viernes, 15 de junio de 2012

La antología extremeña de Santiago Castelo


Título: ANTOLOGÍA EXTREMEÑA (1970 - 1995)
Autor: Santiago Castelo
Madrid: Asociación Cultural Beturia, 1995


Dedicada por el autor, Santiago Castelo, me llega esta Antología Extremeña (1970 - 1995) editada por la Asociación Cultural Beturia de Madrid.

José Miguel Santiago Castelo, conocido periodista, subdirector del diario ABC, nació en Granja de Torrehermosa (Badajoz) en 1948.

Se inició a la literatura con un ensayo biográfico, Pedro de Lorenzo (1973); y en 1975 un libro de entrevistas España: su inmediato futuro político. Miembro de la Real Academia de Extremadura, de la Academia Cubana de la Lengua, Juglar de Fontiveros (Ávila), ha recibido, numerosos premios, entre otros, "Hispanidad" de poesía de 1973, y el "Julio Camba" (1993).

Una decena de libros de poemas indican su constante quehacer poético: desde Tierra en la carne en 1976 hasta Diario de a bordo de 1994.

Esta antología recoge los poemas extremeños de su obra.

"Dolor de tierra por las venas", dice casi en el comienzo, y es difícil no compartir ese "dolor" añorando, como uno añora, la tierra donde nació; por mis manos, corren, como por las de él, sueños de trigales; y, desde la atalaya de sus copas, "las encinas lo saben y lo han dicho" y lo siguen proclamando.

"Extremeñismo ausente y nostálgico" que es "terruñero" en el "sentido noble del término", por eso se le ha llamado "el poeta mas extremeño de todos los poetas vivos"; reivindica, incluso, una América extremeña o Extremadura americana, que tanto monta, que los conquistadores fecundaron con su sangre, y que recitaron a los indios "el poema que sabe la amapola y la oración de nuestras corregüelas". Esa nostalgia vegetal, se le ha quedado prendida para siempre como gaya en ojal, soñando con una América traspasada de corregüelas, cuyas semillas llevaron los extremeños a América, y germinaron allende el océano "con la mano de Dios".

Así, si les recitaron la oración de las "corregüelas", no es extraño que quisieran venir a la Guadalupe extremeña a bautizarse: "Si la sangre es un torrente / que siempre vuelve a la fuente / de sus amores pasados, / ¿Dónde mejor cristianados?"

Pregunta que nos indica que, para el poeta, no existe una América extraña, oprimida, expoliada, sino solamente una Extremadura americana o América extremeña que vuelve a las raíces, a la tierra, al viejo solar abandonado.

Ese retorno cotidiano, diario, obsesivo, pertinaz y, por ende, doloroso, es el de Santiago Castelo; porque dolor causa siempre llevar la casa a cuestas; y si se hace el peso soportable, es por ese recuerdo cordial, nostálgico, que nos acompaña como cuando, en larga peregrinación, en interminable andadura, no sentimos los pasos, calzados, como estamos, de remembranzas "de aquella nueva y clara limpieza mañanera" en la "casa que tenía empedrado el suelo"; aquella casa que tenía "retratos detenidos que explicaban / una lección de sangre siempre alerta" ; casa con "sus vasares", "cantareras", "alacenillas" , "baúles" ... "Las malvas, los geranios, las piteras / y las amplias tinajas de agua clara / que llenaba la tita al sol de julio / apartando los cónclaves de avispas."

¡Ah, aquella casa!: "sus muros encantados que perdería más tarde". ¡Ah, aquella casa perdida! Perdida para él; y perdida, antaño, para los judíos extremeños. Y aquí el poeta se encarna en aquellos hermanos desvalijados; sefarditas que nunca olvidaron su tierra, conservando de padres a hijos la llave de la casa - lo único que pudieron llevarse -; así el libro termina, a modo de protesta esperanzada, con el poema Sefarad, poema musicado por Ángel Tirado y grabado en disco por el grupo Manantial Folk: "Por las sierras de Béjar / baja un suspiro / y de Hervás en las fuentes / ha florecido. / (Clavel de sangre / Jerusalén de ausencias / lirio en la carne)" ... "Aquella vieja llave / ya halló su puerta / y el corazón gozoso / renace alerta. / (Sol de la aurora / al besarte de nuevo / mi risa llora)"

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