quienes, moviéndose lentamente en círculos. Irían a darse algún festín de carne putrefacta. O lo que les saliera a su vista de ojos carroñeros.

Cuando bajó la vista del cielo al suelo vio con repugnancia, entre sorprendido y miedoso, una rata que salía del prado. Su andadura espantó a un potrillo, quien descansaba echado en tierra y levantándose, relinchando de miedo, corrió a galope tendido fuera de la vista del roedor. Él miraba al bicharraco. Paralizado por el asco y el temor. La rata, a sus ojos subjetivos, se hacía mas gorda y el rabo se alargaba y se alargaba... 

Camina parándose de trecho en trecho, levanta el hocico puntiagudo moviéndolo a un lado y a otro. Olía algo. Parpadeó, queriéndosela quitar de la vista. Pero ahí seguía. Mirándolo. De repente la rata se decide por fin a llegar hasta él y se pune a roerle un zapato. Eso no podía consentirlo. Por mas miedo que sentía. Algo tendría que hacer. 

No se movió del sitio al haber oído decir que las ratas pueden llegar a saltar hasta la garganta de uno y morderle. En un arranque de acción agarró con fuerza el cayado y se lo jincó en la misma barriga del repugnante roedor entre grititos de dolor del animal. 

Con asco y odio le dio una patada y lo envió, latiendo aun, de regreso al prado.

-Toma, para que no vuelvas a quebrarme la música del agua cantando en la cascada.

Allí debió de morir ya que al poco dejó de convulsionar.

Impresionado y todavía con el pulso latiéndole a cien por hora en sus venas se metió en el susodicho camino de tierra encaminándose hacia el parque. Anduvo unos pasos y sin saber por qué volvió a mirar la rata muerta. Lo que vio le erizó los pelos y un estremecimiento, como un calambrazo, recorrió todo su cuerpo: varias ratas estaban zampándose a la muerta. 

-¡Lo que hubieran hecho conmigo si me pillan desarmado!

F)

Para olvidarse de todo lo que acababa de presenciar se fijó en el convento San Tunante que, a la derecha, se alzaba algo deteriorado por el paso del tiempo. San Tunante se construyó en el siglo XVI y albergó a un superior, y veinte monjes tunantes, teniendo como propiedades dos casas, varios censos, un tinte con dos calderas, tres prados, una huerta, 307 ovejas, 67 carneros y una mula. 

Los grajos sobrevolaban la fábrica eclesiástica y con sus graznidos apagaban un poco el lamento o suspiro que, viniendo del edificio monjil, desde hacía varios días, atemorizaba a habitantes de 'Las Huevas de Marraquest'. 

Algunos atribuían esas respiraciones profundas a monjas tunantas o doncellas calentorras, emparedadas, como castigo, allende los siglos, por la Inquisición. ¿La causa?: copular con monjes tunantes. Si bien, otros, la mayoría, se reían de ese miedo, diciendo que algún pájaro, sumido en sueño invernal, lamentaba o lloraba la muerte de la primavera.

El caminante no se interesaba mucho por los sonidos del convento de San Tunante porque, decía para él, que de lo que hay que preocuparse es de los vivos y no de los muertos. 

Miró a los grajos negros, monjes tunantes del cielo, que volaban de convento a risco y viceversa. 

Mas arriba, en el cielo azul purísimo, los buitres seguían trazando sus imaginarias líneas geométricas circulares y los aviones dejaban su estela de blanco humo en rectas trazadas con precisión de delineantes que, poco a poco, devenían en puntos blancos que iban deshilachándose. Demostrando, de ese modo, la definición de recta como sucesión de puntos. Luego se desvanecían en el azul del cielo. 

El parque, en cuyo centro hay una fuente a la que acuden vecinos para proveerse de agua, forma, como quien dice, una rotonda rodeada, al este, por el risco mencionado, al oeste, por el convento de los tunantes y al sur por un prado, en cuyo fondo se alza el famoso Castillo Palacio de Mas Gallo, con sus crestas torreonas al cielo, al que no le falta mas que el pico para cacarear. 

En el parque una mujer llenó el cántaro y, mirando con desconfianza, con recelo, hacia el convento, presurosa se fue. La palabra sería 'Juyó'. En expresión de nuestro amigo y recordado escritor, ya muerto, Eusebio García Luengo.

G)

Miró en derredor. No había nadie. Y extrañado y algo temeroso diose cuenta que no se oía nada mas que el suave y sordo suspiro o lamento, o lo que fuere, procedente del convento. Los grajos habían desaparecido. En el cielo reinaba el sol y los buitres. Se sintió, sin saber por qué, huérfano en el mundo, inerme ante cualquier peligro. 

