lunes, 2 de julio de 2012

Ma Galio se va de vacaciones


Ma Galio tiene hoy un buen rato libre y le apetece salir a dar un paseo con su hija, ahora que el curso ha acabado. De camino pasará a despedirse de su amigo Mos Tacho de la Agencia Magnolia. Con él se tomará un trago de ron cubano. Pero dejará a su hija en la habitación de la izquierda para poder hablar sin estorbos de sus cosas. 

Cuelga el uniforme del perchero y se pone unos pantalones vaqueros y un niqui. El pantalón, que pones pocas veces, le queda un poco estrecho en la cintura. Los años que no perdonan y los kilos tampoco. Recuerda que el tiempo pasa y que le queda poco tiempo para jubilarse. Espera que ello sea jubiloso. Aun tiene cosas que hacer. Proyectos. Entre ellos trabajar para la Agencia Magnolia.

-Estás guapísimo -dice su esposa Carolina y le da un casto, católico, apostólico y romano beso.

Le entreabre un poco la pechera, sugerente. Ma Galio rechaza esa carnívora invitación un poco a regañadientes.

-Vamos, hija -y le coge la mano.

-Vete, vete, despreciativo esposo -pronuncia Carolina guiñándole un ojo.

El día soleado de verano se ha levantado, tras varios días de calor sofocante, con fresco agradable. Los vencejos chillan enloquecidos dibujando negras filigranas en el cielo azul. Rumbo al parque, en un abeto centenario, en la pingorota, una cigueña, de pie, machaca el ajo, orgullosa. 

Deja a la hija en el parque y se va a tomar un vino al restaurante Maguria. Espera que sea de su Valdepeñas natal. Si fuera posible con boquerones. Y no, no tienen de su vino preferido. Bebe un Ribera del Duero como si degustara uno de la Mancha. Contribuye a la ficción el hecho, cierto, de que  pronto estará por allá de vacaciones. Paseará por calles de Valdepeñas, saludará a amigos y conocidos, jugará la partida después de comer en el Bar Nostalgia de la calle Recuerdo

No, no se le olvidan sus padres. Llevará un ramo de flores a su tumba. Como hace siempre. Sin tristezas y sin lúgubres connotaciones, sino con la alegría del agradecimiento por su lección de vida. ¡Ah, si, que si. Vale. Que su padre no le gustó que se hiciera guardia civil. Lo reconoce. Como reconoce que su padre peleó con valentía y honor en ella y él, siguiendo su ejemplo, ha hecho lo propio. Y se lo debe a su padre y a su madre. En fin, él ha hecho su vida y su padre construyó la suya.

Paga y recoge a su hija del parque. En el trayecto hacia la calle Cal y Cuento, a despedirse de Mos Tacho, le saludan vecinos a los que corresponde,  a unos con mas gana que a otros, pero siempre con el actitud cordial y amable. Algunos son informadores, otros chivatos y también, por qué no, vecinos sin mas. El cuerpo policial necesita de estos individuos para estar bien informado de las corrientes sociales o políticas que surgen. Y en la sociedad, siempre en movimiento, están naciendo y muriendo constantemente. Y el orden necesita que no le sorprendan. 

Por poner un ejemplo: en las manifestaciones por el triunfo de la Roja, frente a Italia, se han visto surgir estandartes nazis en el pueblo y las han ondeado en plazas y calles. Están en su derecho. Esta es una democracia. Y prohibirlas es estúpido y generarían un movimiento clandestino, piensa Ma Galio. El que hayan sido gente muy joven, casi niños, no es lo importante para la Guardia Civil. Lo sustancial es ir más allá: quien les ha proprocionado las telas. Eso es lo que se busca: si están organizados, cuál es su organización, si cotizan, si se reúnen, si militan... O son simples muestras espontáneas... Quienes son sus padre, sus amigos... Eso importa. Y para ello Ma Galio necesita de esas personas informadoras. Algunas, lo reconoce, informan con el alma limpia de servir a España. Otras son retorcidas. Y las hay indeseables. Ma Galio sabe de ello y sabe guardar sus sentimientos entre los entresijos de su ser.

Ya en la calle Cal y Cuento la misma anciana de otras veces lo saluda desde el poyo donde está sentada:

-Buenos días, don Ma Galio.

-Buenos tenga usted, señora.

Y cerca del número de la Agencia Magnolia un paralítico, de cuyo nombre no quiere acordarse, lo para, lo saluda y se pone a contarse un chisme. Es repugnante. Casi se le nota al Comandante del Puesto su aversión. Pero se contiene y con habilidad lo deja y entra en el local de la agencia. Mete a su hija en la habitación de la izquierda, llama a la puerta del amigo y oye un 'pase'.

-¡Coño, Ma Galio! Mala cara. Espera, te voy a servir un vaso de ron.

-Lo necesito. Acabo de hablar con el paralítico y después de contarme un chisme de mierda me he puesto de mala hostia.

-¿El paralítico?... ¡Ah! Es asqueroso. Verás, yo le proporcioné como apoyo un chico de una ONG que ayuda a minusválidos. Un joven universitario. Buena persona. Ayer vino y me contó que estando en el parque... espera, mira, te lo voy a leer porque me lo escribió:

"En el parque. En la parte derecha, casi en al esquina. Un poco a la izquierda, separados unos metros, hablan varios sordos que son entre ellos amigos. Nosotros, es decir el señor paralítico en silla de ruedas y yo, los contemplamos. Los vencejos chillan de gozo volando de acá para allá. De fondo, sonido de tráfico rodado. Cielo azul y, atravesándolo, una estela blanca de avión. / -Cada edad tiene sus virtudes -habla un vejete con voz hueca de sordo. / -¡Qué! -interpelan los otros. / Y repite la frase con oquedad mas elevada. / -¡Ah! ¡Ya! Quien no se conforma es porque no quiere -contesta uno. / -¡Eh! -exclaman todos. / Repite las palabras. / -¡Oh! Una verdad muy mentirosa -piensa el realista. / -¡Uf! Verdad mas asquerosa... -reflexiona el achacoso. /  -¡Bah! Aserto de perogrullo que ha hecho fortuna -piensa el pensativo. / -¡Hostias! Frase conformista donde las haya -se subleva el rebelde aunque le da igual. / El paralítico me mira y dice: -Edad virtuosa desde donde quiera que se mire. ¿No, joven? Antes cada uno llevaba su carga. Ahora nos lleváis vosotros. / -¿Y quien no tenga ayuda? -interpelo. / -¡Que se joda! En la lucha por la vida dominan siempre los que pueden. / -Eso es darwinismo social, señor. Corriente filosófica cruel donde las haya. / -Será lo que sea, pero... mira, ¡que no hubieran nacido! / Yo asombrado lo contemplo. / -¡Ah, si!... ¡Joder!... Pues aquí te quedas, facha -afirmo dejándolo en medio del parque. Y me las piro de allí. / Los chillidos de los vencejos ahogaron las protestas del viejo paralítico. El cielo estaba limpio y ecétera -dobla el papel Mos Tacho.

-Una reacción consecuente la del joven. Si, es un tipo desagradable -opina Ma Galio.

-Y que lo digas. Pero... no te he preguntado... ¿a que debo tu visita?

-Nada. Venia a despedirme. Me voy de vacaciones.

-Me alegro por tí. De verdad: pásatelo bien. Brindemos. ¡Salud y República! -Mos Tacho choca el vaso de ron.

-¡Vaya!... eso... Así brindaba mi padre. ¡Salud, Mos Tacho!

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