lunes, 28 de abril de 2008

Más palabras (*) a las del homenaje a José Mª Sánchez Hernández

Homenaje a José María Sánchez Hernández


Lugar: Salón de Actos del I.E.S. “López Aranguren” Fecha: 25 de abril de 2008. Hora. 19:30 - Ávila, 10 de abril de 2008







Si, José Luis, ese compañero de CCOO, nos comunicó, por teléfono, la noticia de tu muerte, y se nos puso un nudo en la garganta y no supimos qué decirte.

Ahora, sí, te las vamos a decir; para ser más exactos te las vamos a leer, porque no somos de los que hablamos en público sin inmutarnos, sino que necesitamos el apoyo de un papel, de estas cuartillas; ya nos vas a perdonar si lo leemos entrecortadamente, si la emoción nos agarrota, si las palabras se nos quiebran, si la lengua se nos traba, pero tu comprenderás que no somos de piedra. Y más teniendo aquí presentes a tu esposa Tere y a tu hijo Aitor.


Ahora, si, como decíamos antes, queremos decirte algunas cosas, José Mª Sánchez Hernández, amigo, compañero, camarada (así nos llamabas, porque lo éramos por encima de siglas, de partidos, de bandos, de banderías de izquierdas vividoras de política), maestro de niños y de adultos, José Mª Sánchez Hernández, sentías, sentíamos, como una bofetada en el rostro las injusticias de este muladar hediondo que es este mundo capitalista.

Decimos lo de las injusticias del mundo porque, aunque habías nacido en Ávila y habías dado clases a niños en Granada, todo ello dentro de España, era tu espíritu... como decírtelo... un espíritu del Hombre; del Hombre sin fronteras, ni razas; y, por lo tanto y como consecuencia, de la liberación del Hombre; y, por lo tanto y como consecuencia, de la miseria del Hombre; que quiere decir, sobre todo, de la clase obrera y de los pueblos más oprimidos del mundo.

Intentaste paliar el sufrimiento, poner un grano de arena en pos de la felicidad, a tu manera, de esos pueblos. Te comprometiste con el pueblo saharaui. Y por eso, en tu casa, disfrutaron, por ejemplo, algunos niños saharauis, a los que acogías, durante años; eras un hombre solidario; un hombre hospitalario; a nosotros también nos acogiste; nos diste hospitalidad; y no solo eso, cuando llegamos, desde Euskadi, a Castilla, hartos de estar allí, nos ayudaste.

Decimos hartos no porque estuvièramos hartos del pueblo vasco y su lucha; nunca se nos ocurriría hablar mal de ese pueblo, ni de sus 'borrokas' (luchadores), de sus 'abertzales' (patriotas), no; hemos admirado siempre su lucha, su resistencia; pero aun admirando su dignidad, su combate, esa no era nuestra lucha, ese no era nuestro anhelo; nosotros no éramos independentistas, ni 'abertzales', ni 'borrokas' en su sentido de la palabra, no; éramos luchadores por la República; nunca nos gustó esta monarquía, heredada del franquismo; hemos visto con desconfianza que, el jefe del estado, el rey, coronado por el dictador Franco, sea jefe de los ejércitos de tierra, mar y aire; porque, es un decir, si por una casualidad democrática ocurriera, como el 14 de abril de 1931, que el pueblo se manifestara por una república, ¿qué haría el jefe de los ejércitos de los ejércitos de tierra, mar y aire, que es jefe de estado y rey?... ¿se estaría quieto?...

Sabemos que esto, ahora, es una pregunta de ciencia ficción, pero ciencia en última instancia; de esto hablamos en numerosas ocasiones, ¿te acuerdas?... y por eso y por mas cosas éramos republicanos...

Pero nos hemos apartado, un poco, de nuestra llegada a Castilla donde tu nos acogiste...

Antes de seguir, amigo, compañero, camarada, José Mª Sánchez Hernández, tenemos que decir que, cuando hemos declarado nuestra admiración por el pueblo vasco y sus luchas, sus 'borrokas', sus 'abertzales', no nos estamos refiriendo a las acciones de Eta, que nunca hemos aprobado, por aquello que dice la Internacional de que 'ni en dios ni el reyes ni en tribunos está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor', nosotros mismos, pero no solo por eso sino porque sus atentados terroristas no hacen mas que fortalecer a la más negra reacción derechista, al españolismo más rancio; cuando hablábamos de esa admiración, nos estábamos refiriendo a sus tesón independentista, sus empeño en conservar su lengua, sus costumbres, su idiosincrasia...

Decíamos que, cuando nos acogiste, también nos aconsejaste, nos acompañaste para que no camináramos como extraños; y cuando nos vimos solos ante la represión del Director Provincial de Enseñanza, de cuyo nombre no queremos acordarnos, por haber publicado un artículo de opiníón, solo por eso, tú, con otros compañeros de CCOO, nos arropasteis; es más estuviste a nuestro lado cuando los inspectores, de la alta inspección del estado, se lanzaron como buitres a interrogarnos; y, por último, cuando la depresión nos hundió, por un tiempo, en un pozo oscuro, nos llamabas por teléfono, casi diariamente, animándonos a seguir, a no dejarnos derrotar así como así, del mismo modo que Sancho le aconsejaba a Don Quijote en el lecho de muerte, a no dejarse morir.