Mas, para dárselas de valiente y dominar su irracional temor, decidió rodear el parque con parsimoniosa lentitud. 

Eso de dar un rodeo  -hay que explicarlo- lo hizo porque otras veces, la mayoría, saltaba la cerca e iba directamente hasta la fuente a beber o simplemente para contemplar salir el agua a chorro por el caño. 

En ese momento no, torció a la izquierda, con la sensación aparente de tranquilidad. Conteniendo las ganas de acelerar su andadura para verse entre gente.  Poco a poco fue avanzando. Siempre con la punta de acero del cayado bien visible y apuntando atrás. Con el fin de que los potenciales fantasmas pudieran apercibirse que, el que iba delante de ellos, no era un ser débil e indefenso sino que poseía un arma y estaba dispuesto a utilizarla. Por lo que antes de agredirlo lo pensaran muy mucho. 

Ya había recorrido una cuarta  parte del contorno de la valla del parque cuando observó que, del lado opuesto, alguien saltaba la cerca. Se fijó de reojo en el individuo. Era el Padre de Husein que se dirigía hacia él hablando. O eso creyó. Continuó andando aparentando ignorarlo. Eso si, en su cerebro tenía grabado los ojos negros de mirada feroz. 

A pesar de ello contuvo las ganas de echar a correr. Apretó los dientes para no dar voces de auxilio. Los músculos de la mano se tensaron en torno al cayado. ¿Era peligroso el Padre de Husein? No, no lo era. Para nada. Al menos él no había oído nada que le inclinara a pensar lo contrario. Mas el Padre de Husein era marroquí, ¡un moro, joder! Y había que tener cuidado con ellos. La mayoría eran -lo habían dicho pero lo repetía- violentos, extremistas, sectarios, ladrones, traicioneros... 

Muchos llevaban navajas escondidas. Y hasta cuchillas en la boca. Sabían esconderlas manipulándolas con la lengua. Y esto no eran habladurías, se podía leer en 'El pan desnudo' novela del marroquí Mohamed Chukri. 

¿Qué era sacar la cosa de contexto y de quicio?... ¿Qué lo recordaba, ahora, muerto de miedo?... Bueno, quizás, pero el Chukri era marroquí, ¿o no?... Por lo que había que precaverse de ellos, pues en cualquier momento... 

El que nosotros narremos esto así y con estas palabras no quiere decir que estemos de acuerdo con semejantes opiniones. Reconocemos, eso si, que nunca está mal actuar con prudencia en semejantes casos. Además, vamos a ver: ¿de dónde ha salido el Padre de Husein?, ¿qué quería?... Y sobre todo, ¿qué quería de él?... 

Llegado a este punto en las elubraciones miedosas, aceleró el paso y pudo comprobar que el roce acelerado de los pantalones le llegó claramente a sus oídos. Prueba fehaciente de que, el que le seguía, tenía malas intenciones. La solución era echarse a correr para distanciarse del perseguidor. El otro haría lo mismo, pero le ganaría unos segundos. Y ese tiempo era oro para él ya que, antes de que lo alcanzara, estaría llegando a las primeras casas que, a escasos metros, se divisaban pudiendo ser auxiliado por cualquier vecino. 

Desesperado emprendió una loca carrera. Para su desgracia se dio cuenta que no había sorprendido al perseguidor, al contrario lo sentía ya muy cerca. El roce de los pantalones le martilleaba el oido multiplicándolo con fuerza de fiera. Hasta la respiración del Padre de Husein parecía que salía de su propia nariz. 

Aterrorizado abrió la boca para dar un grito grande, agudo, potente... aunque se desgarrara la garganta. Mas lo que se oyó claramente fue un ruido metálico, como el de un portón al cerrarse. Se sobresaltó. Tanto que le hizo pararse en seco. Y con la inercia, casi se cae. Tuvo que agarrarse al hierro de la cerca del parque. 

Miró para atrás. 

Empuñó con fuerza el bastón y... no había nadie tras él.

H)

El Padre de Husein se veía, si, pero a lo lejos, subiendo la cuesta que llegaba al Risco de San Tuno. Entonces se percató de que había sido él quien había cerrado el portón de golpe. El ayuntamiento rodeó ese risco con una empalizada y tenía varios portones a lo largo de la misma. Los cuales portones tenían un muelle potente que cerraba de golpe las entradas, produciendo un sonido metálico al ser la puerta de metal. 

Contempló la subida del hombre sendero arriba, mientras se recuperaba de su cansancio por la carrera, por el miedo padecido y, por qué no decirlo, de su sonrojo... avergonzado por su irracional comportamiento. 

