viernes, 15 de junio de 2012

Hacia la belleza poética (reseña)


 MARTES, 12 DE MAYO DE 2009

José Mª Amigo Zamorano: En pos de la belleza '¿Te duele?'

Libro: ¿Te duele?
Autora: Angela Segovia Soriano
Edita: Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes
Año: 2009


Ángela Segovia Soriano, de 21 años, nacida en Las Navas del Marqués (Ávila), estudiante de Publicidad en la Complutense y alumna de la Fundación Centro de Poesía José Hierro es la flamante ganadora del V Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande 2009, dotado con 6.000 euros y que incluye la publicación del libro dentro de la colección literaria Universidad Popular, patrocinada por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. El jurado, compuesto por Luis Alberto de Cuenca, Ignacio Elguero, Luz Pichel y Manuel Romero Mancha emitió el fallo por unanimidad y destacó el alto nivel de las obras presentadas al certamen, entre las que destacó ¿Te duele?, la ganadora Ángela Segovia considera "demasiado difícil definirse a uno mismo", pero describe su poesía como "una secuencia de imágenes con potencia, como si fueran la secuencia visual de una poesía surrealista". Con anterioridad, ha publicado en el taller de Poesía José Hierro de Getafe Cuadernos del matemático y ha ilustrado el libro Torrijas y balas, de Miguel Ángel Martín.

Fuimos a ver la presentación del libro en su pueblo Las Navas del Marqués. De factura surrealista, (a '¿Te duele?' le hemos hallado algún eco de Saint John Perse en 'Anábasis'), es como un camino hacia la apropiación de la belleza en tres fases: 1ª, 'casa-mano'; 2ª, 'Dentro, sin respirar' y 3ª, 'Una funda con mi nombre''. En el avance hacia esa meta, un avance seguro, casi sin titubeos, va arrojando trozos que no le sirven y los abandona sin mas. Duela a quien le doliere. Es un movimiento imparable. Sin consideraciones. Porque sabe quien es, de que lugar procede y hacia dónde se dirige su canto. O eso cree ella.

Comienza con una suerte de reflexión sobre la caducidad de las cosas, de los seres o sobre el destino en el que se verán abocados. Una mirada impropia de su edad. Aunque 'impropia de edad' es un lugar común: hay hay quienes no maduran ni cuando están a punto de fenecer y otros, en cambio, ya se esnifan rayas de coca con 14 o 15 años. Pero, si, reconozcamos que no es lo más general en esas edades juveniles darse cuenta de que la vida es un soplo y hay que aprovecharla. Leemos ya en la primera página: 'Mira / sólo sé que después vendrá la tierra / a por nosotros'. Y sin solución de continuidad añade que no quedará nada: 'Los abismos las llamadas / desaparecerán, / el hambre la lluvia todo'. Si acaso una fotografía para el recuerdo: 'Colocaos para la foto que se hace tarde / y las cabezas de las vacas se van a apagar / que la luz es muy amarilla ahora / y hay un resquicio de azafrán prendido en las hojas / del pino'.

Partiendo de estos supuestos, ciertos, hay que llenar la vida cada instante, en una actitud abierta a lo que se ofrece por doquier, a la belleza, que aunque fugaz existe y hay que aprisionarla antes de que se evapore, no hay que dejarla pasar. Porque cuando surge, porque brota por ahí y es muy sonora, nace con 'gran ruido de párpados'. Los párpados de uno, singulares. No los párpados del universo, de la Humanidad, ni de la colectividad. Pudiéramos decir que son los párpados de la soledad. De los ojos de Ángela Segovia: 'Yo, / atrapada en tu terciopelo azul, / sangrando el alma porque no puedo / no puedo sostener tanta belleza'.

Es un problema que se soluciona haciéndose belleza, introduciéndose entre sus pliegues. Así, de ese modo se desprende de su materialidad. Lo decimos porque se da a entender que la belleza es algo que está por encima, levitando. Como decía Claudio Rodríguez de la claridad: 'viene del cielo; / es un don: no se halla entre las cosas / sino muy por encima'. La poetisa navera viendo desde la distancia todo lo anterior lo expulsa, lo tira, no le sirven ya: 'los recuerdos que se me atragantan te los doy, / para ti todos'. No quiere que nadie le obstruya ese sendero. No quiere eclipses. Le duela a quien le duela. Es inmisericorde en su andadura. Ni un poso de miramiento, de conmiseración o de ternura. Lo que ya fue deja de servir y lo abandona en la vereda. Como los versos que leyó en la representación de su libro. En la performance según alguno dijo. Y si alguno de los deshechos le duele, porque al fin y al cabo también tiene algo de humana, son como piedrecitas, pequeños cantos que de una patada se los aparta de la senda por la camina en pos de la belleza. Son obstáculos sin importancia en su camino, en su paso por la vida. Es como si avanzara con perfil de diosa 'ebria de violetas'. Angela Segovia Soriano tiene el orgullo de la juventud: 'Que le vamos a hacer / si nacimos caleidoscópicas / y el paso de las hojas nos define'. Efectivamente caminas 'con esa indiferencia que te arropa, / que te ensalza, que te hace superior'. Tan superior, tan suprema que no quiere la permanencia, sino la muerte en la cima: 'con la punta clavada en la garganta por donde sale / mi última palabra / entre estertores atragantados de muselina y gasas / estupefactas. / Mi última palabra / eres tú: / COLIBRÍ. / La belleza ha de ser el único motivo de la muerte'. Es su testamento final.

Todo un poema de métrica libre. Surrealista. Como dijimos arriba le notamos un eco leve de Perse. De quién sea la influencia no sabemos. Pero sí que ha sido, luego, procesada y le ha salido propia. De su alma. De su sangre. De su ser. De sus propias entrañas. Es decir: con personalidad propia, con estilo suyo. 

Ha nacido en Las Navas del Marqués una firma poética. Con ansias de cielo. Decía Rubén Darío: 'y tuve hambre de espacio y sed de cielo / desde las sombras de mi propio abismo'. Esperemos que no se esté elevando Ángela desde ningún 'abismo'. Porque los abismos, muchas veces, nunca tienen fondo. Son mortales. Cuando Ángela regrese a la tierra, que regresará, será más divina por humana. Por eso le hablamos de Aimé Cesaire y su 'Cuaderno de regreso al país natal', también surrealista, que no conocía. Si algún día lo lee se encontrará con estos versos muy terrenales que nos gusta citar muy a menudo: 'Y sobre todo mi cuerpo y también mi alma, guardaos de cruzar los brazos en la actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo, un mar de dolores no es un proscenio, un hombre que grita no es un oso que danza... '.

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