Y ahora amigo, compañero, camarada... nosotros no hemos podido hacer nada por ti... ya no vendrás nunca, jamás, a visitarnos como nos habías prometido, no acudirás ya más a ayudarnos, a aconsejarnos, a animarnos... porque la Muerte, la Gran Hija de los Dioses, vestida de negro o de blanco, descorazonadora siempre, con su guadaña llegó y sin ninguna piedad, te llevó.

¡Qué pena, madre, qué pena! Porque la primavera venía cortando trozos de hielo. Dejaba ya asomar tímidamente las flores. ¡Qué pena, madre, qué pena! Porque el 14 de Abril se acercaba. Y el Primero de Mayo estaba, con sus rojas banderas, a la vuelta del último recodo, con sus rojas banderas de dignidad y de combate. ¡Qué pena, madre, qué pena!... que antes de que todo estos acontecimientos primaverales llegaran a ocurrir, te derramaste para siempre...


Pero no te has ido, no, amigo, compañero, camarada, permanecerás en el recuerdo para derrota de esa Gran Hija de los Dioses, de esa impía guadañadora, porque este homenaje es un arma contra 'el olvido oxidado que todo lo entierra'.

Ya el 14 de Abril gritamos, en tu honor, un ¡Viva la República! Y este 1º de Mayo, sus rojas banderas de dignidad y de combate, de la lucha obrera y proletaria, flamearán en tu recuerdo. Y ahora, amigo, compañero, camarada, José Mª Sánchez Hernández, permítenos que para cerrar este recordatorio, nos dirijamos a tu compañera, a tu querida esposa Tere y a tu querido hijo Aitor, para, con palabras de otro camarada, del poeta Pablo Neruda, en su oda al 'Cactus de la Costa', os haga desterrar el desconsuelo, la desesperanza, la tristeza, la amargura, la soledad; decía así el poeta:

Oda al cactus de la costa (la ponemos aquí todo seguido, sin versos)


Pequeña masa pura de espinas estrelladas, cactus de las arenas, enemigo, el poeta saluda tu salud erizada: en invierno te he visto: la bruma carcomiendo el roquerío, los truenos del oleaje caían contra Chile, la sal tumbando estatuas, el espacio ocupado por las arrolladoras plumas de la tormenta, y tú, pequeño héroe erizado, tranquilo entre dos piedras, inmóvil, sin ojos y sin hojas, sin nidos y sin nervios, duro, con tus raíces minerales como argollas terrestres metidas en el hierro del planeta, y encima una cabeza, una minúscula y espinosa cabeza inmóvil, firme, pura, sola en la trepidante oceanía, en el huracanado territorio. Más tarde agosto llega, la primavera duerme confundida en el frío del hemisferio negro, todo en la costa tiene sabor negro, las olas se repiten como pianos, el cielo es una nave derribada, enlutada, el mundo es un naufragio, y entonces te escogió la primavera para volver a ver la luz sobre la tierra y asoman dos gotas de la sangre de su parto en dos de tus espinas solitarias, y nace allí entre piedras, entre tus alfileres, nace de nuevo la marina primavera, la celeste y terrestre primavera. Allí, de todo lo que existe, fragante, aéreo, consumado, lo que tiembla en las hojas del limonero o entre los aromas dormidos de la imperial magnolia, de todo lo que espera su llegada, tú, cactus de las arenas, pequeño bruto inmóvil, solitario, tú fuiste el elegido y pronto antes de que otra flor te desafiara los botones de sangre de tus sagrados se hicieron flor rosada, pétalos milagrosos. Así es la historia, y ésta es la moral de mí poema: donde estés, donde vivas, en la última soledad de este mundo, en el azote de la furia terrestre, en el rincón de las humillaciones, hermano, hermana, espera, trabaja firme con tu pequeño ser y tus raíces. Un día para tí, para todos, saldrá desde tu corazón un rayo rojo, florecerás también una mañana: no te ha olvidado, hermano, hermana, no te ha olvidado, no, la primavera: yo te lo digo, yo te lo aseguro, porque el cactus terrible, el erizado hijo de las arenas, conversando conmigo me encargó este mensaje para tu corazón desconsolado. Y ahora te lo digo y me lo digo: hermano, hermana, espera, estoy seguro: No nos olvidará la primavera.
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(*) Nota:
Este texto es una ampliación de las palabras que pronunciamos en el homenaje a José Mª Sánchez Hernández. Todo esto nos hubiera gustado decir. Y aunque lo esencial lo leímos, hubo algunas cosillas que se nos quedaron en la mente y aquí dejamos constancia escrita de ellas. Tampoco leímos la oda entera, sólo los 7 últimos versos, como hubiera sido nuestro deseo de haber sabido, con más tiempo, que este homenaje se iba realizar. Aquí la pones completa.


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