Si, ¡qué vergüenza!, ¡qué vergüenza de hombre! Había sido dominado por el terror... Por nada... Por él mismo. Pues cuando el roce de los pantalones al caminar sonaba amenazante en sus oídos era su propio roce. Cuando le parecía la respiración acelerada del perseguidor acercarse a su nuca su propia respiración era la que lo perseguía. 

¿Para que tenía el cayado?... ¿Le servía para algo?... Se le encendió la cólera y la pagó con su propio garrote intentando romperlo golpeándolo con el el hierro de la valla del parque. Inútil. No se quebró. Solo algunas marcas aparecieron. Furioso, cabreado, lo arrojó al suelo. 

Su miedo anterior se asemejó, ¡que bochorno!, al de un gato capón que en lugar de sacar sus uñas, aprestándose a la defensa, echa a correr ocultándose en cualquier rincón de la casa. O algo similar. Las ratas podrían hurgar en todos los rincones, comerse lo que encontraran a mano y reírse en sus propias narices. No podría volver a soñar pues los sueños se los zamparían las ratas...  Esas que su miedo agrandaba... 

Se sublevó contra su propio miedo... Las ratas que... ¡Joder!, siempre las ratas nos... Poco podía hacer él solo, es cierto, contra todas las ratas del mundo pero... pero una por una... Se fue aquietando por momentos. Se agachó a recoger el cayado. 

Luego sus ojos retornaron hacia el sendero por el cual subía el Padre de Husein. Casi trepaba ahora por la cuesta, ya que esta se empinaba mas y mas a medida que llegaba a la cumbre del risco.

El Padre de Husein arriba a los primeros peñascos del risco. Sube a uno de ellos y poniendo los brazos en cruz grita:

-¡Ala es grande! ¡Alá es Misericordioso!

Luego gatea a las rocas mas altas. Coloca como antes los brazos en cruz y grita:

-¡Ala es grande! ¡Todo Bondad y Misericordia!... ¡Sabrá perdonarme!

Y se lanza por el terraplén abajo botando como un muñeco. Salieron volando aterrorizados de entre las peñas los grajos hiriendo el silencio con la batida de sus alas y los graznidos. Y el que contempla la escena se mueve primero para atrás como si un resorte lo hubiera empujado y acto seguido, cuando los buitres se lanzan en picado a cebarse en el cuerpo del Padre de Husein, corre hacia adelante gritando:

-¡Noooooo!

Grito que quiso ser un alarido de dolor prolongado, pero que se cortó en secó.

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Fin de la primera parte

2ª Parte

A)

Axxia, en la cocina, sacaba platos y cubiertos para poner la mesa. Ya tenía la comida preparada y nada mas que llegara su hermano Husein del trabajo la serviría. La calle se llenaba con la algarabía de los niños saliendo de la escuela. Son las dos del mediodía de una mañana soleada. Los rayos penetran por la ventana e inundan toda la estancia. Daba gusto estar allí sin la tiritona de otros inviernos. 

El frío pasado en estas tierras extrañas le hizo recordar que no tardaría en trasladarse a su país. Para siempre. Iba a casarse. Pronto. Si los proyectos no se torcían. Estaba deseando que llegase el día. Tener a él de marido. Volver a vivir otros encuentros como el que les ocurrió en el huerto del abuelo. Entre mediodía. Así llamaban al tiempo de la siesta. Cuando el sol arrecia. Ella lo esperó allí. Sentada debajo del peral. Apoyando la espalda contra el tronco. Le hacían cosquillas las hierbas en las nalgas. Entre sus piernas también le picaba. Y se arrascó. Amapolas reales lucián sus colores en el huerto. Las abejas y avispas libaban. Él abrió la puerta del huerto. Guapo. Encendido...

Por estos andurriales andaban sus pensamientos cuando oyó un grito. A su padre le pasaba algo. Acude al salón. Su progenitor, quien dormitaba en el sillón, abre los ojos a las palabras alarmadas de la hija  acerca de su estado y por la causa de su grito. La mira con pena:

-Axxia, hija mía, el padre de Husein ha muerto. Se ha suicidado. Lo acabo de ver con mis propios ojos. ¡Qué desgracia!

Y le contó lo que, según él, acababa de presenciar. Axxia lo escucha entre divertida e inquieta. 

Era su padre. Siempre bromeando. Pero últimamente sus bromas son muy extrañas y no deja de desconcertarla. Sin ir mas lejos, ayer le dijo que había dormido con Fátima. Pero Fátima, esposa y madre de Axxia, murió hace años. Y sonriendo Axxia le recombina: '-Papá, tus salidas no hacen gracia. Mamá murió. -¡Mira esta! Ahora le da por decir que Fátima está muerta -dice el padre dirigiéndose a Husein- Me lo vas a decir a mi que duermo junto a ella todas las noches... -Bueno, lo que tu quieras papá.' 

Así terminó la conversación. Tampoco le dio mucha importancia, la verdad. Porque, efectivamente, su padre ha estado bromeando toda la vida. Pero ahora salía con eso de que: 'el Padre de Husein había muerto', que lo acababa de ver él, precisamente él, en persona. Lo decía tan serio que a veces dudaba de si seguía con sus invenciones o se estaba volviendo majara. Porque,  ¿cómo podía haberlo presenciado si él era el Padre de Husein?... A no ser que se refiriera a otro Husein... Y además ¡que coños, que no! si estaba sentado en el sillón, había estado toda la mañana... Ella era testigo... Además, lo que le había contado tenía todas las trazas de ser un sueño... Bueno, mas que sueño pesadilla.

-Papá, ¿vas a salir a pasear por la tarde?

-No. Ya he paseado por hoy. Estoy cansado. Mañana saldré.

Axxia mirando su padre no sabía si reir o llorar. Se dio la vuelta y fue a la cocina. Pronto vendría su hermano Husein del trabajo y tenía que poner la mesa.

B)

Durante la comida no hizo mas que mirar de reojo a su padre sin que le notara nada extraño. Habló de Marruecos. Recordó acontecimientos de la aldea donde nació, se interesó por el trabajo de Husein y recordó a Axxia que pronto vendrían los padres de su novio para hablar de la boda y concretar los preparativos de la misma. Como Husein le preguntara a su hermana sobre cuanto dinero les quedaba después de pagar el alquiler, los hermanos se centraron en las dificultades del día a día pues el padre, en paro, y la hermana, sin llevar un sueldo a la bolsa familiar, eran tres bocas para un solo sueldo. Las estaban pasando canutas. Pero Husein confiaba en ganar, para las fiestas de la localidad, dos premios: el de la carrera ciclista y el maratón. 

Su padre que parecía ausente y que no había intervenido en la conversación de sus vástagos los miró y habló del siguiente modo:

-Yo no tengo dinero, hijos, pero he pensado en colocar nidos en el Risco San Tuno para palomas mensajeras. Cuando las crías se hagan adultas nos podrán llevar a Marruecos y así no nos costará nada el viaje. O si no... mejor... montaré una fábrica de pompas de jabón. Nos metemos en ellas y el viento nos llevará a la aldea. Cuando estemos encima de nuestro pueblo pinchamos la pompa con una alfiler y caemos como en paracaidas. ¡Lo alegres que se pondrán vuestros abuelos!

Ellos no parecieron extrañarse. Él les sonrió. Luego, se fue al salón, se sentó en el sillón y se durmió. 

Axxia, aprovechando la hora y media que su hermano tenía de asueto, le expuso las inquietudes que la embargaban sobre el comportamiento de su padre. Para terminar contándole lo del 'suicidio del Padre de Husein'. Su hermano la escuchó atentamente sin compartir sus temores. Quitole importancia a las salidas de tono de su padre, arguyendo que siempre había sido así de chocante en sus invenciones. Y le recordó varias de ellas. 

-Por otra parte -decía- todo eso que me has contado, ese sueño, lo único que representa, creo yo, es su inquietud por llevar parado varios años. Pero eso lo superará en cuanto encuentre algo que hacer. Me tengo que ir al trabajo. Tranquila. Son imaginaciones tuyas.

C)

Axxia, cuando su hermano cerró la puerta, se puso a fregar mientras pensaba en lo que su hermano le había respondido. Era muy inteligente. Lo había demostrado en sus estudios sacando notas brillantísimas. Estudios que tuvo que dejar cuando su padre fue expulsado del trabajo. Y ahora, ya un hombre asalariado, seguía demostrando su valía en diversos trabajos. El último, de panadero. Y no solo en los estudios y en el trabajo, en el deporte era un campeón. No había quien le ganara en casi nada. Por eso, porque era sobresaliente en lo que participaba y porque además tenía encanto, simpatía, generosidad y don de gentes, era tan popular en el pueblo que, al padre, le citaban por el nombre del hijo:  Padre de Husein.

Pero Husein no estaba en casa mas que unas pocas horas, no convivía el tiempo suficiente para atisbar cambios que ella comenzaba a vislumbrar en su padre. La relación se reducía a las comidas y cenas. Mas comidas que cenas porque Husein llegaba por la tarde, cansado, daba un paseo por la calle con los amigos, paseo cortico, cenaba y se acostaba pronto ya que la panadería abría muy de madrugada. Por eso las apreciaciones de su hermano, para Axxia, eran un tanto superficiales; o si no superficiales les faltaban los datos de un roce continuado con el padre para tener valor de consuelo consistente o para considerarlas parte de un abecedario; y aun teniéndolas en cuenta, porque, de verdad, Axxia se quedó con las palabras de su hermano... Pero... Pero no pensaba que tuvieran peso como para desechar sus temores. 

Tenemos que decir que Axxia no había dejado los estudios por asuntos propios de la economía familiar, no. Lo hizo de una forma natural. Las mujeres no estudiaban, generalmente, en el ambiente en el que ella se desarrolló. Su madre tampoco lo hizo. Por eso, cuando su progenitora, por desgracia, murió cuando ella tenía apenas catorce años la sustituyó, enseguida, automáticamente, dedicándose a cuidar a su padre y a su hermano. 

Si un tiempo soñó con trabajar o estudiar o hacer algo como mujer independiente o autónoma, fue algo que pasó como esas tormentas de verano en el valle de sus padres que duran unos instantes y pasan a otros valles. 

Luego la prometieron a un mozo de su pueblo. En principio estuvo angustiada, si, temiendo que la emparejaran con algún vejestorio. Hubiera sido una lástima pues era una moza de buen ver: ojos azules, labios ligeramente carnosos, cara ovalada y pelo negro azabache, de mediana estatura, piernas firmes y cadera un tanto pronunciada. No se cumplieron sus temores: el elegido fue un primo suyo con el que había jugado de niña; e incluso, ya adulta, en las vacaciones de verano, habló con él varias veces. Si bien, aunque nunca lo pensó como marido, le gustaba. Era un buen mozo. 

Sus pensamiento iban por esos derroteros y algunas otras variantes casi de lo mismo; por ejemplo: en cómo sería su vida, allá, en Marruecos, cuidando de sus hijos, de su marido y de los animales domésticos. Iba a ser duro pero estaba ilusionada. 

Y estos cambios de su padre, o lo que ella creía que eran desviaciones del proceder ordinario de su progenitor, la inquietaban. Sospechaba que podían trastocar sus planes de futuro. Tenía ese runrun aun sin saber hasta que punto podían variar o perjudicarla, ni si lo que observada tenía un poso objetivo o eran meras apreciaciones subjetivas.

D)

Al día siguiente, por la mañana, cuando iba a salir al mercadillo de la plaza del pueblo a comprar, Axxia se puso el pañuelo en la cabeza, y se asomó al salón a despedirse de su padre que estaba sentado en el sillón de siempre leyendo unas suras del Corán.

-Papá, me marcho a la calle. ¿No sales hoy a pasear? Hace sol y se está muy bien en la calle aunque haya nevado.

-Si, en cuanto lea un poco mas saldré a encontrarme con el Padre de Husein.

Y se puso a reir. Eso animó a Axxia pues vio reflejado en su padre al bromista de toda la vida.

Si Axxia, efectivamente, salió al mercadillo, como nos dijo, hacia las 10 de la mañana, su padre debió permanecer leyendo el Corán hasta las 11'30; o sentado en el sillón; o mirando por la ventana tratando de acordarse de la razón por la que había ido al water porque de repente se le olvidó; él lo achacó a que el cambio de temperatura entre la cocina y el salón por una parte, que era agradable y los pasillos y el water, que estaban mas fríos, por otra, le había producido como un ligero mareo... bueno, no llegó a mareo: simplemente se ladeó para un lado al llegar al water; miró dentro y no supo a qué demonios se asomaba. 

Esta es una imaginación nuestra. Basada, eso si, en comportamientos que su hija observó a lo largo de días cercanos a los acontecimientos que tratamos de dilucidar y que nos trasladó a nosotros.

En fin... en todo ello debió de entretenerse; o eso es lo que nosotros pensamos. 

Lo cierto es que a esa hora de las 11'30 una vecina lo vio subir, derecho, por una calle que hay frente a la casa donde vivían. Hacia las 12 horas, aproximadamente, Mohamed, un compatriota marroquí, estuvo charlando con él un rato. En el curso de la conversación, recuerda, le dijo, entre otras cosas, que iba a encontrarse con el Padre de Husein en el Risco San Tuno, cosa que le rechinó en su cerebro pero que, como siempre estaba con sus bromas, no le dijo nada. 

Poco después la señora Rosario, dueña del piso en el que estaban de alquiler, contó que pasó a su lado sin decirle nada y como le llamara la atención la miró ausente contestándole con voz muy débil que quién era ella y que siguió su paseo. Luego hasta la 1 o la 1'15 pudimos averiguar poco de por donde estuvo. A esa hora lo vieron pasar por una calle cuesta arriba que da al parque de la fuente. Ya saben: el parque que hace de rotonda entre el castillo de Mas Gallo, el convento de San Tunante y el Risco San Tuno, de los que ya hemos hablado. Parece ser que saltó la cerca del parque, se acercó a la fuente a beber y continuó recto hacia el sendero que lleva a la pingorota del risco. Todo lo que a continuación les vamos a narrar son conjeturas, verosímiles pero conjeturas.


E)

La mañana había salido soleada como el día anterior, si bien durante la noche nevó en abundancia.  Cuando el Padre de Husein salió de casa, sin embargo, las calles ya estaban limpias de nieve en su mayor parte. Miró hacia la marquesina de los autobuses. No había nadie. Por lo que su mente adquirió conciencia clara de que no podía encontrarse con el padre de Husein por ser él mismo. De lo contrario en la marquesina tendría que estar el mencionado padre dándose de cabezazos. No obstante se encaminó hasta donde él creyó haber visto, ayer, al Padre de Husein, muerto. Que no podía ser de ninguna manera él porque estaba vivo... 

Se estaba haciendo un lío de mil demonios. 

Siguió cuesta arriba. Poco mas allá Mohamed lo saludó, lo que vino a confirmar su identidad. Al principio la conversación giró en torno de la aldea de ambos, de sus recuerdos, de sus parientes y amigos. El Padre de Husein derramaba recuerdos y planes de futuro a raudales. A continuación Mohamed desgranó su cosecha de palabras sin cesar, en cascada permanente. 

Mohamed hablaba y hablaba... de lo bien que le iba a en la vida, de lo mucho que ganaba su hijo, de lo feliz que era con su mujer, de la casa que se estaba haciendo en el pueblo... 

Tanto y tanto manaba la boca del hablante que su mente se extravió en el laberinto de las palabras. 

Quedósele mirando alelado preguntándose, para si, qué hacia allí y quien era ese que delante de él no cesaba en su interminable algarabía. 

Mohamed se percató de que algo le pasaba a su contertulio. Quizás lo estaba aburriendo.

-Bueno, amigo... -se despidió Mohamed- Me voy. He quedado en la esquina con Alí y Yusuf. ¿Tu, dónde vas?

-Yo. No sé... A encontrarme con el Padre de Husein.

El otro lo miró y se sonrió. Lo conocía demasiado. Sabía de sus disparatadas invenciones.

F)

Pero ya antes de que la señora Rosario se cruzara con él, su  mente se quedó vacía. Fue nada mas avanzar unos pasos, tras despedirse de Mohamed. Posiblemente le ocurrió algo parecido a lo que un día de niebla, allá en su tierra, le había acaecido cavando en torno a las cepas de una viña: de repente se preguntó quien era, dónde estaba... se le borró todo recuerdo. Fue poco tiempo pero le ocurrió. De modo que, cuando la señora Rosario le saludó, estaba en el limbo del olvido. 

No le sentó, por cierto, nada bien a esta señora y según se marchaba el Padre de Husein mascaba todo un rosario de las mas lindas frases: 

-'Moro de mierda', 'muerto de hambre', 'piojoso'... 'a la mar, de donde viniste, te tendrían que echar', 'te vas tu a enterar de quien soy yo cuando te suba el alquiler, ¡jilipollas!'... 

Debió estar en el limbo del olvido decimos. Y en ese estado debió de andar y andar perdido entre calles y callejas. Lo decimos porque todas las referencias de la señora Rosario indican que no era esa la dirección hacia el Risco San Tuno, que está en el este, sino rumbo al sur y al suroeste. 

Hasta que, suponemos, de la misma forma que le vino el hueco se le iría esa vaciedad de la mente y se le llenaría de recuerdos, hasta encontrarse a si mismo volviendo a la idea original de ir a encontrarse con el Padre de Husein; a quien había visto morir despeñado y devorado por los buitres. Debió ocurrir eso a la 1 o 1'15, pues a esa hora lo vieron dirigirse presuroso al parque, saltar la valla, beber en la fuente y subir el sendero cuya meta era la cima del Risco San Tuno.

La inclinación de la cuesta se hace en el último repecho mas pronunciada, teniendo que apoyarse, seguimos suponiendo, en el cayado de punta de acero. Al llegar arriba subió al peñasco, el mismo donde se había subido el Padre de Husein. Incluso extendió los brazos, miró abajo, a la valla del parque: desde arriba no se distinguía apenas, pues la nieve, posándose en los hierros durante la noche, los escondó en la blancura de la nevada. Solamente la fuente se erguía con un penacho de blancura, con un gorro de nieve en su cima y unos carámbanos de hielo se deslizaban del gorro como hebras de plata brillando al sol. 

Iba a lanzar el grito de 'Alá es grande' pero su boca se movió mecánicamente y le salieron las tres palabras apenas audibles, como si en la mitad de su recorrido se hubieran extraviado por intrincados dédalos, perdiendo en el trayecto su contenido y su fuerza. Sus ojos quedaron prendidos de lo que le rodeaba, todo blancura, sin poder aferrarse a algo conocido. La tierra había desaparecido. Ya ni siquiera se preguntaba quien era. Ni tan siquiera podía angustiarse, como cuando cavaba alrededor de las cepas, ante la ignorancia de quien era, ni donde estaba, ni por qué manejaba la azada alrededor del arbolito. Ni eso: su mente se hallaba en blanco como la nieve. Incluso es muy posible que se estuviera volviendo gris, como la niebla que estaba sustituyendo al sol aceleradamente. Bajó del peñasco y subió lentamente a otro sin ningún sentido de la orientación y abrió los brazos sin saber la razón. Como un muñeco sin alma. Y al subir los brazos se resbaló. Las piedras estaban heladas.

G)

Axxia, al llegar las dos de la tarde, se inquieta por su padre. La niebla se cierne por todo el pueblo. Temía que algo le hubiera ocurrido. Lo presentía. Se puso el pañuelo, el abrigo y abrie la puerta con intención de ir a buscarlo. Pero en ese momento llega su hermano Husein. Y le vierte sus inquietudes. 

Husein avisado por su hermana de donde podía estar su padre corre hasta el parque. Una señora le dijo que lo había visto subir al risco. Casi la deja con la palabra en la boca dirigiéndose con prisa hasta el montículo.

Emprende la subida. A mitad del sendero, al cerrar el portón de la empalizada, el golpe, su sonido metálico, aumentado en el silencio de la nevada, espanta a unos buitres que, a la izquierda del risco, están comiéndose algo. Él se dirige hasta allí, hundiéndose en la nieve, temiendo lo peor. Se veía algo oscuro tumbado en la nieve. Si bien con la niebla no se aprecia claramente que podía ser eso oscuro. A cada paso que da en la nieve aumenta mas la sensación de hallarse ante una tragedia, la de su padre muerto. Y que el sueño que tuvo fuese premonitorio. Camina alzando bien las piernas para poder avanzar, ya que la nieve acumulada impide que la velocidad sea mayor que la que él desea. Su angustia es seguida por el lamento o suspiro continuo y regular procedente del convento  que apenas se distingue entre la niebla. Y le aumenta la pena.

Aun quedaba un buitre hundiendo su pico en el bulto oscuro. 

Desesperado urga en la nieve para encontrar cantos o piedras para lanzarlas contra el pajarraco. Y las tira con rabia dando voces. Hasta que consigue espantarlo. Lo hace mientras se acerca hasta el ser vivo tumbado en la nieve. Bueno, eso de ser vivo lo piensa porque entre las ropas, o lo que fuera esa masa oscura, se ve con cierta nitidez manchas rojizas. 

Sangre... ¡Sangre!... ¡Alá lo proteja!... ¡Su padre!... Ciego de horror y pena salta desde donde está hasta el bulto. Sin pensar en el peligro de romperse la cabeza o una pierna con alguna piedra escondida por la capa de nieve. Cae cerca dando, eso si, con la cabeza en tierra, amortiguando el porrazo la nieve. 

Se levanta con rapidez aunque algo atontado. Con las manos se quita la nieve de los ojos. Los abre y se asombra incrédulo: era una cabra; muerta; despeñada; desorientada por la nevada; al parecer. 

Dio un suspiro de alivio y continúa enseguida hasta arriba del Risco San Tuno. La niebla lo tapa. En la cumbre mira desesperado por todas partes. Su padre no estaba. 

Como desandar lo andado no tenía ninguna razón de ser, trastumba la cima y sigue el sendero por la parte de atrás por ver si, acaso, quizás, tal vez... Palabras de ambiguo significado que le acompañan encogiéndole el corazón y acolchando con neblinosa esperanza su angustia.

H)

El Padre de Husein, herido en la cara al resbalarse de la helada piedra, miró en derredor. La niebla lo envolvía todo por el aire. En la tierra la nieve cubre cada metro a los que la vista alcanzaba. Se puso a andar sin ninguna orientación. A veces tropezaba y caía y se volvía a levantar porque si. La niebla y la nieve lo cubren por fuera y por dentro. Camina sendero abajo. Quizás por inercia. Pero podría haberlo hecho sendero arriba. Como un zombi. Sin que nada entorpezca ese caminar porque en su mente nada impresiona. Es todo blanco. O grisáceo. No camina nadie. Tan solo un ser sin serlo. Sombra entre la niebla y la nieve. Es un decir. 

Y así hubiera seguido eternamente hasta que, salidas unas imágenes de no se sabe donde, se ve acompañado de un antiguo amigo muerto y otro amigo músico; salen de una escuela coránica; se dirigen hasta un bar que está cerrado; por lo que él propone sustituirlo por el Bar La Plaza; de su pueblo; mas el amigo muerto no está de acuerdo y apunta hacia el Bar Leon que está cerca de la medina pero lejos de donde se hallan; por cierto, el citado bar se ve a lo lejos, entre negrillos; hay que pasar unos arroyos; están helados; y el campo alrededor nevado; no le gusta al Padre de Husein ese local porque es de gitanos; de hecho, entre una chopera, se podía distinguir, al lado del bar, una carabana... 

En fin su animadversión no convence a los otros y allí se fueron; en su mano lleva, como algo muy valioso, un vaso lleno de vinagre, para purificar el ambiente; cubre la boca del vaso un cendal que tenía escrito un poema; uno de los arroyos forma, en esa parte de su curso, un lago; mas allá se ve al arroyo hundirse en una cascada; de la caida del agua se forma una niebla que lo cubre todo; el lago claro está helado; en la orilla cogieron una barca; reman sus compañeros; la verdad es que con solo tocar el hielo con los remos el barco se desliza; mientras él les recita el poema del cendal; llegan a la otra orilla; sus compañeros le dicen que espere allí; ellos irán a ver si es un establecimiento respetable.

Al poco una niña gitana le viene a comunicar que puede pasar al bar; está lleno de gente; sobre todo niños; lo trataron muy bien; el local tiene el suelo de barro; un niño se le acercó; un niño conocido al que saluda llamándolo por su nombre; esto le extraña a él mismo, a sus compañeros y todos los presentes que lo miran asombrados; pues nunca se acuerda de los nombres; están en una mesa bebiendo; se acerca otro conocido; muerto hacia tiempo; había sido director de una banda; lo saluda y le presenta al amigo muerto y al amigo músico; el director de la banda y el músico se pusieron a tararear una canción que conocían; y disputaron sobre una nota musical; uno decía que era sol y el otro que no, que era mi.

Llega en esto el final del recreo de la escuela coránica y tienen que marcharse; el Padre de Husein busca su vaso de vinagre -por cierto no lo necesita pues de cuando en cuando riegan el suelo con vinagre para tener el local limpio y aseado-  y no  lo encuentra; lo que le parece normal estando, como están, en un bar de gitanos; los compañeron se han ido; fue a salir detrás de ellos cuando ve el vaso de vinagre que está donde lo había dejado: en la mesa en la que se sentaron; el camino de regreso en barco fue muy alegre y ya en la orilla, antes de emprender la vuelta al pueblo, le dice a sus compañeros que esperen un poco; nada mas que unos segundos; iba a realizar la ceremonia de despedida; consiste en rociar el barquito con vinagre de su vaso, colocar el vaso de cristal en el centro de navío, taparlo con el cendal del poema impreso en hermosa letra arábiga y empujar la embarcación hacia la cascada mientras recita el poema otra vez; tan bien calcula el tiempo que el barco está llegando a la cascada cuando recita la última estrofa:

-Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día... en que levamos anclas para jamás volver... Un día en que...
  
Se interrumpen de golpe las palabras y las imágenes huyen espantadas por una intromisión. 

Alguien decía:

-Papá, ¿qué haces por estos andurriales? ¿Te habías perdido?
-El barco se va...
-Y tu, papá, te vienes conmigo. Es la hora de comer.
-Si. A comer. ¿Tú quién eres?
-Husein, tu hijo -le contestó riéndose.
-¿Husein?
-Si, soy yo, Husein -siguió riéndose- ¿No me conoce?
-¿Y quien es Husein?

Epiloguillo

Pasado un tiempo llegaron los padres del novio de Axxia. Se llevaron a la novia y al Padre de Husein. Tenían que preparar la boda. Husein se quedó. Siguió trabajando de panadero, aunque cuando se casó su hermana fue a la boda. 

Por él sabemos que su padre, al principio de llegar a su aldea marroquí, pareció mejorar de su alzeimer. Iba por el campo y volvía alegre a casa. Se quedaba contemplando su casa a medio hacer. 

Luego su enfermedad se agravó. Y un día por la mañana, que desgracia, un día soleado de primavera, se fue de casa y no volvió. Lo encontraron por casualidad tiempo después a orillas de un arroyo. Había muerto. Tenía una mano dentro del agua. Y parecía sonreir.

Fin

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